El corazón es un lugar común
El corazón es un lugar común
Yo sólo veo un trance de árboles que van pasando
cargados de anuncios.
Un violín en ruinas, un barco fantasma
aves descompaginadas en el truco del rumbo.
Espejos que no tienen más historia
que la de los personajes que pasan y se reflejan.
Una bandada de estatuas a ras de suelo.
El planeta en donde nacerá el futuro
y los milagros que me proponga.
Veo al verbo caminando inadvertido por las noches
en diversas fuentes de luz.
Veo que amanece a cada vuelta del reloj.
LA CIUDAD ES UN LUGAR COMÚN
(De Balance de blanco en el ángel triste de Durero, 1993)
Epílogo
La belleza desploma, ataca, despierta
llama como un moribundo y luego se disfraza huye
Pone obstáculos. Se cuelga precios.
Te engaña.
Es una simuladora.
Es como una mujer fatal.
La poesía.
Y no creo que se siente en las rodillas de nadie.
(De Animal cautivo, 2010)
Creer o no creer: esa es la cuestión
Es extraño pensar en cambiar todo de golpe.
Tal vez eso sólo sea posible con una guerra.
Y la guerra llega. Aparece en el cielo
y en todas las pantallas como una nueva constelación.
Sus bombas se oyen desde el otro lado del planeta
y sus muertos estallan en sueños
mientras intentamos dormir para suponer que mañana
pedirán frutas frescas y despertarán
para el desayuno de la superproducción,
porque quizá fueron apenas los extras
de una guerra que no pasará a la historia.
Los protagonistas de las grandes guerras no mueren.
Quedan eternizados para siempre en la memoria
para bien o para mal. Porque siempre hay un bien y un mal.
Depende del director.
Los demás optamos: creer o no creer.
Esa es la cuestión.
(De Lo que ocultan los vestidos, 2014)
Vestidos bonsai
I
Hay vestidos bonsái
con zapatillas pie de loto
comprometidos, enfermos
con vendas interminables
sudarios y clausuras.
Ocultos sus dedos quebrados
desde la Dinastía Song
mueren con dolor
en cuerpos insostenibles
por fatiga de material.
II
Y modelos de extrema crudeza
en corte y confección
muestran intervenidos trajes
con ablaciones tempranas.
Sus labios mal cosidos
gritan hasta enmudecer.
Podados, alambrados, sudan
los ojales de flores muertas
antes de ser expuestos
en el aparador de la aldea.
Vestidos de doble faz
I
Hay vestidos de palabras
para silenciosas mujeres
y secretas entretelas
en vestidos carcelarios.
II
Y vestidos de innoble metal
con rejillas
o claves insalvables.
Vestidos con corazas
burkas, escudos
y capas interiores
como telas de cebolla.
III
Hay vestidos con mangas
con bolsillos para cartas
botones, nudos
amarras, broches, cadenas
o dentados cierres
y candados
y tristes velos.
IV
Y enaguas con alforzas
debajo del vestido
y encendidos girasoles
sobre tumbas sin nombre.
V
Hay inestables vestidos
para atardeceres con niebla.
De raíces ardientes
sus festones gruesos
crepitan, bailan
entre relámpagos y risas
en el delirio del can-can.
Vestidos extremos
con rayos y rubor
y dudosos reflejos
en los espejismos del alcohol
y la memoria.
Sonámbulos, oscilantes
atraen, imantan
hacia el eslabón perdido
de una larga noche
sin salida de emergencia.
VI
Y hay hábitos grises
fecundados in vitro
con las notas del angelus
volando
bajo el secreto
de sus blancas tocas
ahogadas en almidón.
(De Telas y Entretelas, 2018)