Umberto Piersanti

En el tiempo que precede

 

(Traducción al español de Emilio Coco)

 

 

 

De este último verano que perdura

blanco el asfódelo en el largo tallo
la primavera enciende que aquí se retrasa
a los domésticos elíseos te acompaño
y a mis rosas claras en las matas
en las que siento el aire aunque apagadas
te he gozado tenías como siempre
el cuerpo poderoso atado al tronco

pienso es el mismo verano no acabado
son los días de agosto y el bochorno
mujer te aguardo ahora mientras escribo
sé que esperas un hijo, que esperamos
pienso en esa montaña, en los asfódelos
y en la primavera que tardaba, donde no hay regreso
y se ha acabado

de este último verano que perdura
en cuadros fijos fluye la memoria
en la torre en Verucchio por los montes
suspendida en lo oscuro hasta las luces
sientes que huela el cenizoso ajenjo
el mar bajo las piedras chapotea
cuando la luna lenta se levanta

cesa en setiembre el tiempo que no turba
a mi dolor tu mano se entrelaza
llega tan claramente la ternura
nos acompaña a Umbría entre las peñas
el amor por doquier en los palacios
las callejas, el roble que se inclina
en todas partes tierno y obstinado
mi asustado corazón temblaba

como brizna de hierba sacudida
mujer sobre tu traje y tu cintura
tan dócil y quieto sin el grumo
que en el cielo me hizo el negro sol

este último setiembre está el aire claro
como no lo recuerdo desde cuando
con Gilda me extravié en la montaña
igual que hoy entonces declinaba
la estación que vuela y no se dobla
los frutos del otoño que nos espera
de lividez y sol están cargados

verano que no se acaba que madura
granos de uva dulces, polvorientos
como una convalecencia que perdura
suave con jugos de aire y las manzanas
que el rocío de otros años no conocen
también el alma hinchada está a la espera
de una nube irreal, de una riada
de viento que la coja
que humedezca el otoño el ojo tenso
aflojando este nudo que me aprieta

veo encendidos crocos sin la bruma
y el arce que sus hojas va extendiendo
amarillo en el foso sin agua ni vapores
suspende el año en mí sus estaciones
siento su paso a través de la herida
de mi tiempo querido que se esfuma

Comienzos de octubre de 1985

 

 

Muda mi tiempo cambian los sucesos

 a mi hijo Jacopo que aún debía nacer

cuando fue medianoche en la mezquita
con sus lozas azules como el cielo
rodearon de blanco las gaviotas
los alminares bajando hacia el mar
eres la primera persona de este año
que veo en el cenador nos apretamos
del antiguo jardín con los esmaltes
también cerrado aquí en oriente como
los que están en los mosaicos de oro

siempre la vasta tierra que recorro
por sus muros me empuja y por sus cielos
a menudo me encierra una compañera
dentro de un nicho cálido que el seto
protege del estruendo que me inquieta

regreso a mis colinas donde el aire
corta incluso en los días de bochorno
subo donde la mata de la rosa
alza sus bayas en la escarpadura
recuerdo que el invierno ya pasado
nos revolcamos en las castañuelas
habías descubierto mi morada
tierra alta sobre el mar de robles  y vientos
mientras huelo tu piel la hierba blanda
en tu mórbido vientre me sumerjo
encerrado por largos muslos cálidos

por el foso miraba de muchacho
cuando se vuelve la uva dulce y amarilla
tras el gran matorral que se despeña
ciñe el tiempo de fresnos y mi casa
más allá, hacia el mar con grandes barcas
que a lugares diversos se dirigen

hoy me inquieta el tiempo que me aguarda
sus obras y los días que no viví
que no conozco y encuentro en el camino
de esta edad mediana que me espanta
que su curso cambió sin consultarme

esta vicisitud larga como la vida
quizás cambia a quien viene y no conozco
a la espera yo ando como siempre
por ahí, alrededor de mis colinas
luego me voy lejos y aquí vuelvo

Enero de 1986

 

 

Asfódelo blanco

salen del mismo tallo más asfódelos
sus renuevos altísimos dominan
al pastor en la sombra que para su rebaño,
desde azules confines han bajado
por los lozanos campos en manadas
y a la blanca corola desmesurada el viento
no dobla, tan suave

si la mujer te invita a los asfódelos
de pronto allí se tiende, hace el amor
pero si cae un pétalo, en el vientre
deja una tira rosa como seña
nace el niño con dones, en el sueño
ve historias de mañana
y las cuenta

 

 

La orquídea de los campos

aunque se alza sola en el ribazo espeso
bajo las matas donde la clemátide
se une a la retama y se confunde,
están verdes aún sus largos tallos
y brilla el amarillo en todas partes,
siempre la ves, tupidas sus corolas
en el esbelto cáliz, rojo vivo,
flor de las sierpes que allí entre las hierbas
saliendo de los hoyos culebrean

se acerca la mujer cuando atardece
el sol casi se arrastra por los montes,
nombra a la bruja en la que ahora piensa
no sospechan de ella en los hogares,
limpio y tranquilo el aire, sólo el trino
del primer ruiseñor lo surca y vibra,
si no hay nadie en los campos más cercanos
ni personas perdidas a lo lejos
y no se oye una voz por los ribazos,
sale la bruja de la larga orquídea
dice a quien la llamó qué ha de hacer
para que el hombre vuelva y no la deje
ríe más fuerte, ofende
y se va abajo

 

 

El yero claro

donde termina el trigo y el ribazo baja
al reguero de agua entre las hierbas
crece el yero espeso, enciende de rosa
el lindo verde mojado de fin de mayo
echa sus hilos a las cepas, a los troncos bajos
larguísima es la flor atravesada
por estrías azules transparentes
parece la judía joven que no logra
madurar por los fríos y las aguas.

sale del hondo agujero la culebra negra
resplandece fuerte el aire tras el chubasco
quiebra el yero, engulle las largas flores
y de repente piensa en su enemigo
con la caña sutil ha volcado
bajándose a la tierra la madriguera oscura
revienta de rabia y repta
por los campos y el trigo, llega
al aprisco y espera en la castañuela
a que el rebaño se encamine con el pastor

 

 

En el tiempo que precede

madre que entre todas eras la más amable
perdida con tus amigas en el foso
larga la trenza en tu cuerpo delgado
baja hasta la cintura, por el agua clara
caminaste descalza, apartas las gravas
se esconde el cangrejo en la madriguera
alrededor están las colinas que tú esperas
atravesar un día, no conoces la meta
miras el ribazo que cuelga y te domina

hoy en el trébol Madío ha cogido
en la plantación la liebre con la pala
pasan los mirlos en el aire claro
echa el saúco sus espesos granos
mas Celeste está lejos, cerca de los alambres
donde muere quien se fue a la guerra

bajará esta noche desde el cielo
–relatabas tu cuento a Elda atenta–
lo espero con la almohada cerca del nogal
hay como un gran carro que vuela por encima
para él pongo las violetas en el vaso
he quitado las sábanas de las cenizas

luego cavó la tierra justo en la puerta
dentro plantó el nogal, la rama clara
lo aconsejó Fenisa cuando supo
que es ésa la planta donde espera

baja en su uniforme gris verdoso
lento ladera abajo por la senda
resplandece su cara por la luz
como nunca se vio dentro del aire
será aquella muchacha que espera
a que vengas en la noche desde el cielo
la primera en abrazarte en el umbral

antes de que nacieras estuvieron juntos
estaban todos allí cerca del hogar
pescando castañas en la caldera
ahora faltan todos, falta una casa
sólo la tuve antes de nacer

Umberto Piersanti Nació en Urbino en 1941. Es autor de los siguientes libros de poesía: La breve stagione (1967), Il tempo differente (197 ... LEER MÁS DEL AUTOR