W. H. Auden

Los profetas y otros textos

 

 

(Traducción al español de Margarita Ardanaz)

 

 

 

Nana

 

Amor mío, apoya tu somnolienta cabeza

Humana sobre mi brazo infiel;

El tiempo y las fiebres arrasan

La belleza individual de

Los niños pensativos, y la tumba

Prueba lo efímero del niño:

Pero en mis brazos hasta que rompa el día

Descanse la criatura viva,

Mortal, culpable, pero para mí

Enteramente hermosa.

 

Alma y cuerpo carecen de límites:

Para los amantes cuando yacen sobre

La encantada y tolerante curva de ella

En su habitual desfallecimiento,

Grave es la visión que envía Venus

De simpatía sobrenatural,

Amor y esperanza universales;

Mientras una percepción abstracta despierta

Entre los glaciares y las rocas

El éxtasis carnal del eremita.

 

Ciertamente, la fidelidad

En la caricia de la medianoche

Pasa como las vibraciones de una campana

Y locos a la moda elevan

Su pedante y aburrido grito:

Cada céntimo del coste,

Como todas las temidas cartas predecían,

Será abonado, pero desde esta noche

No se perderá ni un suspiro ni una idea

Ni un beso ni una mirada.

 

A medianoche la bella visión desaparece:

Soplen los vientos del alba

Suavemente alrededor de tu cabeza soñadora

Este día de bienvenida muestra que

El palpitante corazón y el ojo pueden bendecir,

Encontrar suficiente nuestro mundo mortal;

Mediodías de sequedad te encuentren nutrido

Por poderes involuntarios

Y que pases noches de agravio

Observado por todo amor humano.

 

 

 

 

Los profetas

 

Quizás yo siempre supe lo que ellos decían:

Incluso aquellos tempranos mensajeros que llegaban

A mi vida desde los libros donde ellos habitaban,

Aquellas hermosas máquinas que nunca hablaban

Mas dejaban que el niño las adorara y aprendiera

Todos sus largos nombres cuya dureza le enorgullecía;

Amor era la palabra que nunca pronunciaban en voz alta

Y a lo que nunca un grabado puede hacer justicia.

 

Y más tarde cuando yo anhelaba el Buen Lugar,

Abandonadas minas de plomo les permitían ser capturados;

No había compasión en el rostro de la bocamina,

El herrumbroso motor giratorio no enseñaba

A alguien obviamente demasiado apto a decir Demasiado Tarde:

Su falta de timidez era un modo de alabanza

Lo que yo justamente sabía, por qué yo miraba con ansiedad,

Mientras toda carencia de respuesta murmuraba «Espera»,

Y me enseñaba gradualmente sin coerción

Y todo el paisaje a su alrededor señalaba

La calma con la que ellos desertaban por completo.

Como prueba de que tu existías.

 

Era verdad.

Porque ahora tengo la respuesta del rostro

Que nunca volverá a un libro

Pero indaga mi vida entera, y es el Lugar

Donde todo lo que toco conduce a un abrazo,

Y no hay nada como una mirada en vano.

 

 

 

 

Si pudiera decírtelo

 

No dirá nada el tiempo, pero yo te lo dije,

El tiempo solo sabe el precio que tenemos que pagar;

Si pudiera decírtelo, te lo haría saber.

 

Si debiéramos llorar cuando los payasos ofrecen su espectáculo,

Si debiéramos tropezar cuando los músicos tocan,

No dirá nada el tiempo, pero yo te lo dije.

 

No hay buenaventuras que echar, sin embargo,

Porque te quiero más de lo que pueda decir,

Si pudiera decírtelo, te lo haría saber.

 

Los vientos deben venir de alguna parte cuando soplan,

Debe de haber razones por las que las hojas se marchitan;

No dirá nada el tiempo, pero yo te lo dije.

 

Quizás las rosas quieren crecer realmente,

La visión intenta, en serio, permanecer;

Si pudiera decírtelo, te lo haría saber.

 

Supón que todos los leones se levantan y se van,

Y que todos los arroyos y soldados huyen;

¿No dirá nada el tiempo, pero yo te lo dije?

Si pudiera decírtelo, te lo haría saber.

 

 

 

 

El que más ama

 

Mirando las estrellas sé muy bien

Que, por mucho que ellas se preocupen, puedo ir al infierno,

Pero en la tierra la indiferencia es lo que menos

Tenemos que temer del hombre o de la bestia.

 

¿Nos gustaría que hubiera estrellas que ardieran

Por nosotros con una pasión que no pudiéramos corresponder?

Si el afecto equivalente no puede darse

Deja que sea yo el que más ame.

 

Admirador como creo que soy

De las estrellas, a las que importo un bledo

No puedo decir, ahora que las veo,

Cuánto eché de menos terriblemente a una en todo el día.

 

Si todas las estrellas desaparecieran o murieran,

Aprendería a contemplar un cielo vacío

Y a encontrar sublime su oscuridad total,

Aunque esto podría llevarme algún tiempo.

 

 

 

 

No habrá paz

 

Aunque el tiempo claro y suave

Sonría de nuevo en el condado de tu estima

Y sus colores vuelvan, la tormenta te ha cambiado:

Ya nunca olvidarás,

La oscuridad que borra la esperanza, la tempestad

Profetizando tu caída.

 

Debes vivir con tu conocimiento.

Detrás, más allá, fuera de ti hay otros,

En ausencias sin luna de las que tú nunca has oído,

Que con seguridad han oído de ti,

Seres de género y número desconocidos:

Y a los que no les gustas.

 

¿Qué les has hecho a ellos?

¿Nada? Nada no es una respuesta:

Llegarás a creer —¿cómo puedes evitarlo?—

Que tú lo hiciste, que hiciste hacer algo;

Te encontrarás a ti mismo deseando que pudieras hacerlos reír,

Añorarás la amistad con ellos.

 

No habrá paz.

Responde luchando, entonces, con todo el valor que tienes

Y con cualquier truco poco caballeroso que conozcas,

Libera tu conciencia sobre esto:

Su causa, si tuvieran alguna, no es nada para ellos ahora;

Odian por el hecho de odiar.

 

 

 

 

-W. H. Auden
Poemas
Traducción de Margarita Ardanaz
Colección Visor  de Poesía
España,  2011

https://www.visor-libros.com/tienda/poemas-auden.html

 

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