Los gorriones contrarrevolucionarios
Fotografía de niño chino con tirachinas
El hombre debe derrotar a la naturaleza.
Mao
El joven pionero apunta su arma;
todo es heroico y noble en su expresión.
Se palpa la tensión de la piedra en el disparadero,
nos compadecemos del parásito gorrión posado
al otro lado de su destreza.
El ojo izquierdo se cierra para afinar el blanco,
eso lo hemos hecho todos al disparar una piedra.
Lleva una cuerda en bandolera para sus trofeos;
cuatro pájaros ensartados o enhebrados
como en un ábaco para inventariar la muerte,
eso lo hemos hecho todos al atesorar cadáveres.
Pero una fotografía se parece a un poema,
ambos son un instante, hablan también
de lo que no hablan y detienen el tiempo
como una pierna que ha sido amputada pero aún duele.
Y tal vez el joven pionero en el último momento
destensa el arma, abre el ojo izquierdo,
mira volar al pájaro,
eso lo hemos hecho todos los sicarios
al sentir compasión alguna vez.
El señor Zheng, ornitólogo, en el campo de trabajo
Siempre fue un niño débil Zuoxin Zheng,
un huérfano más bien solitario
que recorría las montañas de Fujian
amparado por el canto de pájaros humildes.
Así que, años después, cuando fue preguntado al respecto,
el señor Zheng dudó, el señor Zheng sintió
que testificar contra sus viejos amigos los gorriones
sería un acto imperdonable de traición, no solo
hacia los pájaros, sino hacia un niño enfermizo
que escucha a los pájaros.
Ahora, aquí, tendría que terminar la verdad y comenzar el poema;
poetas y ornitólogos en realidad en algo se parecen:
ambos esperan una sombra asustadiza,
un trino fugaz que puede que nunca
se pose justo ahí, en la rama que observan.
Los 80.000 espantapájaros de Xingcheng
Había que mantenerlos en el aire, agotarlos
hasta que se desplomaran como Ícaros de bolsillo.
La gente de verdad hace ruido con cacharros y sartenes
mientras nosotros, los espantapájaros, debemos cumplir
con nuestro viejo, silencioso oficio de fingir.
Llevamos ropa y sombreros remendados,
retales de todos los parientes muertos.
Nos parecemos un poco a los poetas;
somos demasiados y ahí, solos en el campo,
lejos de las cocinas y de los niños,
parece que tal vez servimos para algo,
pero el ruido de verdad se produce en otra parte
y nadie viene a acompañarnos por la noche.
El niño Zedong se pierde en el bosque
Cuántos cuentos comienzan con un niño perdido…
Pero al poema no le interesan los cuentos.
El pequeño Mao ha huido a las montañas de Shaoshan,
huye de la estricta vara de bambú de su profesor;
al poema no ha de interesarle el cuándo ni el porqué.
Tres días estuvo perdido en el bosque el niño Mao
hasta ser encontrado tiritando, pero intacto;
al poema no ha de interesarle por quién o si dormía.
Al poema le interesa lo que a nadie le importa,
por ejemplo, si como en todos los cuentos
que no le interesan hay migas de pan señalando el regreso.
Y sobre todo, al poema le importan
los hambrientos gorriones que extravían los caminos.
El retrato de Doriano Gris
En algún lugar, sobre algún papel,
entre otros muchos poemas, todos olvidables,
debe haber uno inimitable y definitivo,
uno que se ríe de los renglones del tiempo,
un hermoso poema que no envejece.
Ese poema, por mi bien, ha de existir,
pues solo eso explicaría este rostro mío.
Solo eso excusaría
a este viejo mezquino y rencoroso del espejo.
-Obra ganadora del XXV Premio de Poesía Generación del 27
-Pedro Flores
Los gorriones contrarrevolucionarios
Colección Visor de Poesía
España, 2023