En el justo tiempo humano
(Traducción al español de Hugo Gutiérrez Vega)
Bajo la fronda de los sauces
¿Y cómo podíamos cantar nosotros
con el pie extranjero sobre el corazón,
entre los muertos abandonados en las plazas
sobre la hierba helada,
escuchando el lamento de cordero de los niños,
el grito negro de la madre
que corría hacia el hijo
crucificado en un palo de telégrafo?
A la sombra de los sauces
dejamos nuestras cítaras;
oscilaban leves bajo el triste viento.
Pronto la noche llega
Cada uno está solo sobre el corazón de la tierra
traspasado por un rayo de sol:
Pronto la noche llega.
Ávidamente alargo yo mi mano
En pobreza de carne, como soy,
heme aquí, Padre; polvo del camino
que el viento eleva apenas y perdona.
Pero si menguar no supe antaño,
la primitiva voz todavía ruge,
ávidamente alargo yo mi mano:
dame dolor comida cotidiana.
De otro Lázaro
De lejanísimos inviernos, persevera
de un gong sulfúreo el sonido
sobre los valles esfumados.
Y como en aquel tiempo se modulan
las voces de la selva: “Ante Lucem
a somno raptus, ex erba inter homines,
surges”. Y se desploma tu piedra
en la que tiembla la imagen del mundo.
En el justo tiempo humano
Yace en el viento de profunda luz
la amada del tiempo de las palomas.
De mí, de agua, de hojas está formada.
Sola entre los vivos, oh dilecta razón,
es una noche desnuda.
Su voz consuela
al ardor luminoso, a la alegría.
Como nos desilusiona la belleza,
la memoria se limpia
de las formas extrañas,
nuestro espejo interior se va limpiando
de afectos y fulgores.
Pero de lo profundo de tu sangre,
en el justo tiempo humano
renaceremos sin dolor.
Nieve
Desciende la noche:
todavía permanecen
las queridas visiones de la tierra,
árboles, animales,
pobre gente encerrada
bajo mantos de soldado,
madres con el vientre agostado
por las lágrimas.
Y la nieve en los prados
como una luna apenas descubierta.
Oh, estos muertos. Golpead
las frentes, golpead hasta el corazón.
Que por lo menos uno
nos grite en el silencio;
en este blanco cerco de los sepulcros.