Un poco de orden en la casa
ÚLTIMO REZO PARA LOS OJOS DEL TRAIDOR
No existirán los pasos que no llegaron a la puerta
no existirá la mano que no toque o empuje
y abra la hoja clarísima
no existirá la voz
como un pez será mudo
como un pez vivirá bajo las aguas
aquel arroz que iba a su boca ya cesó
hilo de cobre será por donde pase el trueno y
tienda una música ronca un sol cortado en dos
como una sola vez los grandes animales se perdieron
como una sola vez las raíces del árbol
fueron pobladas por el humo del fuego fatuo
y por el diente de la hormiga
así se irá pudriendo en el camino aquella sombra
aquella sombra el gesto de una mano que fue
con cinco dedos con sus cinco sentidos
con su nombre y su cuchara ardiente
era dirán
en su ojo fijo ya no hay sueño.
MALEVA Y LOS NIÑOS EN EL PARAÍSO
Los únicos paraísos no vedados al hombre
son los paraísos perdidos.
J.L.Borges
En el jardín
y más al fondo, en los ojos de Maleva
los niños se tiran de los árboles.
Aquellos niños puros que ya fuimos
cubiertos por pañales blanquecinos
se tiran de los árboles.
Pero se tiran a morir
a que nos olvidemos.
Y se tiran riendo
porque disfrutan de antemano
la pena que vendrá
la desesperación en que más tarde
o más temprano
sucumbiremos todos.
La muerte de los niños no está escrita.
Ellos la prefiguran en la rareza de sus juegos.
Ayer, si no es que hace un instante
o hace doscientos siglos
los niños figuraban ciertos juegos
como en una nostalgia de niños anteriores.
(Los primeros, los últimos que vuelven
a comenzar las filas
ya no figuran nada, gritan
carne de momia carne de momia
queremos la cabeza del escudo.)
Quiénes simulan ser los últimos.
Quiénes son los primeros.
Los niños
hace un instante o hace doscientos siglos
entraron al jardín con papeles marcados.
Se tiran de los árboles.
Se tiran.
UN POCO DE ORDEN EN LA CASA
Para mi hermana Olivia
Esto está oscuro y tiembla.
Mi padre, el padre del que todo lo puede
¿me ha mentido?
Yo decía si viro, si retrocedo
muero.
Vi a la gente gritar, vi a la gente
muriéndose, con pan sin nada que ponerle
pero gritando vivas verdaderos
en sus casas de tablas remendadas
caídas ya de frío y de esos vivas.
Vi a la gente, esa gente era yo
mi madre
mi padre loco en un cuarto enloquecido
el padre de Renté que no aparece en mapamundis
ni en diccionarios ni en los coloquios internacionales.
Ese que digo no está vivo ni muerto.
Yo lo boté en el secadero.
Las monedas mensuales tiradas por esta mano mía
que no es mía ni es la mano de nadie
a la furia del viento y al camino de El Triunfo.
Me mandaron, ve y tíralas.
Boté lo que era mío.
Más bien boté lo que nunca fue mío.
Ahora se dice abajo, en ese tiempo no
en ese tiempo éramos bellos
nos llamábamos bellos, gente con suerte
seres mágicos que cambiaron el rumbo
porque decían amar al pobre no es más que amar a Cristo.
Cristo está en los maderos
clavado en una cruz (hizo muchos milagros)
clavado en una cruz entre ladrones.
Mi padre, el padre del que todo lo puede
¿me ha mentido?
Sus hijos, los apóstoles, lo van a divulgar.