Vigilia y otros textos
Luisa Fernanda Trujillo vista por Emilio Coco
pertenece a la reducida nómina de los que trabajan la palabra en la soledad y autonomía con una seriedad y constancia de alto nivel, huyendo de las estéticas pasajeras. Ella es una de las voces más libres e intensas del panorama poético colombiano actual, que ha vivido y sigue viviendo lejos del escenario mundano y de la organización cultural. Ese deseo suyo de no aparecer a toda costa está compartido plenamente por quien, como yo, abriga una sensación de rechazo hacia la bulliciosa y vulgar afirmación de una sociedad literaria presencialista, cada vez más efímera y vacía de valores. Luisa Fernanda es una poeta de gran integridad moral y de fuertes convicciones, que corre el riesgo de parecer inactual en nuestra época espectacular. No sorprende, por lo tanto, la escasa atención que se le concede en antologías, repertorios o diccionarios crítico-bibliográficos de poesía actual colombiana, que, a veces, están atestados de nombres de escaso o nulo valor literario.
Luisa Fernanda ha publicado sus dos últimos libros en Italia. El primero A terra l’uccello dimentica di cantare (En tierra, el pájaro olvida cantar) bajo el sello de Raffaelli Editore de Rímini y el reciente Mio per sempre mai (Mi por siempre jamás) editado por Giuliani Ladolfi editore, ambos traducidos por mí.
Los que integran este libro, come sugiere el mismo título, son poemas de amor. Es un libro completamente distinto al anterior donde se afrontan prevalentemente temas de carácter social (la guerra y su violencia) y asuntos ligados a su privada existencia, de inspiración doméstica, con las motivaciones del paisaje, de los animales, de las calles, de las plazas, de los edificios, de las personas queridas, de las cosas y de los aconteceres habituales.
En este por ahora su último libro la inspiración de Luisa Fernanda Trujillo arranca de la realidad, que es sobre todo la realidad de sus vicisitudes afectivas, de su variada y múltiple historia de amor. Pero es también la realidad ambiental, del paisaje, de la ciudad, que con la realidad interior íntimamente se funde y se confunde. No hay espacio, entonces, para simulaciones literarias y pretextos temáticos ideados para realizar un programa de poesía, sino que todo nace y se desarrolla a partir de los movimientos y las solicitaciones primordiales de una autobiografía interior. He aquí el sentido que se extrae de la lectura de este libro. Una necesidad firme de fidelidad y adhesión a las razones de la vida y del sentimiento, donde la verdad profunda de la existencia sustancialmente se reconoce.
En el centro de la larga y lírica confesión, de este diario íntimo, se coloca una historia de amor, percibida como aflicción, como tristeza, como congoja y postración del alma pero también, y sobre todo, como plenitud y gozo, como arrebato y éxtasis sublime, como carne integrada a la carne.
Tenemos ante nosotros un poemario de amor, en cuyo interior se colocan una serie de vicisitudes que confluyen en una única historia. Un itinerario que se desarrolla a lo largo de los 50 poemas que integran el libro, siguiendo el curso de una parábola que sigue los ritmos y los tiempos del amor: desde el comienzo asombrado y casi incrédulo pasando por la explosiva plenitud y floración de la estación de amor ‒del amor correspondido, de la entrega total‒ hasta el repliegue doloroso en el enredo de las memorias, en el sentido de vacío. Pero es una parábola que no tiene principio ni fin, que siempre se renueva y mezcla dolor y amor, gozo y congoja, lágrimas, orgasmos y esperma.
A esta variedad de sentimientos corresponde un lenguaje que se traduce en una ramificada germinación de símbolos y de metáforas, un lenguaje que a veces se presenta desarraigado de todo nexo gramatical y sintáctico y procede por medio de acumulación de imágenes.
Son muchos los poetas que en la historia de la literatura universal han tratado el tema del amor, pero estoy convencido de que ninguno se ha acercado a él con tan lírico entusiasmo y ardor, rompiendo los esquemas represivos de toda respetabilidad y revistiendo de poesía, de alta poesía, incluso las palabras y las ocasiones que podrían crear escándalo por su explicita sexualidad.
La autora no podía elegir un título más bello para este libro. Es un título oximorónico, constituido por un adjetivo posesivo: mi y por dos adverbios en contradicción entre ellos: siempre y jamás. Título que Luisa Fernanda ha tomado prestado de Eduardo Carranza y que muy bien define y anticipa la temática del poemario: el amor vivido como satisfacción insatisfecha, como dolor feliz o felicidad doliente, como realización irrealizable justamente como “el agua delgada” en el hueco de la mano.
Del libro: De soslayo Prendada
VIGILIA
el frío no arropa la vigilia
no hay pájaros que canten el nuevo día
ni toques de luz que siembren la esperanza de un comienzo
sólo el brillo en la mirada del asfalto
esos ojos en el piso desprendidos de los cántaros de lluvias
que
a esta hora
abrigan la existencia
pienso en la palabra
pensar en ella
es invocar su nombre
INICIO
no alumbra la luna el camino de las noches
no derrite el sol la escarcha en las mañanas
las nubes no se llueven
y lloran granizo los días hasta abrigar los ríos
El día inicia.
no desperezan las sombrillas sus estambres
no cambian los semáforos de color las luces
no alojan las calles transeúntes
y un pensamiento de inexistencia recorre las esquinas
El día inicia.
APARIENCIA
tal vez
la tierra sea un eterno giro
fuerza centrífuga que nos centra
tal vez
seamos la suma de superficies deambuladas
caracolas de sueños imaginados diurnos
a la caza audible de lo que parezca vida
tal vez
moramos en un hueco negro
y
desde otro lado
alguien o algo nos inventa
en la creencia de alcanzar mundos mejores
sólo que
de este lado
en este eterno giro
los sueños caen en fila
calcinados
Del libro: Trazo en sesgo la noche
BITACORA
sobre una noche líquida de estrellas
barcos de papel resguardan la infancia
rezan a las manos que plegaron la imaginación
sobreviniendo naufragios
llevan palabras
frases sueltas en tinta negra con noticias de lejos
en sus pliegues las fórmulas secretas para viajar sin bitácora
sin oponerse al viento
sin preguntar
por el próximo crepúsculo
PALO SANTO
olía a Hierbabuena
a Palo Santo
me decía
sembrados los prados
reverdecen los pensamientos
me decía
Antes, cegaban arrozales
adormecían espigas
y los maizales desgranaban su memoria
en manos viudas
Ahora, es mejor que antes
me decía
al tiempo de abonar la tierra
limpia de árboles
de siembras
y de flores
PASOS
recoger los pasos caídos en los años
recuperar sus huellas del olvido
sacudirles el polvo que dejó el anhelo
encontrarlos en vida
añejos
no perdidos
devolverles la inmortalidad de espejo
que la savia de un beso puede darles
sacar del ropero un traje a su medida
vestirlos
no sea que la muerte
llegue
Del libro: En tierra, el pájaro olvida cantar
Remaba en una batea, para ella el mar
El mar había sido eso, nada más que eso
Un trozo de agua extendido en el horizonte
Un pozo derramado en medio de la tierra firme
Un rugido llegado de afuera con aliento a sal
Remaba
Sus manos arrugaban el agua
salpicaban de borde cualquier cosa a distancia
y anunciaban a los pájaros y a las olas
que aquí dentro
también la lluvia cae
Es mayo y miro el mar
En él navegan los azulejos del baño y la batea
Una boya toma bocanadas de aire
anuncia los ahogados
El limite envejece y yo
he demorado en conocer el mar
Si no hubiera guerra
ni humo que cubriera de ceniza el campo
tomaría los leños apagados a destiempo en cada fuga
haría de una cerilla el símbolo de lo que fue un incendio
volvería a mirar a las lechuzas sin la compasión del insomnio de los búhos
y dejaría crecer el cabello a las muñecas de la infancia
Si la guerra no hubiera llegado a mí
como llegó en la noche clandestina de una toma
dormiría desnuda entre los pastizales
dejaría a las lagartijas hacer cosquillas en mis muslos
y sembraría de flores los nombres de los muertos
Si la guerra no hubiera sorprendido nuestras bocas la noche de los besos
ni hubiera sellado las palabras en medio de las balas
tu voz se escribiría en las paredes de las calles
y no sería rojo sangre su tintura
Dejar este lugar
donde el sonido de los autos y los trenes orquesta la fuga de las cañerías
donde el sol esconde su atardecer detrás de los edificios
Empacar dos o tres mudas
dos o tres frutos secos
una lámpara de Aladino
Al fin y al cabo
a pie se sustenta el árbol y en los líquenes
el agua se destila
Del libro: Mi por siempre jamás
Qué es el amor sino un invento
Una historia de ficción, de película romántica por siglos repetida
Juego de variables de un mismo argumento
Qué es el amor sino el encuentro de dos almas que se hallan al cruzar la esquina
A la salida de un cinema o en el intermedio de un concierto
y quedan prendadas en sintonía cómplice sin que terceros se percaten
Se llaman, desafían la espera, se prometen sentimientos invencibles
desafían la eternidad en palabras como siempre y nunca
agonizan en el intento de evitar lo inevitable, se citan
se encuentran en un cuarto de hotel una noche escondida
en que ni las aves ni las luciérnagas cantan
bajo la promesa de no entorpecer el vocablo de los besos
el roce de los cuerpos, el ensayo de acordes de una sinfonía inconclusa
Dice que me ama y mi corazón late como el de una adolescente
Dice que me ama y salto al escenario sin importar la ausencia de utilería
ni el contenido del libreto
Impaciente acudo al rito de la entrega
Entre caricias oculto el temor ante cualquier duda
Qué más da si me ama o no si a la hora de la muerte
Su rostro se interpuso y su sonrisa fue la invitación a quedarme a saldar
al menos esa deuda
Qué más da si me ama o no
Si una noche entre sus brazos y los míos
Hallé el único argumento por siglos repetido
Para morir cien veces y seguir viviendo
Como una luz a lo lejos en una noche oscura
Como la primera chispa de un fuego que se inicia
Como un aviso de luciérnagas al atardecer
Como un gato vagabundo salido de la noche
Llegaste.
Hubo un pájaro copetón una vez
Piaba en el pórtico de la casa
escondido entre los matorrales de la entrada
Su piar era lento
Semejaba la resignación ante el quejido
Su ala herida le impedía alcanzar el vuelo
y sus pequeñas uñas, ya eran romas
de caminar la rugosidad del pavimento de las calles
Entre las palmas de mis manos era algo así
como un pedazo de mota perteneciente al viento
Lo alojé en mi habitación, le curé la herida
y aprendí a leer en sus ojos la humedad que emana
cuando algo nos conmueve
Por algunos días ejercitó su ala hasta volar de nuevo
Hoy es un pájaro copetón de poco vuelo
Mira la tierra desde las ramas de la Acacia
sembrada por mi padre en el jardín
Mis ojos a veces tropiezan con los suyos
Me recuerda que así él sea un pájaro de poco vuelo
yo estaré sembrada en la tierra
sin alcanzar las copas de los árboles desde donde me mira