Vladimir Herrera

Del verano inculto

 

 

 

DECIRES DEL DESEO LEZAMA

A Miriam de Maeztu, sagitario.

El cielo pulcro sobre la diamantina, la mar untuosa

Vana para los ojos honorados, el dicho del cielo pleno

De una rosa copiada en su esfera manida, su celosa.

 

La mar vagorosa de faldas en lejanías frutecida,

No recobrada a la hora de las izadas iras de amor,

No sombra repelida por la gracia o la materia fina

O la por fin trocada de corazones agua binaria

Del gesto encalado. Estilo de Arquero, sí, tesón,

Arrechura envenenada. Y para acabar con la risa,

Tu oscuro cuerpo de señora enfrentándose a los vellos

De estas que son manadas, recuentos de un solo desconsuelo,

Y artes del instrumento que son hechizos

De la flama erecta para el mejor lector del hígado etrusco

Bajo la luna elefantina de los restos y la retórica

Del mar con sus arenas locas su lustre y sus envelados.

 

Sagitario friolento acomodado en su ballestera, moderno

En los usos, y el los sudores del vellocino malcriado

Verboso lerdo que apunta al mar su flecha enmielada,

Sólo su cola se salva en rigor de la cuaderna vía,

Retruécanos de aspirar suntuoso poesía para el revuelo,

Talidad,  omnímodo hueso, criatura perenne en la marquesina.

 

 

 

ARTE POÉTICA

 

Industria de yambos

Mambo de mierda y cinturas de papel

Fiesta de la caída

Travesaño

de la cadera que se tuerce

que haga agua por detrás;

O sino

Vainilla y desinfectantes

a media tarde

y té.

Pobre culo de fresas

Nadie habla desde el culo almendrado

de las fresas porquesí.

La gran puta poesía cocina de su muerte

y la sirve

al día de escribir:

El verano nacarado

y las sombras del verano

en el sartén de palo;

Hueveo triste y simple, la salvajada de escribir

Agotando, celebrando, confundiendo

deshojando margaritas

pateando la misma puerta

 

 

 

GÓNGORA LUNAREJO EN OBLICUO

 

De hojas enteradas el estío; de rosas el estrambote

del soneto; de claves el estilo del viento: un ulular

como una daifa estibada y en la senda la hondera

hiperbólica dama cortesana ramera de honor testigo.

 

Góngora inaugura una puerta de bronce con escarapelas

de su risa, diseña un árbol celeste en su caída.

Su fe se repite umbría en el salón boreal, y su desdicha

como el espliego que oculta en parte la ventana

adorna ansina la casa del novilunio; en ella la cama

reminiscente del alba, la cama imaginaria drapeada

en su extrema inmovilidad, como su método al pie de una

montaña permanece. Piensa un viento impersonal atrapado

en su trama en el azur transparente de extremos

condenados

a la ebriedad: Alma del Lunarejo, amor que se topa en el

almiar con amor bosquejado de burra blanca si no

cabecera

de flores defendida en latín de los rebaños que fueron

sino venturas del estanciero y señas del ángulo errante.

 

 

 

DEL VERANO INCULTO

 

Mañana extremada muerte demora ala de sombra

En ojos de Rubén huido

Sangre estrepitosa en retórico rosal oscuro

Demora acicalado bardo con gato de carbón y radio

Vacía madre en el labio de luz de la glorieta

Abuela del tiempo reposa su Imposibilísima Forma

 

Montaña medieval también erótica y sofisticada

Ajena de instruido mar en alazanes de mirada sola

La pericia es la del ser que a la del ser amado teme

Rubén huele irisada playa de tinturas en el lecho

Mientras fuga de la trenza por agujas

A delicias concubinas de la guerra

De la jocosa estrella que ha girado y se retoca

En lo que vuela derruido hacia el aroma

De corazón en feble corazón ignorado

De sombrero en sombrero azul para saeta

Melena de viejísimas horas

A la vanidad de lo sensible devueltas

Máximas horas de Rubén en celo Sombrero y Viento

Bajo sol del Verano Inculto

Nieve de Europa interpreta el Paquidermo

Aucells porque Europa es el mundo

Rimero de finísimas letras escamadas

Mozart como la muerte de los bañistas al pie de la ventana

Ojos de revocados mares y laminadas lágrimas de risa

 

Ya entonces Poesía era oscura como nada

 

 

 

POEMA

“Cada uno cuide de su entierro que imposibles no hay”. Frase
póstuma de Quincas Berrido Dagua según Quietaría que estaba
a su lado.
Jorge Amado

No nací para le guerra

ni el amor,

Y los ojos no fueron estos días

yemas adoloridas,

Ni siquiera la locura invadió mis sembríos,

Y no canté, ni escribí, ni leí.

Algún momento atiné a dormir sobre mí,

sobre mis tardes,

Algún momento moví la cola como un perro

y fui feliz

riéndome

sin ocultarme.

Pero no subí a las tribunas, ni trabajé

ni mantuve a mi mujer, ni tuve unos hijos;

Sólo El Canto de la Fragua fue conmigo

el amor repleto de peces muertos

y solamente permanecí desnudo ante la lluvia

que muere tras los espejos ;

Y solamente yo

Ebrio

Sin haberme movido de esta tierra

con flores que viste o arruma el frío.

 

 

 

ESCENA

 

Todos tienen su mujercita

La más triste pobre y sucia mujercita

Pero la tienen y la mantienen

Y la muestran en la calle o la ocultan en la casa.

Muchos se casan y son hijos o padres o esclavos

Otros buscan otra mujer siempre

y van solos de negro en las procesiones

o llevan flores en la solapa

y saben que la procesión va por dentro

O hacen anotaciones en libros grandes como plazas.

Son poetas. Escriben poemas

Y tienen y no tienen su mujercita /vaya derecho,

En cambio los que se van, los que todo el año

miran el rostro de las muchachas

los que sin alharaca parten,

Los que no tienen una pálida mujercita en la cocina

– porque después de todo no tienen nada –

Esos, los poetas de marras los aquelarres, están solos

Aquéllos

Sólo tienen la boca de la reina Victoria para besar

para morder

y la muerden

pero viven lejos de su reino

deseando.

 

 

 

RICHMOND 303

 

No

Fue

Por el asunto ese

De la cocaína

Sino

Puro

Miedo

De que fuera tan linda y pulida

y tan sola

Y vacía como una lámpara de Kerosene

de 1930

Que tuve que abandonarla.

(o en honor de la verdad: dejarme abandonar)

Mi drama (mientras le metía la lengua)

Es haberle querido explicar

En qué consiste la revolución en estos países

O pretender

a costa del amor

a costa del mar asediado

Una conversación en el aire alborotado

evaporándonos,

Pretender soñar en una playa ciega con alguien

junto a la hija de un diplomático inglés,

Mirarme

en ojos que en última instancia fueron

mi propio vacío

 

 

  

CUNILINGUO

¿O será como cabras
y cabros que se comen de una sola amapola?
Martín Adán

Ha de ser como una llama que se dice quieta,

No como el fragor, señora, o como una urna en

El calcinado esplendoroso carmesí, sujeto

Del deseo, sometido joven aún a las hurgaciones.

Suscitada por el deseo de ser la lengua,

Su inverso cono de luz, su seno recortado, sólo

La pura lengua de plumas y saudades revestida,

Celebérrima, y los glúteos severamente azotados

Con arena, y el viejo figurín en la ventana

Tras la cual otro sexo habrá de levantarse

En brillo y desmoronado será en parte como

Cuando desea un santo de su cuerpo su verso

Emocionado.

Las economías, en suma, del Poder, y

El poder hacerlo de espaldas hígado y riñones

Afuera, pero sombra de naranjos y también

Fritilarias, acudidas todas a la intimidad

Constelada en que se pee y se bufa domesticando

El verano:

Los besos que en las verijas tendrán

Que olvidarse, como la lengua serán en sí

Recordados:

Unos cuartos de luna lucientes

Para la sandalia del agua más pura al pisar de

Dos ríos orondos las algas, la fiebre y el costado.

 

 

  

POBRE POESÍA PERUANA

 

Westphalen tirita entre las horas

de su felicidad de nuevo librado

a la sombra de una rosa grande

 

Le priva el viento retinto

de su habitual noción

La memoria ladeada por el sueño

El viejo surrealista y la felicidad

meando de puntillas en los vínculos

 

Sin embargo el viejo sabe como

sobraba en cabeza de obsidiana

la afanosa sombra de la rosa

que ya no quiere caer

 

Y alcanza el peso del iridio

le estira de ese corazón

su memoria

a sus ángulos le obliga

a su figura leve como una manzana

de yodo más contraída que un astro

Lenta estocada en su cristal

 

(Pero el viejo ordena sus manos

mercurianas limpias calidades de iridio

como en vitrinas de ciudades áureas

Que en celadas de un vestido blanco

La talladura tiesa de admirados apetitos

Sólo una escena sencilla

Del libre en su dominio amado)

 

Allí practicaba Lezama

El arquetipo su agitación de ciego

Allí pisaba el polvo de su amadora senda

Alto en un patio de voces

Que han invadido las llamas

La arcilla de las hadas

El árbol de Ayacucho

Más aún que el árbol de la voz herida

Tibia como el cuerpo recogido

La flor del latido

Del mar de las grandes migraciones

Como el compás de un eclipse

El viejo y su cuchara de lata

Las olas del lienzo

mojando el bazar oscuro

 

Vencidas del rumbo permanente

Cambiadas

Por huellas del fin en las espumas

En tránsito a su enamoramiento quieto

Aún todavía compás de eclipse

El viejo de la rosa grande

Toda exageración y cumplimiento

Toda consumación de constructor

riguroso

El viejo surrealista peruano

Donde eran de magnitud la rosa

Y la evaporación de naves

Más todavía que un trígono

Propicio en la desesperanza

Destino de cuyo día y obra

De cuya felicidad mayor

nimbos truenos son

de su alegría fosca

Usando mar causando alivio

Como vuelo o escama

de la saliva en el beso

El vientre harto

Precoz que te oye

Pasar hoy

Silvando espejos.

Vladimir Herrera (Lampa-Puno, Perú, 1950). Tras la publicación de su primer libro de poemas, Mate de cedrón (Lima, 1974), vivió en Lisboa, Roma ... LEER MÁS DEL AUTOR