Silvio Ramat

Economía doméstica y otros textos

 

(Traducción al español de Emilio Coco)

 

 

 

ECONOMÍA DOMÉSTICA

 

A las once y media –el martes–

libertad para los varones. Quedaban

ellas, las muchachas, para la clase

de Economía Doméstica (materia

rara, palabra insegura: el ahorro

no tenía nada que ver…). Qué harían

en aquella hora, no les importaba a los varones;

pero después de medio siglo, sí, el sentido

de aquel quedarse en el aula ya se entiende,

si nos salta un botón o se descubre

una carrera, el agujero en el calcetín…

Saben arreglar, nuestras coetáneas,

cualquier cosa: manos de plata, veloces

para delicadas microcirugías.

Nos preguntamos: las más jóvenes, ¿saben

hacer las mismas cosas? Así somos felices

por haber vivido, aun sin saberlo, el tiempo

de aquel aprendizaje de la aguja y el hilo.

Luego uno quisiera, en el quirófano

(quod deus avertat…), en el momento crucial, confiarse

en sus incisiones, sus suturas–

queridas compañeras, venas e hilvanes

del sentimiento joven en moratoria.

 

 

 

QUERIDO PAPÁ

 

Querido Papá, quería darte

la buena noticia: nos acoge

a ambos, en la misma hoja

(volumen dieciséis,

página seiscientos veinte),

la nueva Rizzoli-Larousse.

Somos dos «voces», y paciencia

si a la tuya conceden apenas

dos tercios de mis líneas,

cuando el más poeta de los dos

eras tú ‒pero ocurre siempre

que al superviviente se le acredita,

inmotivada, una bonificación.

Lo que cuenta es que estamos allí

juntos, inmortales en el papel,

contiguos, para una memoria futura,

ahora que la historia

se adentra en sendas más oscuras

y próximo es el aniversario

‒treinta y siete años: ¡una vida!‒

de tu repentina salida.

 

 

 

PARA MI PADRE
NACIDO EL 26 DE JUNIO DE 1905

 

Y así, antes de que termine junio,

¡tú también centenario!

En más de un libro

que quité de tus anaqueles, encuentro dedicatorias

de autor ‒Quasimodo, Barolini,

Barile…

En «La Italia literaria»

(años Treinta) reseñabas a poetas.

Tomabas notas en papeles que

la vela del tiempo ha vuelto oscuros.

Por lo general era el reverso de una prueba.

Me conmueve este rendirse al tiempo,

el perderse de todo color en lo oscuro.

¡Cuán valioso debía ser

‒para cada uno‒ el papel! Y más que tú

repruebo la poética de la página blanca.

 

 

 

FANTASEANDO SOBRE LOS PASOS DE ÉL
EN EL VERANO DE 1944

 

Mediodía de finales de julio.

Bochorno. Cigarras. Lozanía

de viñas contra el cielo oscuro.

El trueno se hace oír.

Avanzan los tres, de patrulla,

cautos por los huertos de frutales.

Sigo al más maduro en años:

gafas, mosquetón vetusto,

no lleva un uniforme

sino ropa tan desteñida

que más vivo parece el rojo

del pañuelo, en el cuello.

Adelante. Arriba, algo

se ha movido, y no es ruido

de primera lluvia, entre las hojas.

No, es en la rama, donde se balancea,

execrable pájaro

de mal agüero, el alemán.

¿Dormita? ¿Picotea? Distraído,

¿dónde mira? Viejo mosquetón,

¡tuya es la palabra! Venga, ¡apunta,

acierta! Si estamos en el bautismo

de fuego, ¡no puedes sustraerte!

……………………………………………..

Pero tú, santa Naturaleza, tú

provees. Basta un rayo

¡y ya el árbol se vuelve ceniza

con todas las vidas que acoge!

 

(Oh padre mío partisano,

lo imagino, en aquel verano

del siglo perdido y lejano,

tu triunfo sin botín.)

 

 

 

«NO HABLEN…»

 

«No hablen al conductor», pero en el tranvía

de mi infancia se leía de manera distinta:

«manejador», y desde aquella palabra

se difundía un olor, duro a hierro y arrabio,

como duro era nuestro itinerario,

el ir y venir de cada día de la casa a la escuela.

Tímido, no transgredía el precepto

pero a veces era él, el «manejador»,

afectuoso por cansancio, que soltaba

una ocurrencia, para hacernos reír.

Conducía de pie en la plataforma

como un timonel en alta mar, ignorante

de que formaba una parte laboriosa dentro

de una eterna cotidiana metáfora.

 

También más tarde, obediente al precepto

antiguo, me he callado con todo

timonel a quien me encomendaba,

ya fueran ferrocarriles o cielos o aguas.

Y ni siquiera en mis sueños he hablado

(creo): no para salvar erizados secretos

sino porque estoy seguro de que nuestros sueños

alguien los conduce, «manejando»,

aunque ya no con el dulce estrépito

que tenía el tranvía, desvanecido el olor

duro a hierro y arrabio. Los ángeles, ¿están en pie?

 

 

 

LAS LLAVES DE CASA

 

Quizá no debía buscaros, sin embargo…

Siento que podríais estar aquí cerca,

apenas más allá de la barrera de ortigas

en este jardín desertado

que se descubre por los anchos ojos de herrumbre

de la verja.

Desertado pero todavía

capaz de dar frutos, me doy cuenta de ello

en junio por todas esas cerezas

que el pico de los pájaros no coge

y perjudican el suelo.

Si estáis,

no digáis nada. Basta con que escuchéis:

he sido bueno durante todo el verano,

renuncias y más renuncias: ni una película

ni una cena entre amigos, he recuperado

las dos materias que tenía en setiembre.

¿No me merezco las llaves de casa?

 

 

 

ORDEN INVERSO

 

Renazco, primogénito. A los dos varones

nacidos después de mí y a la niña

les enseñaré cómo se ata un zapato.

De mi voz aprenderán los primeros

rudimentos de la escritura y los números,

además de algún verso de memoria. Haré

que sean puntuales en la escuela. Días

serán, y meses y años de llamadas

para mí, de alarmas sin algún descanso.

A los dos varones enseñaré las reglas

del fútbol y la pasión. A la niña

cómo se inventa un pastel: tendré

sus muñecas, hasta que absorta en la cocina

haya mezclado la harina con los huevos.

Cuatro muchachos ‒y mientras el horno cuece‒

que no olvidan hacerse la señal de la cruz.

 

 

 

CÓMO MIRAR

 

una vidriera pintada, un lienzo,

un fresco, un cartón‒

ser dos,

encendidos, dentro, por una idea de lluvia

(fuera, el aire grande de la ciudad)

contemplar juntos no comprender

quizá las estaturas las alegorías

decirse lo que se sabe o se presume

memoria y fantasía haciendo lumbre

y sentirse paredes tan tiernas

que las penetre el clavo llamado amor.

Silvio Ramat Nacido en 1939 en Florencia, Silvio Ramat enseña desde 1976 literatura italiana contemporánea en la Universidad de Padua. Se ha estrenado ... LEER MÁS DEL AUTOR