Territorios y otros poemas
Territorios
1. Por fin tengo uno de los 3.500 ejemplares
de la Poesía no completa de Wisława Szymborska.
Es la segunda edición pero da lo mismo.
Sus poemas polacos dibujan con palabras polacas
un territorio distinto al de Polonia
pero nunca lejos de él.
2. Atea en un país católico.
Suspicaz en un mundo de convictos.
Humana para creer y para descreer,
elocuente al razonar, brillante.
Nosotros le ponemos condimentos
abstractos y escalones inmateriales
a su conocimiento de las cosas.
Pero es humana: imposible no amar.
Aunque lo haga mal. No importa.
Porque es humana: cojea:
¿habrá luchado con el ángel?
¿Subió la escalera ardiente?
3. Leo ahora que es invierno
mi ejemplar de la Poesía no completa
de Wisława Szymborska
y paso las hojas mientras pelo cáscaras de naranja
antes de ponerlas arriba de la estufa
y cada vez que un gajo se revienta entre mis dedos
el misterio de la vida se contrae
con el mismo talle olímpico de los antiguos.
Y a propósito,
con el mismo tono homérico.
Con la misma ceguera.
Finao Héctor / para el Chicharra
Lo único que me importa de la Ilíada
es el finao Héctor.
Toda la rabia del poema,
toda la ira de las palabras y de las imágenes,
el odio de una página a otra a lo largo de la historia,
un territorio griego de expresiones
inverosímiles y lacerantes
que se acumulan en una danza mortal
de la que somos espectadores ilegítimos
pero piadosamente voluntarios.
Las últimas páginas no están dedicadas
a reconciliaciones ni a festejos ni a victorias,
no le interesó a Homero ni Troya ni Helena
ni Paris ni Ulises, ninguna figura homérica
ningún héroe homérico con el gran escudo,
ninguno empapado en sangre, sudor o gloria.
Solo quizo registrar el llanto de la familia.
Por eso lo único que me importa es que Héctor muere
y que Príamo cruza el campo de batalla
(un desierto de polvo y guano y cadáveres
de mil generaciones,
cuyos sueños, a plena luz del día,
sueñan con atravesar la carne de los otros).
El anciano (audaz) se le aparece a Aquiles
y le pide el cuerpo ¡clamando!
Y Aquiles, entonces, se compadece.
Por eso lo único que me importa de la Ilíada
es que termina con la muerte de Héctor.
Y a lo mejor tú piensas
«Estos dolores no son justos para mi taita.
No se los merece».
Pero sus lágrimas plateadas como clavos del cuatro
le remueven el aserrín de las arrugas
y lentamente en la madera de los pómulos
las ves reposar como cristales
que honran la memoria de su hijo.
Y a lo mejor tú piensas:
«¿podría esta muerte redimir al mundo entero?»
Por eso lo único que me interesa de la Ilíada
es el finao Héctor.
Un hombre de los que escasean,
fue a la batalla y entregó su vida
sabiendo que iba a perder, que no tenía opción,
¡chorizo!
Por eso lo único que me interesa de la Ilíada
es que termina con un funeral y a lo mejor tú dices
«bueno, pero qué esperanza quieres
de un libro como este, que te habla de una guerra,
que termina con un funeral».
Si lo pensamos a la ligera: ninguna.
Pero ya sabes:
Lo único que me interesa de la Ilíada es que Héctor muere al final
y que lo entierran con llanto y lo entierran con dolor
y lo entierran como un hijo,
las monedas en los párpados, el sueño del barquero,
el llanto del padre, la amargura del barrio,
por eso lo único que me interesa de la Ilíada
es que Héctor muere
y tú ves la muerte aparecer de manera anticipada
en cada golpe del metal, en cada pirueta de Aquiles.
Por eso lo único que me interesa de la Ilíada
es que todo parte como un asado en el Hipódromo Chile
con las competencias típicas de la población Chorrillo,
y alguien empieza la mocha, le pega al otro,
saca el fierro y le dispara y los que estábamos
ahí quedamos enjaulados en la rabia de los giles
y se presiente un padre que cruza el terror de esta idiotez
para llorar sobre el cuerpo, contemplarlo,
y a la vieja usanza, hacerlo arder frente a tus ojos.
La realidad
Intro
A veces me hablan de un Dios
que nunca he conocido:
frío,
distante,
horroroso.
1. Soñé que yo era Dios.
No estaba en las alturas
sino abajo,
tomando cerveza con los cabros,
en una esquina de piedra en medio de dos torres.
Afuera, bajo un quitasol,
echamos la talla como corresponde:
sin meditar demasiado y sin mucha atención,
cada uno sujeto a su propio carácter y al shop de medio.
Las mesas, cojas sobre los adoquines del pasaje,
resuenan a veces, crujen sin escándalo,
dan un murmullo humano en medio de un paisaje
también humano.
Solo Dios podía despertarme de esta pesadilla.
2. Sientan llegar el viento a su propio espíritu,
oigan cómo entra por en medio de las hojas
agitando las ramas alargadas como lanzas
sacudiendo las vainas podridas
y las flores de la paranoia.
El “habla”
Árboles amarillos.
Es otoño. Lo típico de la poesía:
cielo verde, troncos negros,
el borde rojo de la cordillera:
iluminado.
Y en el parque lo mismo:
la Victoria de Samotracia
la Venus de Milo caminan
y conversando a un costado del río
el día se descuera, la tarde flota.
No se entiende mucho lo que dicen.
Venus
1. Este cuerpo tuyo. Este carácter tuyo.
Ambos desnudos como la Venus de Milo.
2. ¿Podemos hablar y al mismo tiempo
mirarnos las manos abiertas
y los pensamientos desnudos como
ladridos salvajes?
3. Las coincidencias son insuficientes,
amor mío, esta noche demasiado breve
en que hablamos y hablamos
y hablamos
solo para recuperar el habla.
Buonanotte fiorellino
1. Hay cosas hechas con dolor.
Hay casas hechas con dolor.
Ladrillos rojos como una arteria,
pedazos cortados
perfectos para que calcen
uno junto al otro
como una cópula firme
pero áspera.
2. Nos estafó un primo.
Nos demandó una ladrona.
Vinieron amigos. Se fueron amigos.
Las heridas llegaron con nosotros
y con nosotros hicieron residencia.
Gran parte fue dolor.
Huesos negros y huesos blancos
refinados como sables
golpeándose como lo hace
el deicidio adolescente
cuando embiste y
hunde el firmamento
bajo su insensatez.
Nada fue abstracto, etéreo o inmaterial.
De las palabras brotaba un polvo
oscuro y fino
como debajo de la tierra.
Me amaste, te amé,
nunca escribimos un adiós
en las paredes,
y levantamos los pedazos
cada vez que hicimos bolsa
el presentimiento.
La séptima es la vencida
Amor mío:
has muerto tantas veces
que olvidaste que estás viva.
Es más, hoy no distingues entre vivir y morir,
pero estás viva y perpetuamente despierta
y a tus pies las aguas se estancan y luego se liberan,
entran por el tobillo y lo reparan,
por dentro, por fuera, un chorro de agua viviente,
una formación de rescoldos y llamas y crujidos espirituales
que esta agua enciende con materia y deseo,
una forma de vida que nadie puede darte
que nadie te ofrecerá esta noche ni ninguna otra.
Una vida nueva: la séptima es la vencida.
Atardecer
El sol de las 19:31 ya casi no tiene contorno.
Disuelto en el aire disuelve las nubes
y los contornos vibrantes de la cordillera.
Ningún minuto es una piedra lanzada al azar.
Mi corazón ha perdido el contorno.
Ninguna palabra es una piedra lanzado al azar.
-Los poemas pertenecen al libro Incendio controlado momentáneamente.