Amar lo delicado y lo otoñal
Jitanjáfora
Filiflama alabe cundre
ala olalúnea alífera
alveola jitanjáfora
liris salumba salífera
Olivia oleo olorife
alalai cánfora sandra
milingítara girófora
zumbra ulalindre calandra.
Amar lo delicado y lo otoñal
Amar lo delicado y lo otoñal,
el arte antiguo, la canción de ayer;
la clara transparencia del cristal
como una forma espiritual de ser.
Amar la gracia añeja del rosal
y en rosas nuestro ensueño florecer.
Para lo bello ser sensible, igual
que un alma sensitiva de mujer.
Vivir una emoción en cada cosa,
y una fruición benigna y amorosa
en todo afín espíritu dejar…
Y ver las cosas con el narcisismo
de hallar en todo el alma de uno mismo
y en todo el alma de uno mismo amar.
El niño y la luna
La luna y el niño juegan
un juego que nadie ve;
se ven sin mirarse, hablan
lengua de pura mudez.
¿Qué se dicen, qué se callan,
quién cuenta una, dos y tres,
y quién, tres, y dos, y uno
y vuelve a empezar después?
¿Quién se quedó en el espejo,
luna, para todo ver?
Está el niño alegre y solo:
la luna tiende a sus pies
nieve de la madrugada,
azul del amanecer;
en las dos caras del mundo
—la que oye y la que ve—
se parte en dos el silencio,
la luz se vuelve al revés,
y sin manos, van las manos
a buscar quién sabe qué,
y en el minuto de nadie
pasa lo que nunca fue…
El niño está solo y juega
un juego que nadie ve.
Qué voz nueva, inesperada…
¿Qué voz nueva, inesperada,
dirá lo que aún no me dije,
y está en mí, sin mí, diciendo
lo que, al callarse, desdice?
¿Por qué inmolarse en palabra
muda, y émula de altura,
que cuando enmudece niega
lo antedicho sólo al cielo?
¿Hay que cavar en el aire
hasta el silencio primero,
hasta llegar a la luz
que tuvo el mundo en su estreno?
¿Y hay que volver a callar
lo que nunca fuera dicho,
para que muera en su ser
la muerte de otra manera?
Quise encarnar mi ansia en una sola rosa…
Quise encarnar mi ansia en una sola rosa;
En una forma altiva florecer en belleza;
Que tuviera un anhelo sutil de mariposa,
Y que fuera la gracia blasón de su nobleza.
Pero en mi vida nada se acerca ya a la rosa:
Ni un tono ni un matiz, ¡oh, la, otoñal tristeza
Que idealizó el ambiente, y ha puesto en cada cosa
El alma pensativa que dentro de mí reza!
Se acerca del rosal la nueva florescencia;
Pronto la primavera ha de verter su esencia
Mostrándose fecunda la savia del retoño.
Mientras llega, da al viento su exquisita elegancia
La rosa pensativa de mística fragancia
Que perfumó escondida mi vieja alma de otoño.
Rompo una rosa y no te encuentro…
Rompo una rosa y no te encuentro.
Al viento, así, columnas deshojadas,
palacio de la rosa en ruinas.
Ahora —rosa imposible— empiezas:
por agujas de aire entretejida
al mar de la delicia intacta,
donde todas las rosas
—antes que rosas—
belleza son sin cárcel de belleza.
Su cuerpo resonaba en el espejo…
Su cuerpo resonaba en el espejo
vertebrado en imágenes distantes:
uno y múltiple, espeso, de reflejo
reverso ahora de inmediato antes.
Entraba de anterior huida al dejo
de sí mismo, en retornos palpitantes,
retenido, disperso, al entrecejo
de dos voces, dos ojos, dos instantes.
Toda su ausencia estaba —en su presencia—
dilatada hasta el próximo asidero
del comienzo inminente de otra ausencia:
rumbo intacto de espacio sin sendero
al inmóvil azar de su querencia,
¡estatua de su cuerpo venidero!
Ya se derramará como obra plena
Ya se derramará como obra plena
toda de mí –¡alma de un solo acento!–
múltiple en voz que ordena y desordena
trémula, al borde, del huir del viento.
Y de hallarme de nuevo –¡todo mío!–,
disperso en mí, con la palabra sola:
dulce, de tierra húmeda en rocío,
blanco en la espuma de mi propia ola.
Y el ímpetu que enfrena y desenfrena
ya sin espera: todo en el momento:
y aquí y allí, esclavo –sin cadena–
¡y libre en la prisión del firmamento!