Thiago de Mello

Lección de Cordillera

 

 

 

A Salvador Allende,
el fuego devorando,
el sueño cantando.
El pueblo va a hacer el resto.

 

 

 

ES DE ESPERAR, DE SUPONER

 

Después, siempre es después, mejor que nunca,

en fin después de todo y casi nada,

ahora (es de esperar, de suponer)

ya todos aprendimos.

 

El gesto rojo erguido, cómo es lindo,

la boca brasa boca llamarada,

esa enseña y su ardor, la multitud,

su estruendo en la alameda iluminada,

la intención generosa, aunque tan ciega,

de tener ahora lo que está aún tan lejos.

El corazón palpita, poderoso,

la mano cree que puede abrir el sol.

 

Ahora, es de esperar, de suponer,

ya todos aprendimos que no basta.

Puede ser muy hermoso, mas no basta

para que la ancha rosa se edifique

y permanezca erguida allí en su amor.

 

Ya de antes lo sabías, viejo hermano,

ya de antes tú sabías que no basta,

tú, a quien dejamos en el fuego inválido,

y hoy muerdes el silencio,

en el destierro del mar.

 

Último día del año siniestro, las aguas del Tigre brillando.

 

 

 

 

LA TERMITA EN LOS PUNTALES

 

Del modo como van las cosas,

aquí por estos campos de la lluvia,

donde comparto el vino y la esperanza

con los campesinos araucanos

cuyos antepasados fundaron, con sangre

y tambores, la verdad de esta tierra

-puede ser que se levante un arcoíris.

 

Creo que aún es posible.

Pero va a depender de los tantos

que, de milagro, un día reunidos

(aunque jamás unidos de verdad)

trajeran para el campo sus discordias

que se arrastran por los caminos húmedos.

 

El latifundio unido y decidido

a todo y ya sabiendo lo preciso

para impedir que el pájaro palpite

en la estrella del canto libertado.

Mientras los que llegaron, yo entre ellos,

con la verdad desde el asfalto a dar

rumo único a los siervos de esta tierra

(mas cada cual dueño del propio atajo),

se desatan del lazo generoso,

tal vez mal amarrado, y dejan

que la discordia deshilache la fibra

del manto rústico bajo la lluvia.

Creo (escribo en el centro de la desunión)

que aún se puede alzar un arcoíris.

Mas también puede ser que las termitas

corroan los puntales de la casa

que es necesario edificar.

 

Allá en mis campos, en lo que es el mismo

el dolor, cuando la lluvia socava

el fatigado suelo, todos dicen

que un día, un día ha de caer la casa.

 

1971, en los campos de Cautín. 

 

 

 

 

LO QUE ME ESPANTÓ

 

No fue la multitud yéndose a casa

(nosotros en el medio, enmascarando el miedo),

piernas pesadas, la cabeza baja,

según las órdenes del enemigo.

Eran obreros, hombres y mujeres.

Eran hombres de todas las edades,

subiendo silenciosos la Gran Avenida.

Ningún estruendo, ningún brazo erguido.

 

Ni la organización perfecta del enemigo,

la puntería espantosa de sus aviones,

el rigor implacable de su odio.

 

Ni la ingenuidad de los que atendieron

al turbio y baboso llamado

de la monstruosidad humana

repetido por radio.

Pues creyeron en la idiosincrasia,

y se entregaron de buen grado al reino

las tinieblas y el crujir de dientes,

donde hasta hoy, con excepción de aquellos que murieron,

aprenden todos los escalones del escarnio.

 

Lo que me espantó fue el asombro

que de súbito, desorbitado,

faltando el aire, el suelo huyendo,

vi erguirse en la mirada, en el techo jadeante,

en las manos que no se encontraban,

de aquel compañero

marinero de tanto mar,

cuando comprendió,

después de tanto creer amando,

que las barricadas, los grupos de combate,

los cordones de miles, la vanguardia de fuego

no iban a llegar, no iban a alzarse, no,

y que los planes y proyectos de resistencia

(escurríanse brasas de sus lágrimas)

eran planes y proyectos de palabras.

 

Santiago, octubre de 1973

 

 

 

 

CANCIÓN VIVA PARA VÍCTOR JARA

 

La vida erguida en canción

la verdad entera aclara,

Víctor Jara.

Un sol abre el corazón

del obrero: es tu canción,

Víctor Jara.

Con tu canto el campesino

mejor la tierra trabaja,

Víctor Jara.

Y cuando el alba se alzaba

en contra de la opresión,

Víctor Jara,

de la sombra la traición

salió con su hedionda cara,

Víctor Jara,

acallando tu guitarra.

 

Feroz de hiel y opresión,

cree que mató la verdad

cuando tu mano cortó,

cree que acalló la mañana

que en el mundo se prepara,

Víctor Jara.

 

Seguirás vivo en la vida

buscando hermano cantando

y entregando claridad,

como rosa que se abre,

como fusil que dispara,

Víctor Jara.

 

Chile, 1973

 

 

 

 

ERA EL MEJOR

 

Murió mi compañero.  Era el mejor.

Los pájaros amaba.  (Lo recuerdo

imitando los cánticos alados.)

Más amaba los niños, una fiesta

cuando llegaba: él inventaba historias

de gente de verdad, luego reía,

cristal canción, un pájaro en exilio.

Le gustaba comer como quien canta,

sabía de sazones, el salmón—

de roca que él asaba con cilantro,

le daba toda explicación del mar.

Miraba tenso, tierno, deslumbrado,

la cintura morena que él amaba

pero nunca abrazó, o era de él,

y que él no pretendía, pero amaba.

Pasaba madrugadas aprendiendo

cosas de vida y muerte de allá lejos,

de nuestro suelo amado de la infancia,

donde fue devorado.  Mas sabía

que la verdad no vive en los manuales.

Trabajaba en la construcción de barcos

y de esperanzas hechas de granito

y rocío también.  Confiaba sobre

todo en el poder de los oprimidos.

Cuando decía “la clase”, esta palabra

ya no era palabra, era canción,

la propia historia de la injusticia humana

que, en su boca, la vida resumía.

Sabía que pequeña era su parte

en la reconstrucción de la alborada,

pero entero se daba.  “Un día vuelvo,}

y no quiero errar más”, solía decir.

Una vez me llamó para una casa

ayudar a construir: la piedra, el barro,

el martillo y el triángulo, en sus manos,

no eran otra cosa que herramientas

de las que él se valía para ser

compañero del hombre.  Era un bueno.

Riendo hacia las cosas, pero un día

amaneció llorando, como un hombre.

No quiero recordar momentos ásperos

que atravesamos juntos, pero en todos

de él la fuerza gané para mejor

hacer lo que debía.

 

Se llevó

en el pecho un secreto que al instante

de despedirnos le entregué.  Va a ser,

sí, va a ser muy difícil encontrar

otra frente capaz de compartir

una verdad (y un precio) que será

un día flor de la vida verdadera

que el compañero muerto llevó siempre

callado y solo, dolor y bandera.

 

1974, Buenos Aires

 

 

 

 

-De Poesía
Edición y Traducción
Colección La Honda, Casa de las Américas, Cuba

 

Thiago de Mello Amadeu Thiago de Mello (Barreirinha, Amazonas, 1926 - Manaus, 2022). Fue un poeta brasileño. Después de estar detenido durante el golpe de ... LEER MÁS DEL AUTOR