Silvia Siller

El origen, la danza de la carnada

 

 

En la India en el año 400 A.C. sólo las personas de las castas más altas
podían bailar a las deidades dentro de los templos.

 

 

 

¿Fuego? ¿brisa?

¿Quién bailó primero en una chispa de sudor que emancipa los sentidos?

 

 

 

DEL AGUA 

 

El agua reúne a todas las danzas del mundo,

emerge del mar

 

aprende a caminar como anfibio,

sin más ritmo que el rocío de la espuma

que viaja por su espalda.

In crescendo, 

una llovizna arrecia en tormenta

dibuja un mambo número caos.

Nace un compás híbrido que brinca,

ya es rana

y tras brincar, croa

vuela,

croa la primera danza.

 

 

 

 

LOS CUATRO BRAZOS DE SHIVA NATARAJA 

despiertan en rehilete,

entre incienso,

con la brisa que esparce un mándala de arena.

Varón y hembra la tiñen

con especias de anís y cardamomo

y se hincan para agradar al dios de la danza.

Una luz se traza en la arena de colores

como destilación de luna durante el eclipse

que averiguaremos en lo centrífugo de su mirar

en el incendio del cosmos con su tercer ojo;

pinceladas de cuatro brazos que navegan el aire

y diseñan la creación.

La danza brota, destruye,

regenera,
 renace, fecunda a Shakti,

se manifiesta el baile del mundo.

 

 

 

 

EL ORIGEN, LA DANZA DE LA CARNADA 

Científicos hallan en cueva eslovena huevos de olms,
que parecen de salamandras, pero son huevos de dinosaurios.
Postojna, Eslovenia.

Volvamos al aullido,

a mujeres neandertales que 
atraen al mamut

y al rinoceronte lanudo

mientras sus hombres se esconden, mugen, cazan.

La danza de la carnada con flechas y prehistoria

y aroma de flauta de fémur, 
de estirpe salvaje.

Gemidos entre estalactitas de cueva
 y roca.

Danza, protesta de voz encapsulada,

es hambre es sueño es ganas,

tuétano, vértebra de sangre.

Pronuncian onomatopeyas,

voz médula,

lenguaje entre colmillos.

 

 

 

 

IXCHEL, BORDA DILUVIOS

 

Para tejer el arcoíris

Ix-Chel baila 
el cántaro de agua

tras el beso del sol,

al último sorbo de mar

mientras vigila la preñez de las mujeres.

 

Ix-Chel se reinventa,

muda su piel de víbora

y renace cada primavera con la lluvia.

 

Preserva árboles y lunas,

salta conejo entre la hierba,

mide distancias entre siembra y cosecha,

borda diluvios 
con las agujas de hueso de su falda.

 

 

 

 

DANZA DE LOS ABANICOS EN COREA 

 

Pétalos de plumajes…

pensé que eran alas,

pensé que eran obleas,

que obedecían a la dulzura del viento,

con los matices de las ninfas.

Pensé que sus brazos de bailarinas

su cabello recogido,

sus vestidos impregnados 
del eco de jilgueros,

imitaban a las flores y su rezo.

Suaviza el ulular de la flauta desvaneciéndose.

Sospeché que en el pregón

de cada pétalo alado

se inyectaba un color al cáliz y a los sépalos.

El inminente baile de nodrizas

coreografiaba 
la música de la emperatriz de terciopelo.

 

 

 

 

DANZA TIJERA [Atipanacuy, Ayacucho]

Bebes agua en quechua, amas en quechua, renaces del amanecer en

quechua, 
se te aparece en sueños la primavera, luego bailas la danza de las

tijeras.
 Si te empeñas, si puedes con el filo del crepúsculo,
 si el tintineo de tus

tijeras se impregnó de la tonalidad
 del agua de manantial en la ceremonia del

permiso.

Cada cuerda del arpa y el violín rechina en el duelo, 
te enfrentas, recortas, con

cada parte del cuerpo, tiemblas, afilas y la verdad, la succionas de los ancestros.

Con risas de travesura, les prendes fuego
 en la olla de barro; con manojos de

ruda y coca, ya eres 
pájaro metálico de colores con penachos gruesos de

media luna. Los dansaqs, hijos de Wamani, el señor de las montañas, rezan,

juran, convocan las esencias de Ayacucho, Huancavelica, Apurimac, Arequipa

logran las proezas del cuerpo del carácter cortante.
 Son los héroes de resistencia,

acróbatas inmunes, danzantes tijera.

 

 

 

 

EX DIVA 

Mientras bailo no puedo juzgar.
No puedo odiar, no puedo separarme de la vida.
HANS BOS

La ex-diva dejó su abrigo de piel en la tercera fila,

quiso saciar su sed con champán.

Fue al bar, con aire de realeza

y su pasado puesto,

buscó que alguien la reconociera

donde no le ceden el paso, ni la sonrisa.

Ha visto la mitad de las danzas del mundo en escena

y le han parecido mediocres,

busca una entrevista,

trae su grito pues 
nadie llenó el teatro como ella.

Regresa a su asiento,

toma el programa, tiene frío,

se pone el abrigo de chinchilla

y sus lentes de sol.

Se sienta

en su noche.

 

 

portada silvia siller

Silvia Siller Es poeta mexicana y actualmente profesora de poesía hispanoamericana y español en Lehman College, de la U. Pública de Nueva York. Tiene m ... LEER MÁS DEL AUTOR