Presentamos tres textos de la reconocida poeta cubana.
Reina María Rodríguez
edgar, las muchachas y la lluvia
ha vuelto a ser noviembre
y alrededor del ojo profunda otra rayita.
empieza ya el invierno y a veces
no sé dónde guardarme.
tu madre ha sido loca
y de remate amante de cosas imposibles.
no aprendió a cocinar las hormigas
les roban los objetos del cuarto
aún le teme a las tataguas
y al amor.
faltan 20 años o 20 segundos
para que termine el siglo mientras
hacemos amuletos con formas de palomas
que cuelgo en las ventanas contra los bombardeos
20 años o 20 segundos
para que termine este siglo y
sólo te deseo que puedas siempre
admirar las estrellas porque a veces
temo que no podamos contemplar más las estrellas.
tú vivirás en el 2000
y verás árboles cosmódromos mariposas
esa fauna y flora diferente que estamos creando
y vivirás como todos los niños
dentro de un hombre.
pero acuéstate siempre como ahora
entre destornilladores y latas vacías
aunque te asalten las muchachas
y la lluvia.
el retrato de un hombre joven (Dresde) 1521
sentado sobre un bloque de madera
ante un fondo caliente, rojo
está ebrio o está dormido
mientras yo trazo un círculo en el punto
de intersección con el eje central que constituye su ombligo
-igual que para el pecho o la cadera estrecha-
que traza también un eje con su pelvis y mi mano.
tengo un modelo señor
el tono claro de sus manos y la carta a punto de caer atrae mirada
la luminosa claridad de la camisa, el rostro
como una cúpula sobre la pirámide del tronco
que, dentro de una estructura formada por diagonales
me hace sentir su frialdad, las raras líneas
que le conceden una presencia inmediata
pero no es verdad. la cabeza que está modelada de adentro
hacia afuera donde resalta el retrato de un joven en madera
siguió en la galería de los Viejos Maestros.
su composición es sencillamente clásica
sólo el blanco luminoso hasta el negro de las botas
llena este cuadro de vida. tenemos ante nosotros a un joven
-que no es Durero- él ya se ha ido. y que consciente de sí mismo, yace
(pluma y pincel sobre fondo verde blanqueado y lavado)
ella volvía
ella volvía de su estéril landa,
bajaba las piedras antes de que aquella intensidad
se convirtiera en sangre;
y todo aquel amor se convertía en sangre
bajaba por sus muslos (el camino que lleva al centro
es un camino difícil) es el reto del paso
de lo profundo a lo sagrado
de lo efímero a lo eterno,
porque esa intensidad se convertía en sangre
por su necesidad de ser libada en febrero
justo antes de la primavera
-de color apergaminado también sus muslos,
lo que llamaba a olvidar cualquier cosa
para ser un cuerpo también, un camino.
que uno atraviesa con las flores del vestido
convertidas en piedras
porque nada puede durar -ella lo sabía-
si no está dotado por un sacrificio.
la tierra está recientemente sembrada
(era la tierra de sus ancestros)
es el rito que se ejecuta cuando se construye un día
el deseo primordial de representarlo,
como si ese fuego y esas piedras
repitieran ademanes antiguos
y ella pagara con su flujo sobre la tierra estéril
para ser fecundada.