Luis Borja

La tristeza se comprende en los parques

 

 

 

 

LA TRISTEZA SE COMPRENDE EN LOS PARQUES

 

I

 

La línea del tiempo es una cicatriz en la cara

En ella se impregna toda la tristeza por las tardes

¿Hoy es lunes o domingo?

Es el día de la tristeza en los parques

No

Hoy es el día que la amargura se queda atada a las bancas

El día en que los huesos se vuelven más cansados

El día que mis ojos se tragan el mundo

No

La tristeza no está en los parques

Son los años sedientos de la nada

Sedientos del sinsabor de los días

 

 

II

 

El parque es un ataúd a las cinco de la tarde

Veamos a todos sus muertos contemplar la agonía del día.

¿Cuántos años tiene usted Don Rubén?

Tengo 75 golpes en la cara

El sueño de la palabra en mi lengua

Tengo, jovencito, las manos abiertas para el poema

Para que encuentre en ellas el ritmo del agobio

Porque no es fácil, niño

No es fácil ser el cemento

O la carne postrada para el paisaje.

Yo tuve la fuerza del verso en mis puños

Lo amargo del verbo vivir

Sí lo tuve

Lo tuve como se tiene una esperanza

Ahora véame

Vea mi aliento al filo de un café

Vea mi cara cortada por las agujas del reloj

Tengo 75 golpes en la cara

Tengo la edad del tedio y las ganas de morirme ya.

 

 

 

 

DESIERTO

Para los niños migrantes

 

LA OSAMENTA ES UNA PROLONGACIÓN DEL DESIERTO

la cruz de hueso que se pierde en el exilio

En el desierto se muere con el nombre tatuado de todos los hijos que quedan atrás

con la embarazada agonía de descubrirse incierto

con la lengua seca abrazando la saliva

En el desierto los muertos son una arena esparcida

duelen como una espina deslizándose en la carne

duelen como la tumba en la que nadie se persigna

Es que no es fácil ver la arena como un veneno suave

cuando el sol se vuelve una ruina sobre la espalda

cuando la garganta es un pájaro apagado

no es fácil con la esperanza de toda una familia

En el desierto se muere a los de pies del nopal con el corazón putrefacto

los cráneos ruedan como tren perdido

las piernas son rieles mudos que no encuentran el camino

las vísceras son una cadena de flores de sangre

flores de muerto mostrando sus dientes

la lengua como un tajo de carne podrida se hace pesada

pesado también el andar ecuestre de todas las fronteras

de todas las carnes desgarradas en Tecún, Chiapas, Coahuila

En el desierto los muertos son un muro de huesos que se quiebra

Un río de sangre que se seca en cada manotada

Una bandera tejida con todos los dedos de Centroamérica

En el desierto

sólo en la piedra  el cerebro destila lo amargo de los sueños

sólo la piedra se apiada de la carne

sólo la piedra es el epitafio de todos los migrantes

 

 

 

 

BALA PERDIDA

 

La niña juega a medir la soledad del aire

Busca la respuesta a los besos que su abuela le dio en la frente

Ella sabe que es lindo sentir un escupitajo de vieja en la frente

La niña juega a medir la soledad del aire

Juega a las muñecas con la humeante mueca  de un árbol

Ella sólo necesita un momento para extender su sonrisa llena de caries

La niña juega a descifrar figuras en las nubes

Siente un beso acalorado en su vientre

Su desangrado nombre se desliza sobre el suelo

La niña llora

juega a medir la pólvora en el aire

 

 

 

 

UMIT

 

I [se]

 

Todo comienza amando la madrugada

Amando el canto de los gallos que buscan un nombre de luna

Todo comienza en la ternura de las flores y sus pétalos de sangre

Todo absolutamente comienza amando la saliva

Porque de la saliva y el barro somos

Somos la jícara y el destino de la tierra

Todo absolutamente comienza con la tibieza del día

Con la sonrisa caliente de todos los astros: el nacimiento del padre y el fuego.

 

Yo

Que soy saliva y barro, planta y ternura

Comprendo que somos bebidos por la luz y el día

Pero también, mi hermano, somos de la noche

De la oscuridad y la luna: la madre.

Todo comienza en la sonrisa de la jícara y de la raíz

En la plegaria de sangre que cantamos

Todo comienza en la tierra y el sudor

En la semilla que nace en la palma de la mano

Todo comienza en la nocturna sonrisa del delirio

 

No, no callamos la locura ni la muerte

Ni el disparo que quebró los huesos de la tierra

Y de los huesos que nacieron como piedras

Todo comienza pues, con la ternura entre las manos y con el odio entre los dientes

Todo comienza, mis hermanos, en el sueño de los pájaros y su grito de sangre

 

 

III [yey]

 

Yo soy el padre del que habla

Y hoy me arrancan de la tierra con las uñas sangradas en la nada

Yo soy el padre

El vejestorio de huesos que guarda un delirio de sangre

Yo

me niego a morirme cruzando los brazos de tristeza

Yo soy el puño y el grito

Porque lucho desde los rincones de la piedra

Tengo las fuerzas en la sangre que me bulle como un caballo perdido

Respiro

Y encuentro en mis manos los huesos de mis abuelos

Respiro

Y voy amagando con la amargura de mis años

Porque habitan en mí, todas las ansias de la primer cosecha

De la saliva del padre de mi padre

Y de la madre de mi madre

Porque me habitan todos como una cadena de huesos que me detienen para que no caiga

Por eso

Me adhiero a tu aroma agreste sorprendido por la lluvia

Me adhiero a la extraña suerte que nos invita el delirio

No me rindo

No me caigo

Me sostienen tus huesos

Y empuño en mis manos el ombligo de mi familia

La trenzada ternura de todos mis hijos

No me lo arrancan

Ni con el golpe, ni con la mentira

Ni con mil papeles que hayan firmado todos los tiranos

No se pueden llevar la tierra

No se pueden llevar mi casa

Porque mi casa no es sólo mi casa

Porque está habitada de todos los nombres que las sangre nos cosecha

Y al perderla, pierdo todo lazo que me ata a los años

Pierdo las caricias dibujadas de mis hijos

Pierdo los consejos de mi padre.

 

La tierra no se puede perder

Porque se perdería el sustento y la saliva

Perdería mi lengua y la voz

Es más, perdería el grito de la sangre

¿Y entonces, qué sentido tendría resistir?

Me quedaría mudo como la piedra

Me quedaría habitado por todos los vacíos

Nadie me vería zanjando los nombres de la sangre

Por eso, yo me resisto con el golpe

Yo me resisto agitado por el polvo y los astros

Y desde ahora, no encuentro el sosiego

Yo soy el padre del que habla

Y no me pueden quitar la tierra

Porque la tengo metida en cada herida de la cara

Porque han sido las manos de polvo que me sostienen

Y eso, señores, sólo se quita con la muerte

Yo soy el padre del que habla

Y no me pueden quitar la tierra

Porque la tierra es la carne

Porque la tierra es el hueso

Porque la tierra es el puño

Porque la tierra es la sangre

Porque yo soy la tierra

 

Luis Borja (Ahuachapán, El Salvador, 1985-2021). Poeta y profesor del Departamento de Letras de la Universidad de El Salvador. En 2014 obtuvo el Accé ... LEER MÁS DEL AUTOR