Tamara Kamenszain

¿Ya hablé de la muerte?

 

 

 

 

Dónde estará lo que sigue

me pregunto

mientras lo que quedó atrás

se parece

a un barril sin fondo

en el que es imposible buscar

un indicio para este futuro

que viene cabalgando lentamente

como una flecha de esas

que siempre van a dar en el blanco

aunque hagan un trayecto sinuoso

que a los ojos de ciertos ingenuos

puede parecer

errado.

 

 

*

 

Fuera de padres, desmarida

vino en un cuarto ambulatorio

de canto a esta moneda ajena

gasto el calefón en su rugido

quedada matriz de la heladera

acaso me enfríe de mi casa y voy

a tironear, si escribo, de los hilos

que en la maraña enlazan a mis hijos.

 

 

*

 

 

Estoy lista. En aviso de regreso

voy a liar los versos al paquete.

Aflojo el metro, nudo de lo dicho

y envío su retorno como carta.

Hasta aquellos cincuentas marineros

una postal les llegue, una noticia

el hilo arrugado en la memoria

el ojo que enhebre esa miopía. Pues

no me leen, los muertos, mis

abuelos.

 

 

*

 

 

Lo que empieza donde termina

Para armar un libro hay que hacer

como las modistas que cosen

siempre del lado de adentro

y cuando dan vuelta la tela esas costuras

que ellas trabajaron confiadas

desaparecen para dejar ver

un aceptable

lado de afuera.

 

 

*

 

 

¿Ya hablé de la muerte?

murió mi hermano

murieron mis padres

murió el padre de mis hijos

tantos amigos murieron

y dije y digo que no están más.

¿Eso es hablar de la muerte?

Dejé anotado que se fueron

Les dediqué libros los nombré

por sus nombres me anoticié

de que nadie me contestaba.

¿Eso es hablar de la muerte?

Ensayé todo lo que pude

insistí con estribillos ajenos

“debajo estoy yo” “debajo estoy yo”

pero Pizarnik ya había nacido

enterrada Alejandra Alejandra

se hizo llamar desde chica

y eso sí que es hablar de la muerte.

Yo solamente la cito

porque nací en una generación

y eso no es hablar de la muerte

si el cuerpo camina solo

plegarse con otros al paso del tiempo

es un deporte literario:

“La muerte y la vida estaban

En un cuaderno a rayas”.

 

 

*

 

 

No puedo narrar.

¿Qué pretérito me serviría

si mi madre ya no me teje más?

Desmadrada entonces me detengo

ante un estado de cosas demasiado presente:

ser la descuidada que la cuida

mientras otros la descuidan por mí.

Son personas que me sobran

y la gramática se torna un escándalo

cuando ella que olvidó las palabras

adelanta su bebé furioso

con el fin de decirlo todo

aunque no se entienda nada.

 

 

*

 

 

Del otro lado del dormitorio familiar

fijo como una roca al espacio inhóspito del desalojo

ahí, más allá de los retratos de abuelos

señalando esa almohada que ya nadie usa

pegado a las valijas que esperan de pie

ahí es donde crece el fantasma del asilo

que espera paciente a mi madre para volverse real.

En puntas de pie entramos a espiarlo

detrás de un olor hay otro olor hay otro olor hay otro olor

y todavía más atrás de un quejido un ruido avanza

son sillas de ruedas que caminan solas

los desnudos y los muertos ponen el freno de sus sondas

a disposición de las enfermeras

alguien tiende la cama con fruición de sepulturero

en la sala de kinesiología inmovilizan a los inválidos en zapatillas

no encuentro la salida aunque las flechas la indican a cada paso que no doy

no la dejemos no la dejemos acá decimos a coro con mi hermana

que ella nos cuide, que ella nos proteja de lo que le toca

consolanos mamá de tu propio sufrimiento

porque el gasto de tu vida nos ahuyenta

poniéndonos como locas al borde de la salida

aunque la flecha que la señala ya atravesó tu cuerpo

y ahora todo lo que nos espera es una entrada

marcha atrás por el túnel de tu deterioro

ese que desde el primer parto programado

hasta el punto muerto de la última cesárea

va expulsándote sola suelta de tus propias hijas

afuera más afuera muchísimo más afuera todavía

de nuestro primer hogar.

 

 

*

 

 

Esto no lo conté nunca a ninguno de los analistas:

en el colegio primario judío veíamos todos los años

la misma película de los campos de concentración nazi

esa donde unos cadáveres vivos cavan la fosa

después tiran adentro los huesitos de sus muertos

y después todavía son obligados

a empujarse a sí mismos suicidados por otros

que los fusilan para que de tan livianos caigan

sin comerla ni beberla.

No sé pero todavía hoy cuando un taxista dice

algo sobre los judíos me callo

no vaya a ser que por el espejo retrovisor descubra

que yo también estoy al borde de esa fosa.

Por eso no opino por eso me escondo

detrás de la primera persona.

 

 

*

 

 

Soñé con Arturo Carrera

es un amigo de mi generación literaria

me susurraba en italiano palabras al oído

era excitante.

Usted puede viajar a Italia a ver si ahí encuentra el amor

interpreta la analista buscando que acabe

la novela de mi vida para que por fin empiece

su realidad.

Arturo no era Arturo porque nunca

en los sueños los que vemos son los que vimos

y de mi generación literaria el pasado me impone

complicidades guiños contraseñas

que los que no estuvieron ahí

nunca entenderán.

Eso me obliga a hacer siempre el mismo recorrido:

psicoanálisis, literatura, teoría, política…

y aunque muchos jóvenes se fascinen con nuestra época

es un hecho que nosotros

tenemos la cabeza quemada.

 

 

*

 

“Escupamos quieres realmente/ sobre aquello que/ hemos amado”

dicen unos versos de Louis Aragon

que repetíamos a los 20 como un mantra.

Usted se desenamoró del amor repite ahora mi analista

como diciendo vuelva a ilusionarse vuelva a creer

que el asma tiene cura porque si no

no va a poder curarse de la poesía no va a poder lograr por fin

alguna inspiración.

 

 

*

 

Yo a esta altura de mi vida

me siento obligada a ser clara

aunque nada ni nadie me lo pida.

En un poema de 1986 me puse oscura

para decir algo que ahora

diría de otra manera.

Transcribo parte de ese poema con el único fin

de poder usar de nuevo sin avergonzarme

la palabra sujeta:

“Se interna sigilosa la sujeta

en su revés, y una ficción fabrica

cuando se sueña”.

Para mí lo urgente a esa edad era

graduarme de mí misma retener

como diploma de adulta mi nombre propio

en una celda impersonal.

Para eso tuve que recurrir a la tercera persona

como si en verdad los sueños de la otra

los pudiera descifrar Tamara.

Tamara Kamenszain (Buenos Aires; 9 de febrero de 1947-Buenos Aires; 28 de julio de 2021)  fue una poetisa y ensayista argentina. Estudió filosofía, trab ... LEER MÁS DEL AUTOR