Moradas
Primeras moradas: Viaje
5
Colosal,
de corrientes malignas corroe,
me avanza y caigo, el viento;
quedo pegado a ese mismo aire,
me trae hacia un vacío que succiona
hasta que estoy dentro de las vías,
el aire se vuelve ruido y velocidad.
Si cabeceas caes.
Sólo lleva cajones sin parrillas —el tren—
cajas rectangulares con una barra de acero
en donde vamos crucificados.
Si caes, tus tímpanos revientan
zumbido, vértigo, sordera.
Luego el rostro se contrae
y los sueños de la inconsciencia te vuelven héroe,
mientras despiertas en el monte
con un cuerpo desaparecido.
Segundas moradas: Peregrinaje
7
Desde el sur hasta el norte merodean animales
repartidos por el desierto, son coyotes,
¿los miras? Juntan borregos para llevarlos al río.
De sur a norte cruzan la línea fantasmal.
Un sueño que viene del estómago y revienta en la cabeza.
Los zopilotes también emigran, van tras las vísceras sueltas,
el estiércol de los ranchos, entre gallinas, pollos
y vacas. La línea, muro, muerte y tantos coyotes esparcidos,
hombres y mujeres aborregados, alineados a las vías
por donde aparecerá la otra bestia, con su silbido de hierro
y sus navajas, la poderosa velocidad para llegar al norte.
Salir del sur, escarbar del aliento bilis y llanto,
el calor opresivo, el olor a cadáver.
Míralo cómo viene en el techo del tren el diablo
con su cara hinchada, verde y púrpura,
míralo cómo rocía agua bendita y esparce cempasúchiles
sobre los campos.
Tras la reja de alambre del patio quedan las niñas
y las huellas de coyotes, borregos y buitres;
en el aire todavía las miradas infantiles
y su miedo revuelto con fiebre.
Un gato cruza como ataúd.
Terceras moradas: Escondite
7
Cincuenta metros de largo por veinte de ancho,
treintaicinco mesas blancas
veinticinco muchachas.
Cemento.
En el centro botanero cada ficha
equivale a una cerveza
para la mujer que te acompaña
y a sesentaicinco pesos al final de la noche.
Calipso: esa franja pacífica
entre México y Guatemala; ahí te retienen
con bailes, camas eternas, alcohol;
los cuerpos innumerables son ocupados
y desocupados, y Calipso crece
magas de mil piernas.
Vienen del secuestro
aunque hoy ríen de los hombres que anoche no atinaban
de borrachos a tocarles las nalgas.
Cuartas moradas: Esperanza
5
Somos cinco, éramos diez
¿te fijaste que volamos muy bajo?
El cielo no nos pertenece,
sólo unos ojos de agua en el desierto.
Allá se ve Texas en el horizonte,
en el muro, en el ángulo del sueño.
Pero vamos a aterrizar en Chihuahua
cerca de Juárez, dicen que ahí matan los fantasmas.
La avioneta casi bordea los cactus,
vemos nidos de serpientes.
Dicen que en Juárez los asesinos
andan por las calles en forma de víboras.
Que tenemos que cruzar la frontera por tierra,
en el lomo de un coyote.
Y volvernos a elevar en las fauces de los buitres.
Nunca supe lo que era volar,
como terrones vamos a caer en un panteón
lleno de mujeres de negro, escuálidas, sin enaguas,
de negro como cuervos, de negro sin cara.
Quisiera seguir volando
sin reptar nunca,
ir desde las nubes hasta ese hilo de sueño.
Quintas moradas: Desengaño
7
Mi muñeca se cayó en un charco rojo
ese día del secuestro,
tenía hoyos en la cabeza
cuando corrimos y mamá desapareció.
Mi muñeca quedó boca arriba
con los ojos rotos
y dentro un agujero
con dos balas pegadas como plástico.
Siento escalofrío en mi piel,
vienen a cortarme las uñas
y me cortan la punta de los dedos.
Me hacen daño.
Mi muñeca me mira desde el vacío
de sus ojos azules.
Yo sigo mirando la mancha roja.
Sextas moradas: Lazos
2
El sueño en estas noches de Coatzacoalcos
es corrosivo, apenas cierro los ojos
aparecen las sierpes ovilladas al pie de las literas.
Siento cómo el miedo repta hacia mi cama,
se hincha cada segundo hasta enrollarse
en mi cuello y vientre.
De cada sombra se desprende una víbora:
buscan mi sudor, mi aliento,
la piel pegada a la ropa.
Paralizada veo frente a mí
hombres atándome.
Séptimas moradas: Balbuceo
5
Ojos de agua llenos hasta el borde
ojos de uno en uno
perdidos en el desierto.
Ojos sin lagrimales
sin contornos ni pestañas
ojos resistiendo la geografía,
pedregosa de pliegues y gargantas.
-Poemas del libro En esa delgada separación (Universidad Veracruzana, Xalapa, 2019).