Rubén Ackerman

Los ausentes

 

 

 

Todo primer libro es una doble promesa. Promesa, para los lectores, de introducirse en un mundo nunca antes transitado. Promesa, para la poesía, de iniciar un camino que nadie sabe adónde conducirá. Esa doble promesa ilumina este primer libro de Rubén Ackerman: por el mundo que nos abre, por el camino que inicia. Un mundo en el que el poeta revisita, como indicara Rilke, las voces de su infancia, atravesada por las esquinas que la Shoá dejó incrustadas para siempre en el alma de los suyos. Madre, padre, abuelos… esos ausentes que son tales, no tanto ahora por haber muerto, sino por haberlo sido siempre, desde aquel lejano regreso de la muerte  –¿o acaso, la liberación fue otra cosa– que los convirtiera en fantasmas. Ausentes mientras reían y cantaban y criaban niños. Ausentes mientras rezaban a un Dios –según Ackerman– , también ausente.

Mercedes Roffé

 

 

 

Cuando no estás en ninguna parte estás en mí.
Lucian Braga

 

 

Hay que volver la página                          

 

Hay que volver la página

recuperar el gesto perdido de los ausentes

ser los redactores de epitafios

Hay que sentir más allá de nuestra precariedad

(el pan nuestro de cada día)

alzar las manos aun sin fe, resucitar a nuestros muertos

Hay que aprender a alucinar en pleno día

para poder ver lo que nadie ve

Hay que recuperar nuestra ración de fe

nuestro plato de sopa para indigentes

tenemos que convertirnos en lápidas

(está escrito en el Talmud)

para  que se pueda ver en nuestras pupilas

los rostros ausentes de nuestros muertos

Hay que regresar al desierto

enmudecer en la arena

restituir el antiguo pacto entre los vivos y los muertos

Hay que volver la página.

 

 

 

 

A la memoria de Silvia Ackerman

 

Rezar

rezar por ti

rezar sin ti

rezar sin fe

¿Recordarte con palabras?

Con estas palabras que ahora viajan como nubes, desde

ninguna parte, hacia ninguna parte

buscándote

¿Quién eres ahora detrás de esa vieja fotografía donde sonríes?

¿De qué extraña materia está  hecho tu silencio?

Hoy sangran las piezas en el ajedrez de papá

mientras mamá plancha unas sábanas hasta el fin del mundo

No existe una jugada en el tablero que te haga regresar

ningún lugar en el mundo desde el

cual puedas contestarnos.

 

 

 

 

El viaje es largo

 

El viaje es largo

guarda en mi equipaje

algunas palabras para leer en silencio

tú que sabes sonreír en la muerte

tú que danzas con mi antiguo sueño de infancia

tú que tejes silenciosa la invisible trama de la vida

y haces que respire entre ruinas

extiéndeme tu mano como ayer

Madre, necesito tu arrullo

más allá de la muerte.

 

 

 

 

Papá juega ajedrez 

 

Ajedrez misterioso la poesía,
cuyo tablero y cuyas piezas cambian como en un sueño
y sobre el cual me inclinaré después de haber muerto.
Jorge Luis Borges

 

Tener la certeza de haber nacido en un mundo

equivocado

jugar ajedrez antes de nacer, durante la vida, después

de muerto

 

inclinarte

Huir de los nazis, de los comunistas, de los acreedores

no apartar demasiado la vista del tablero

(no vale la pena)

comulgar con las piezas de ajedrez

esos diminutos dioses postergados

jugar en la  trastienda

entre maniquíes destartalados,

ante el asombro de un niño que repite minuciosamente

tus gestos (yo mismo)

jugar debajo de los puentes pestilentes del exilio

con las blancas, con las negras, contra adversarios

reales o fantasmas

sacrificar un peón en la apertura, degollar un caballo

en el medio juego

darle muerte a la dama al final del juego

entregar  la vida como una ofrenda inútil

(disculpen, estoy un poco fatigado)

Tejer ilusiones como un niño que confunde

los vivos y los muertos

inventar un juego más amable, que traiga de nuevo

a mamá, a Silvia,

y que te incline otra vez a ti frente al tablero

escucho en el silencio esa voz que me dice nada

ha cambiado.

 

 

 

 

No eran fotos

 

No eran fotos

eran abalorios de espejos

multiplicándote

eran los intervalos

las vidas sucesivas

tus múltiples nombres extranjeros

tus preguntas agolpadas frente al muro

no eran certezas

eran tu itinerario, tu viaje sin retorno

el fuego consumiendo tu pasado

tu cara extranjera reflejada en los espejos

era un idioma incomprensible

donde tus palabras se perdieron una a una

en los laberintos del viaje

tu lengua sin retorno

Ulises sin Penélope,

Moisés sin Tierra Prometida

era tu silencio entre dos espejos

tu plegaria inútil arrebatada por las sombras.

 

 

 

 

Ars poética

 

Lo mejor es detener el tiempo

cuando los dados

están en el aire

a punto

de caer

y permanecer con la emoción para siempre

pero Dios o el azar

colocan el destino sobre la mesa

 

Lo mejor

es quedar suspendido

 

Pero el reloj nos traiciona

y pronto nos visita el cobrador de la luz

o la suegra viene a darnos un consejo muy atinado

 

Lo mejor es el espacio

entre la inspiración y la expiración

cuando los pensamientos se ausentan

y somos livianos

calientes

inocentes

 

Lo mejor es cuando Dios duda de todo y de sí mismo

en el intervalo entre la fe y el ateísmo

cuando la verdad se pliega o se despliega

y nos desmoronamos levantándonos

 

Lo mejor es quedar suspendidos

abrazados

sin regresar

al polvo y a la tierra.

 

 

 

 

Vendrán

 

Vendrán los pájaros en fuga

en septiembre

cuando la hojas caen

y la tristeza se cuelga de las ramas

Seremos pasajeros

ligeros,

alados

Partiremos con ellos en el atardecer

Volaremos sin dudas, sin desencanto

Con la melancolía de tus ojos

Con el arrebato rabioso de nuestro sueño intacto

Volaremos ya sin el pesado fardo de la vida.

 

 

 

 

Canta Marlene Dietrich

 

¿Quién te va a esperar debajo del farol, Lili Marleen?

 

Otra vez

nos encontramos

entre ruinas

se escucha una vieja canción

tú prendes un cigarrillo

y recuerdas a tu amigo

un muchacho como tú,

sentado frente a ti

un muchacho que muere antes de terminar la partida

muere entre una jugada y otra

muere entre una guerra y otra guerra

en este mundo donde los muchachos

mueren con las ilusiones tronchadas

y ya nadie espera a Lili Marleen debajo del farol

 

2

Aquí los sobrevivientes olvidan a los muertos

presumen, ganan dinero

muestran sus vísceras podridas

enseñan sus caras de cadáveres prematuros

mueren ahorcados por sus corbatas

y ya nadie espera a Lili Marleen debajo del farol

 

3

No hay tiempo para el amor

Dice Josef Goebbels en la radio

“las tropas no se pueden distraer”

prohíbe la canción

y da la orden “hay que exterminar, exterminar, exterminar”

Pero todos susurran la canción entre dientes

los judíos, los aliados los alemanes

 

4

Hay un mundo distinto donde vive Lili pero no es el nuestro

“Desde el espacio silencioso, desde las entrañas de la tierra,

me elevará como un sueño tu amorosa boca”

 

5

Un judío delira y tiembla, en la acera de la Plaza Estrella

¿No escuchas a los alemanes que regresan?

¿No escuchas sus voces?

Hay siete calles —le contesto— estamos en Caracas, esta es la Plaza Estrella.

Él me ve a los ojos y me dice tú también eres otro nazi.

Alguien le pone una camisa de fuerza

Alguien escucha a Marlene cantar

 

6

Las piezas están dispuestas sobre el tablero

esta  —me dices—  es una variante temeraria

Geller es el equilibrista sobre la cerca eléctrica

Geller esconde dardos envenenados

Geller intenta sobrevivir, hace temblar el tablero

Geller pueda acabar con los alemanes

O tal vez los alemanes acaben con Geller

—nadie lo sabe—

Hay otro juego indescifrable

El de la vida  —me dices—

Aquí todo se desvanece

Y antes de partir repites las palabras del viejo mago

“ahora me ves ahora no me ves”

Yo me quedo frente al ajedrez

Y tarareo a destiempo Lili Marleen

¿Quién te va a esperar debajo del farol Lili Marleen?

Ahora que solo queda este deseo inaudito,

latiendo, latiendo, latiendo.

Rubén Ackerman Nació en Caracas, Venezuela, el 13 de enero de 1954. Murió el 9 de noviembre de 2017 en la ciudad de Cuenca, Ecuador. Su padre Simón Acke ... LEER MÁS DEL AUTOR