Washington Benavides. La revelación

 

Presentamos tres textos claves del reconocido poeta y músico uruguayo.

 

 

 

Washington Benavides

 

 

Foto de trovador

Probablemente, cuando su amigo
le sacó esta instantánea,
el trovador pensaba en inscripciones
de lápidas hebreas,
cisnes, bueyes perdidos.
Sentado en una silla,
lee un libro no determinado;
el cuerpo levemente en arco,
lentes de carey grueso, el pelo
corto (período de vacas flacas)
el buzo y pantalón -acaso- grises
(en el gris dominante de la toma).
La imagen, es imagen solitaria.
¿Leía en su retiro, esperando mejores
tiempos de la canción y de la alondra?
¿Leía en realidad? ¿O meditaba
el tono de aquel verso, aquel acorde,
en Alicia despojada de toda maravilla,
la relación filosa del tiempo y su trabajo,
esa segunda realidad que duele?
La delgada figura adolescente
(mano con cigarrillo)
absorta
es un detalle del friso. El friso
que no ves, porque eres parte
del mismo.
Fragmentaria
como toda aprehensión
de este terrible huevo.

 

 

 

La revelación

Deodoro pisó el marco
de la puerta y allí quedó, tieso.
En la penumbra de la sala vislumbró
las visitas: ropas oscuras (faldas)
y, de pronto, (aparecida) vino hacia él
y le besó en la mejilla, una niña
vestida de blanco (zapatos, medias,
falda) de pelo renegrido (en trenzas)
y ojos como azules.
Deodoro volvía de una -infructuosa- caza
de cardenales, en los talas del cerco.
Ante la niña, se le cayó el frasco de “pega-pega”.
La jaulita vacía. Perdió los pies,
el pecho se le hizo humo, se le soltó la cabeza
como un globo con gas. Y si no se volvió,
allí mismo, en el marco de la puerta,
un montoncito de ceniza,
fue porque -todavía- le quedaban dos años
para soñar y despertarse
sudando frío en la madrugada.

 

 

 

Negativo de una canción

Esa calle es la misma
con la persiana verde
con el jardín sombrío
por las altas paredes
y el piano que malrota
sonatas de Clementi
esa calle es la misma
tiene una gata y tiene
la misma luz de otoño
los árboles de siempre
esa calle
no digas
que es la calle de siempre
ni es su jardín rotoso
ni su persiana verde
reseca y carcomida
ni sus viejas paredes
a veces suena un piano
pero muy pocas veces
no es la misma esa calle
que es otra
indiferente
sembrada como todas
de pisadas estériles
esa calle
no digas
que es la misma
no sueñes.