Pedro Flores

Los gorriones contrarrevolucionarios

 

 

 

 

 

Fotografía de niño chino con tirachinas

 

El hombre debe derrotar a la naturaleza.
Mao

 

El joven pionero apunta su arma;

todo es heroico y noble en su expresión.

Se palpa la tensión de la piedra en el disparadero,

nos compadecemos del parásito gorrión posado

al otro lado de su destreza.

El ojo izquierdo se cierra para afinar el blanco,

eso lo hemos hecho todos al disparar una piedra.

Lleva una cuerda en bandolera para sus trofeos;

cuatro pájaros ensartados o enhebrados

como en un ábaco para inventariar la muerte,

eso lo hemos hecho todos al atesorar cadáveres.

Pero una fotografía se parece a un poema,

ambos son un instante, hablan también

de lo que no hablan y detienen el tiempo

como una pierna que ha sido amputada pero aún duele.

Y tal vez el joven pionero en el último momento

destensa el arma, abre el ojo izquierdo,

mira volar al pájaro,

eso lo hemos hecho todos los sicarios

al sentir compasión alguna vez.

 

 

 

 

El señor Zheng, ornitólogo, en el campo de trabajo

 

Siempre fue un niño débil Zuoxin Zheng,

un huérfano más bien solitario

que recorría las montañas de Fujian

amparado por el canto de pájaros humildes.

Así que, años después, cuando fue preguntado al respecto,

el señor Zheng dudó, el señor Zheng sintió

que testificar contra sus viejos amigos los gorriones

sería un acto imperdonable de traición, no solo

hacia los pájaros, sino hacia un niño enfermizo

que escucha a los pájaros.

Ahora, aquí, tendría que terminar la verdad y comenzar el poema;

poetas y ornitólogos en realidad en algo se parecen:

ambos esperan una sombra asustadiza,

un trino fugaz que puede que nunca

se pose justo ahí, en la rama que observan.

 

 

 

 

Los 80.000 espantapájaros de Xingcheng

 

Había que mantenerlos en el aire, agotarlos

hasta que se desplomaran como Ícaros de bolsillo.

La gente de verdad hace ruido con cacharros y sartenes

mientras nosotros, los espantapájaros, debemos cumplir

con nuestro viejo, silencioso oficio de fingir.

Llevamos ropa y sombreros remendados,

retales de todos los parientes muertos.

Nos parecemos un poco a los poetas;

somos demasiados y ahí, solos en el campo,

lejos de las cocinas y de los niños,

parece que tal vez servimos para algo,

pero el ruido de verdad se produce en otra parte

y nadie viene a acompañarnos por la noche.

 

 

 

 

El niño Zedong se pierde en el bosque

 

Cuántos cuentos comienzan con un niño perdido…

Pero al poema no le interesan los cuentos.

El pequeño Mao ha huido a las montañas de Shaoshan,

huye de la estricta vara de bambú de su profesor;

al poema no ha de interesarle el cuándo ni el porqué.

Tres días estuvo perdido en el bosque el niño Mao

hasta ser encontrado tiritando, pero intacto;

al poema no ha de interesarle por quién o si dormía.

Al poema le interesa lo que a nadie le importa,

por ejemplo, si como en todos los cuentos

que no le interesan hay migas de pan señalando el regreso.

Y sobre todo, al poema le importan

los hambrientos gorriones que extravían los caminos.

 

 

 

 

El retrato de Doriano Gris

 

En algún lugar, sobre algún papel,

entre otros muchos poemas, todos olvidables,

debe haber uno inimitable y definitivo,

uno que se ríe de los renglones del tiempo,

un hermoso poema que no envejece.

Ese poema, por mi bien, ha de existir,

pues solo eso explicaría este rostro mío.

Solo eso excusaría

a este viejo mezquino y rencoroso del espejo.

 

 

 

 

-Obra ganadora del XXV Premio de Poesía Generación del 27

 

 

 

-Pedro Flores
Los gorriones contrarrevolucionarios
Colección Visor de Poesía
España, 2023

 

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Pedro Flores (Las Palmas de Gran Canaria, 1968). Ha publicado más de treinta títulos de poesía, entre los que destacan El complejo ejercicio del d ... LEER MÁS DEL AUTOR