Sarai Soler

Otro modo de limpiar el cuerpo

 

 

 

 

Cero al costado

Quería ser ella. Estar en otros espacios. Una performance, con ancianos en butacas.
Pudrirme a la espera del televisor Krim y reproducir a Betty Boop a cambio de cien piedras
para amolar el sexo, en huesos de ser hija de una época de ceros. Y todo se convierte en
cero cuando no dejas que pese la balanza en el sur de una isla desnuda.

 

 

 

Apunte matutino

He perdido la capacidad para oírme. Amarro los cordones, preparo la cafetera, duele la
espalda de amasar otro día con las mismas excusas, los mismos parlamentos. Y alumbro
ideas, la piedra, el musgo que se adhiere a las paredes del estómago y tamborilea como niño
en busca de otros senos para amamantar al neonato que despierta con el alba.

 

 

 

Citas de café

Con estas manos toqué monedas, alcé criaturas del vientre no germinado. En la oscuridad
me encontré. El espejo me hacía guiños y reflejó la silueta penetrada que hablaba de arte en
busca de niñas. Así fue como me llamaron a citas de café.

 

 

 

Cuerpo en Via Crucis

Guardo miedos, las ansias de ser feliz bajo el signo de acuario impreso al costado, y sólo
basta una fosforera para desmembrar el miedo a saltar la barrera, y vuelvo a la canela, al ajo
para ahuyentar vibraciones, vuelvo al lodo medicinal como único aliciente, al blúmer de
encaje para impresionar, vuelvo a sortear la piedra, a quedarme estática entre murmullos, a
observar al perro que se abre de panza, la arandela que busca donde engrampar, vuelvo a
mirar espinas que crucifiquen el cuerpo en vía crucis.

 

 

 

Otro modo de limpiar el cuerpo

Conozco el sabor amargo
de la hostia cortada en dos
conozco su textura
la suave liviandad de la culpa
que pago día a día
la deuda que el buen pastor
ha dispuesto sobre el pesebre
donde alimento tu cuerpo.
Con el abrazo del alba
negaste tres veces tus manos
convertidas en sal
agua
piedra
que mutila.
Sola
extraigo
neuronas
los zapatos
que no ajustan
a la horma
los datos inmóviles
el WhatsApp
que espero
como salvoconducto.
Untada de talco
descanso
entre líquenes
y las violetas
que arrancaste
cuando eras nervadura
en charcos de cloro
otro modo de limpiar el cuerpo.

 

 

 

Como condición del ser

Al lado de mi muerte
no hay nada
solo una estrella vacía
mirlos que no trinan.

Al lado de mi muerte
está el todo
las ansias
la inexactitud
la vía láctea.

Al lado de mi muerte
estoy yo
en la otra frontera
en el otro abismo
en el otro mar
sin puerto seguro.

Al lado de mi muerte
no existe el norte
en la brújula
de tus cuencas
que amedrentan
el espíritu.
Al lado de mi muerte
está el brote
que se marchita
como condición del ser.

 

 

 

Fragmentos de Casa de citas

 

II

Se venden toallitas húmedas, pasta colgate, arroz, harina.
Se venden espéculos, análisis de sangre, placa de tórax, se vende la cuchilla, el bisturí
para cercenar la semilla.
Se vende el cuerpo como exequias.
Se vende también el pedazo de tierra, el hogar, el aire, el salitre.
Se vende igual la felicidad a mediano plazo y las filigranas que se desgajan del rostro.

 

III

El antídoto aún no ha hecho efecto, entre tanto sucumbe el espíritu como el cuenco calmado
de ansias.

 

IV

Debo estar en letargo para seguir, regenerar mi masa, pensar en cómo amamantar a los
corderos, a mi rebaño en cuenta regresiva.

 

V

Exhalo
inhalo
humos
mientras hago pastas con chocolate Nestlé.
Hace tanto que no puedo degustar este elixir.
Entonces viene a mi conciencia
el niño
el adulto
que pide agua de azúcar
para saciar algo más
que el hambre
algo más que la miseria
adherida
a su cuerpo
en la decrepitud
en la desdicha
del mismo pan circo
de la tierra que se adhiere
a sus pies
en la tierra que no tiene
ni gorros frigios ni lágrimas
que broten de sus calles.

 

XII

Sobre mármol
arrodillada
en el cojín
degusto
repto
engullo
líquidos
la savia del cuerpo
mientras acaricio
las pelotas
llenas de sangre
que se encogen
en mis labios
más gustosa
absorbo
la última gota
escanciada en mi garganta
y rodeo con mi lengua
tu cuerpo imberbe.

 

XIII

Con el dedo puesto
en la rosa negra
con el calzón
en la raja
de mis glúteos
la mirada languidece
se pierde
entre listones de madera.
Una vez más
siento el huso de la rueca
que martilla, penetra
jala
despetala
a la violeta
usada
ultrajada
mancillada.

 

XVI

El alma retumba
ella se va a deambular
frígida padece
la miseria
el insomnio
el hambre
de no poder
saltar
la barrera
como el cordero
en la punta del iceberg.

 

Sarai Soler (Santiago de Cuba, 1990). Es poeta y escritora documentalista en trabajos audiovisuales. Ha participado activamente en todas las ediciones d ... LEER MÁS DEL AUTOR