La memoria poética
FRONTERIZOS (9)
Néstor Mendoza
Señalar el peligro mediante la metáfora. Buscar cualidades estéticas en la ausencia de los seres y las cosas. Señalar y buscar, es cierto, pero no desde un estrado o un estrato privilegiado. Es lo que parece hacer Mery Yolanda Sánchez, quien hace una especial unión entre lo que sucede en su entorno inmediato (la naturaleza local y social) y en la ficción o acciones imaginarias desarrolladas en sus poemas. Debe suponerse, entonces, que esta poesía se vea influenciada por otras técnicas. El recurso narrativo de la poeta ofrece un distanciamiento provechoso y nos ubica en un lugar más exacto; un lugar, quiero aclarar, que no es la altura del poder: me refiero al objetivismo empleado en breves pasajes del poema, en prosa y en verso libre, que invitan a la compasión. Mery Yolanda habla de oficios (aquella hermosa y tan humilde bailarina), de la niñez femenina, de la condición de la mujer desde un terreno sin activismos. Los temas, que en esencia son los temas de siempre, se fortalecen por la moderación y contundencia que utiliza la poeta. Y lo social también aparece fortalecido. El país de Mery Yolanda es un territorio vivido y sufrido con entereza y dolor («Hace falta mucho detergente/cuando mi país hasta en la ropa duele»). Mery Yolanda viene de un país que intenta cicatrizar; que busca, con sus atractivos regionales y particularidades geográficas, una opción humanitaria. Buena parte de su obra se acerca a estas circunstancias, las del desplazamiento y las desapariciones forzadas. Otra cosa más: la denuncia que hace la autora no disminuye ni mucho menos sustituye los grandes logros formales. Se trata, me parece, de una postura ética y artística que no es ajena al ámbito de la poesía contemporánea. Me quedo con estas palabras de Sánchez: «Creo que la memoria poética tiene un significado ético y político, la conquista de lo estético está en el resultado de la construcción a partir de lo real y lo imaginario».
FOTO FIJA
Ayer la escena congelada
repetida y ampliada en esquinas de ciudad.
Hoy tienen instrumentos, cantan y bailan
un cara y sello en el asombro de los niños.
¿Quién detrás de esta familia
espera las monedas para permitirles
que cojan el paso hacia la vida?
¿Quién pone el precio a los pies de la mujer
que perdió los zapatos entre el arroz
al querer huir con una semilla
y ahora danza en calles sin tierra?
LA VISITA
La mujer alista el jarrón para la sed de los pasos
nuevos en su casa,
alguien ha entrado a cambiar la hora del café.
Desde la hamaca observa la fragilidad entre sábanas,
podría ser un cuerpo en la mitad de la calle,
un cuerpo sin nadie que lo recoja, un cuerpo sin
las maneras de la risa.
Ella deja sobre el envoltorio un jabón que nadie
se atreve a usar
y regresa a su cama con una ciudad de más
que le recuerda el tatuaje de su cuello
y el giro a la noche del otro lado del mar.
CANCIÓN DE CUNA
Papá mezcla la tierra y dice que cubra mi pecho.
Lunas nuevas diseñarán la medida de la ropa,
el no me contará historias y tendré llenos mis
bolsillos de dudas.
Aprenderé con mis juguetes
qué tan cerca está la vejez en la luz del espejo.
Mi padre me enseña a cernir la arena,
a mostrarme el principio de una casa
y el camino donde los sueños se sientan a beber
agua.
En la tarde, mi padre abre troncos de madera con
un hacha
y recuerda las tantas veces en que
fue llevado hasta el río,
–tu madre me salvó– dice, mientras
su mano fría cae sobre mi cuerpo.
SALMO
Saco el último vestigio en alas de mariposas.
Enjabono y tuerzo.
Al tacto del viento con mis manos
un olor confuso se aproxima por la acera izquierda.
Lo guardo,
trato de meterlo en la taza del baño,
pero en remolinos es vaciado a mi boca.
Tiento,
palpo cada pliegue del pecho.
Hace falta mucho detergente
cuando mi país hasta en la ropa duele.
VUELOS, ÚLTIMOS SEGUNDOS DEL FUEGO
Hace nudo ciego a sus pasos.
Es la bailarina que se cambia
sus zapatos en mi casa
y me deja instantes últimos de ciudad.
Mientras el cordón marca
el centro de su pierna
desarma el piso que le habla
en la música de sus rodillas.
Cuando se levanta es definitiva:
las botas en contravía.
A veces, me pregunto si volverá mañana
a decir del piso firme
en los puntos suspensivos
de la función que apenas comienza.
DE LA VECINA
Hay tantas enmiendas en el traje
que me ahogo al plancharlo.
Al pasar por el quiebre de la cintura
mi madre tiende una perla roja.
Doblo el cuello
y mi padre pregunta desde el silencio.
Cuando el botón queda entre mis dedos
observo que la fiesta se acabó.
LA CARTA
Puedo darte últimas noticias,
contarte cuántas curaciones
en la canción de la guerra.
Puedo mostrarte una luz fuerte
que cruza el mediodía de los muertos,
pero no puedo hablarte del último
vestido de las mariposas,
y de esta necesidad de verte.
A TIEMPO
La niña me miró,
apretó su muñeco
y se desplomó conmigo.
MIEDO
Sentir por las piernas
la respiración
del compañero desaparecido.
MERMELADA
El vidrio da diferentes colores
a las penas de las obreras.
El fabricante degusta los sabores
antes de colocar la etiqueta de:
“empacado al vacío”.
JULIO 20
Esta mañana
sacamos de entre el barro
la loca que me tomó como su hija.
Apretaba contra su vientre
una muñeca
que tenía mi nombre.