Mihai Eminescu

En vano buscaréis

 

 

 

(Traducción al español de George Nina Elian)

 

 

 

 

EN VANO BUSCARÉIS 

 

En vano buscaréis hoy ramas de laurel,

En vano buscaréis sentimientos nobles en el corazón.

Todo se fue:

El gusano de los tiempos nos roe por dentro.

 

Porque no hay amor; y no hay odio,

Y lo que quedó es sólo la sombra del sentimiento.

El mármol del mundo…

Liso y pálido como ella.

 

La antigua furia de Aquiles ya no existe.

Tampoco Néstor, el de voz suave.

Hoy el feroz Áyax

Es polvo y nada más.

 

¿Y dónde está Roma, reina del mundo entero?

¿Y dónde están hoy los viejos y grandes Césares?

Tíber Amarillo,

¿Hoy tu gloria dónde está?

 

Incluso los orgullosos Papas con tres coronas en la cabeza,

Pastores de naciones llevando un bastón torcido,

Son polvo hoy.

Polvo son incluso estando vivos.

 

Porque los reyes no besan sus pies,

Porque el mundo no adora la voz de un santo.

Los signos del misterio

Callan y los ridiculizan.

 

Incluso el trono del Papa es hoy como un escenario

Donde el pontífice hace su papel llorando.

Las risas del mundo

Responden entonces al mundo entero.

 

Porque no hay quien levante las bóvedas de granito,

Ya no hay Miguel Ángel para volver a pintar

El Juicio Final.

Los antiguos templos permanecen desiertos.

 

Un Rafael para darle vida al lienzo ya no existe.

El cincel ya no renace en manos nuevas.

Ante los ojos muertos,

El pesado mármol también permanece muerto.

 

En vano buscaréis hoy ramas de laurel,

En vano buscaréis sentimientos nobles en el corazón.

Todo se fue:

El gusano de los tiempos nos roe por dentro.

 

 

 

 

ORACIÓN

 

Nuestra Señora eligiéndote,

Nos arrodillamos en oración:

¡Levántanos, sálvanos

De la ola que nos persigue!

¡Sé nuestro escudo de refuerzo

Y el muro de salvación!

¡Baja sobre nosotros

Tu mirada adorada,

Oh Madre Santísima

Y Virgen eterna,

María!

 

Nosotros que por la misericordia del Señor

Vivimos sobre la faz de la tierra

Oramos por la misericordia

Del lucero de los mares:

¡Reina de los ángeles,

Escucha nuestras quejas!

¡Muéstrate en la niebla,

Luz clara y dulce,

Oh Madre Santísima

Y Virgen eterna,

María!

 

 

 

 

ODA (en metro antiguo)

 

No pensé que alguna vez aprendería a morir;

Siempre joven, envuelto en mi manto,

Soñadoramente levantaba mis ojos hacia la estrella

De la soledad.

 

Pero de repente apareciste en mi camino…

¡Sufrimiento, tú, dolorosamente dulce!

Hasta el fondo bebí la copa de voluptuosidad de la muerte

Despiadada.

 

Lastimosamente quemo vivo, atormentado como Neso

O como Hércules, envenenado por su abrigo.

El fuego dentro de mí, no puedo apagarlo ni con todas

Las aguas del mar.

 

De mi propio sueño, consumido me lamento,

En mi propia pira me derrito en llamas…

¿Aún podré resurgir resplandeciente de ellas, como

El Ave Fénix?

 

¡Que desaparezcan los ojos perturbadores de mi camino!

¡Ven de nuevo a mi seno, triste descuido!

Para que pueda morir en paz,

¡A mí mismo devuélveme!

 

 

 

 

LAS ESTRELLAS EN EL CIELO

 

Las estrellas en el cielo

Sobre los mares

Iluminan las distancias

Hasta apagarse.

 

A una señal,

Agitando sus mástiles,

Los grandes barcos de madera

Parten balanceándose

 

Como fortalezas

Que flotan sobre los vastos

Y móviles

Desiertos.

 

Bandadas de grullas

Viajan por los largos,

Interminables

Caminos de nubes.

 

Vuelan tanto como pueden,

Y su carrera,

Eterno paso —

Eso es todo…

 

Flores del bosque —

Así las vidas

Y las juventudes

Pasan y mueren.

 

Cualquier suerte

Extiende sus alas

Impulsada por los momentos

De inmovilidad.

 

¡Hasta que muera,

Escucha, ángel,

Mi triste lamento

Lleno de amor!

 

¿No es una pena

Dejar pasar

El fugaz momento

Que nos fue regalado?

 

 

 

 

TAN DULCE…

 

Eres tan dulce, loca mía,

Que el mundo entero te adora:

Conozco damas que por tus ojos

Y tu sonrisa morirían.

 

Hermosas niñas y mujeres

Te amarían, te besarían;

Tú tienes el amor de todos —

Sólo yo tengo tu amor.

 

Flores y hombres y estrellas

Quieren vivir por tu amor;

Pero a mí sólo tú me amas

Y sólo yo quiero morir.

 

 

 

 

¡SURGE ENCIMA DE MÍ…

 

¡Surge encima de mí, oh, luz suave,

Como en mi sueño celestial de antaño!

¡Oh Madre santa y Eterna Virgen,

Ven en la noche de mis pensamientos!

 

¡Nunca dejes que muera mi esperanza,

Aunque la culpa sea toda mía,

Y vuelve misericordiosamente hacia mí

Tu cálida mirada compasiva!

 

Ajeno a todos, perdido en la profunda

Angustia de mi futilidad,

Ya no creo en nada y no tengo fuerzas.

 

¡Dame mi juventud, restaura mi fe

Y reaparece de tu cielo estrellado

Para que te adore por siempre, María!

 

 

 

 

SONETO III

 

Cuando la voz misma de los pensamientos calla,

Un canto de dulce piedad reverbera mi murmullo;

Entonces llamo tu nombre. ¿Pero me escucharás?

¿Te alejarás flotando de la fría niebla?

 

¿Podrás, con la dulzura de tus grandes ojos pacíficos,

Iluminar la fuerza ciega de la noche?

¡Muéstrate a mí desde la sombra del tiempo,

Para que pueda verte venir como en un sueño!

 

¡Baja despacio!… ¡Acércate más y más!…

¡Inclínate de nuevo, sonriendo, sobre mi rostro

Y muéstrame tu amor con un suspiro!

 

Toca mis párpados con tus pestañas

Para que sienta los escalofríos de tu abrazo,

¡Por siempre mi perdida, por siempre mi adorada!

 

 

 

 

OH, MADRE…

 

Oh, madre, dulce madre, desde la niebla de los siglos,

A través del susurro de las hojas me llamas hacia ti;

Sobre la cripta negra de la oscura tumba,

Las hojas de las acacias tiemblan con el otoño y el viento

En las ramas que se mueven lentamente imitando tu voz…

Ellas siempre temblarán, tú siempre dormirás.

 

¡Cuando muera, amor mío, no llores ante mi tumba,

Sino rompe una rama del santo y dulce tilo

Y entiérrala con cuidado cerca de mi cruz

Para que las gotas de tus ojos caigan sobre ella!

La sentiré algún día ensombreciendo mi tumba…

Su sombra siempre crecerá, yo siempre dormiré.

 

¡Y si sucederá que ambos morimos al mismo tiempo,

Que no nos lleven entre los tristes muros del cementerio,

Sino que excaven nuestra tumba junto al río

Y nos coloquen juntos en el mismo ataúd!

Entonces siempre estarás cerca de mi pecho…

El agua siempre llorará, nosotros siempre dormiremos.

 

 

 

 

SOBRE EL BOSQUE…

 

Sobre el bosque pasa la luna.

Las hojas tiemblan suavemente.

Entre las ramas de aliso,

Melancólico, el cuerno suena.

 

Más lejano, cada vez más lejano,

Más lento, cada vez más lento…

Domando con anhelo de muerte

Mi alma desconsolada.

 

¿Por qué callas cuando vuelvo

Hacia ti mi corazón encantado?

¿Volverás a sonar, dulce cuerno,

Para mí alguna vez?

 

Mihail Eminescu O Mihail Eminovici (Botoșani, 15 de enero de 1850-Bucarest, 15 de junio de 1889). Fue un poeta del romántico tardío, además de prosista, ... LEER MÁS DEL AUTOR