Leonor Garnier

Renglones de mi vida

 

 

 

 

 

Las víctimas posibles

 

Lo más importante

es ser inexpugnables

unas manos de fuego

un corazón de espacios bien medidos

donde quepan todos los nombres, todo el amor.

 

Entonces, la transición para llegar a ser lo que debiéramos

será un salto más bien ágil:

impermeables a la erosión, a desintegramiento,

al desmembramiento,

permaneceremos, eternos, en la memoria

 

porque el oficio de estar vivos (calificado como personal)

es patrimonio colectivo: a todos nos persiguen y todos perseguimos

legándonos

en familia

las posibles víctimas:

víctima es el pañuelo que permanece tercamente en alto mientras

el tren se aleja

víctima es el árbol que guarda nuestras iniciales

víctima es el tiempo adonde nos hemos convertido en admirables anfitriones

adiestrados en la equivocación es necesario, por ahora,

hacer de la equivocación un sonido correctamente timbrado para que los otros

no sospechen:

en el archivo las llamadas de atención impecablemente ordenadas

sin borrones

ni tachaduras (esos ya murieron)

que parecen anunciar una subasta:

la de los sueños:

de nuestros sueños que lograron detectar,

menos estos, los que imaginamos despiertos,

en letras minúsculas

 

de ahí la necesidad de ser inexpugnables

impúdicos

humanos

oliendo, hablando, odiando, comiendo, vomitando

molestos como un pedazo de carne dura

 

entresacarnos unos a otros la incertidumbre

fugamos de nuestros cuerpos de cristal

de nuestras mejillas

de los anteojos negros

de las bufandas

y decir las cosas porque es necesario abrir un poco más de este ancho mundo

donde la memoria es el cansado gesto que indica que somos los solitarios,

esas posibles víctimas comunes y corrientes.

 

 

 

 

Lugar común

 

De las fábulas creí siempre que eran historias para niños

en que dragones, princesas, unicornios, brujos, héroes

y el largo etcétera de inventados personajes

eran simplemente lugares comunes de la infancia.

 

De las fábulas siempre creí que eran imágenes para recordar

que el tiempo ha comenzado a dispersarse

y en la intermitencia de su luz se descubre el hombre.

 

 

 

 

Sustituciones

 

Dijeron que me había recordado:

posiblemente:

por lo general se habla de nosotros

con la misma indulgencia con que se habla

del ausente

 

el martes por la tarde me reconocí en una figurilla

que flotaba en el centro mismo de su habitación:

dibujaban mis gestos y palabras:

en una manera de ganarse la vida

 

y es que a nosotros se nos recuerda

sustituyéndonos el rostro por discretas mariposas de papel

sosteniendo los recuerdos de hace un rato.

 

 

 

 

Vigencia de los párpados

 

Jamás recibió mi cuerpo un golpe,

ni una herida,

ni la inconsciencia del hambre o del frío

 

jamás descorrí las cortinas de mi cuarto

temiendo encontrar una larga avenida de muertos

 

nunca me llamaron por teléfono diciendo que la hora había llegado

que era necesario, ahora más que nunca, ser cautelosos,

pacientes,

discretos

 

nunca me senté a la mesa a sabiendas de que sería la última comida

ni hice el amor creyendo que todo terminaba

ni sentí la necesidad de mirar dos veces el mismo árbol

ni el rostro de la familia

porque probablemente sería la última vez

 

nunca creí necesario hablarte del día transcurrido

ni creí importante acuñar tu figura en los parpados

en la boca

en los dientes

porque nunca tuve miedo de que no amanecieras a mi lado

en el bar, con los amigos,

o en la plaza, con el sol, la brisa, las hojas,

pensaba que era importante establecer un sentido de justicia

para cada habitante

dispuesta a olvidar esas circunstancias que nos atan a los otros

para luchar por los demás, aun a costa de ellos

 

pero, de pronto,

la ventana de mi cuarto da a una larga avenida de muertos

y comprendo que la hora dependía de mí misma:

novata en tiempos difíciles

me doy cuenta de que por largos años he cargado una herida

más profunda

más oblicua

más constante que el letargo del hambre o del frío:

casi una cicatriz, la postura heroica que asumiera ante la lucha

se ha convertido en compromiso

y, desde entonces,

resuenan en mis libros, en mis zapatos,

en mis dedos,

los gritos de los que nacieron abocados desde siempre a la trinchera.

 

Qué tiempo extraño el mío que me permitió flaquezas

qué tiempo extraño que no me permitió estructuras ni afanes

ni palabras

ni teorías.

 

Qué tiempo extraño que se levanta ahora como una catapulta

impulsándome hacia la realidad

 

regreso al bar y, por primera vez,

veo las facciones de los amigos

 

en la plaza el silencio es el eterno golpe de un reloj

recientemente habitado.

 

Todo es diferente ahora

en este estar segura de que se rompen las ataduras

y en el inventario quedan incluidos todos:

abuelos, padres, hermanos, amigos, amantes

coincidiendo o no nuestros afanes

porque

de pronto

se volvió innecesario obedecer a la rutina

al sueldo

al jefe

para ocuparme únicamente de la verdad que aprendo de pie

junto a la ventana que acoge los ruidos vagos de la noche

y el llanto es la piel recuperada ahora,

en pie de guerra,

cuando un día cualquiera no amanezca ya a tu lado.

 

 

 

 

Olvido

 

Soy el testigo no compareciente

confeso de crimen y hallado culpable.

De todos aquellos paseos en patines

por la verja de la solterona,

de los juegos escondidos en la escuela inglesa

sólo quedan estas palabras.

De los árboles frutales de la estación de mi parque

existe hoy un saldo: los troncos podridos,

las bancas picoteadas y aquel hoyo inmenso

en el cemento del muro.

Pero en las tardes siempre se llama a juicio.

(Estoy proscrita del álbum con fotos de frente y de perfil

y con los años tal vez se me dará otro nombre.)

Porque no sé disparar a mi hermano, se me dispara

y ya no existo:

hace mucho fui niña y me olvidé de golpe de mi infancia.

 

 

 

 

Renglones de mi vida

 

Hurgando en Dios

me encontré contigo.

Fue como comulgar de nuevo

la primera hostia de mi vida,

como abrir un libro grande

sin saber leer siquiera.

 

Tú, agua de mi desierto,

sopa de mi mesa,

pan de mi alimento,

la voz que escucho de pie,

los labios que beso de rodillas.

Tú, la sangre que me baña,

la misa de mis días.

 

 

 

 

Croquis

 

Puedo sacar el pan al aire libre,

limpiar las hojas del último otoño,

para borrar de mis manos toda huella de moneda,

símbolo vertical de esta hora miseria.

Puedo escanciar de nuevo el agua, beber de ella,

encender la luz y prescindir del frío.

 

Somos humanos aunque no seamos seres,

ingratos dentro de la justicia artesanada,

cómodos en la comunicación que no entendemos,

para ser sólo gratuitos, los comprometidos.

Por eso no podemos deslizarnos por la existencia,

porque todo está previsto, nos fue trazado,

dicho;

nos paseamos con un croquis en la mano

y tres pasos a la derecha

y miles a la izquierda

crédulos de tesoros jugando a la rayuela

caza —recompensas: nada fui nada dejé.

Quizás sólo un dolor inconfesable.

 

 

 

 

Amo de ti

 

Más que a tu rostro

amo de ti esa posición firme

que no admite derrotas

 

amo de ti las palabras que descubres

para dar sentido a mi vida de poeta

 

amo de ti el calor de tus manos

porque tus manos saben sembrar, construir, sudar,

encallecer

y amo tu cuerpo y no sé cómo decirte que de ti amo,

más que a tu rostro

esos momentos en que hablas de revolución,

de justicia,

de dignidad,

de muerte.

 

Digo tu nombre y amo de ti la fortaleza

porque no basta, lo sé bien,

inaugurar la vida a base de memorias.

 

 

 

 

Del vasto territorio

 

1

 

Potencia de mis manos que cavan en tu cuerpo

como en tierra blanda

potencia de mis dedos que cubren de caricias tus hombros

y tu espalda

potencia de mi cuerpo que germina en tu cuerpo como un hijo nuevo

como un círculo que nos nutre de horas infinitas

potencia de mi boca que siembra de palabras el largo, ansiado recorrido

piel que huele a flores que se abren contra el sol

 

potencia de mis pies que habitan tus oídos atentos a mi prisa

árbol que se agita sobre el tiempo

aquí sobre la luz de tu rostro-hierba donde la potencia de mi voz

cava semillas de eternidad

y abraza tu firme corazón de sueños

 

potencia de tus manos que cavan en mi cuerpo

como en tierra fértil

una noche tan fiel como la memoria.

 

 

2

 

Yo sé de ti verdades mágicas

y conozco de tu vida umbrales donde mis gestos,

ahítos de bullicio,

crecen a tu contacto como pájaros de fuego

conozco de ti espacios todavía no inscritos en el tiempo

me invento en el mágico idioma de tus manos

adonde sobrevivo, extranjera, porque de ti aprendí verdades mágicas

latitudes que te son desconocidas

grutas, cuevas,

avidez de hundirse en ti,

inmersa para siempre en el vasto territorio de esto que iniciamos.

 

La historia atestigua los combates

 

Miedo en tu rostro que se ha visto, por primera vez,

desnudo

miedo a la palabra que otros dicen y que parece definirte

 

miedo en tus manos que intentan, en cómoda posición de huida,

amarrar el cordón de los zapatos

 

miedo a tu cuerpo que se enfrenta, por primera vez,

el vuelo rápido del tiempo donde has permanecido oculto:

la urgencia por evadirte puede más que la pretendida seguridad

de tu voz:

es el miedo a sentirte vivo porque descubres

en tu rostro, desnudo por primera vez,

que ninguno de tus sueños es importante

(heredero de tus muertos intentaste envejecer con menor intrascendencia

pero ya ves:

la historia atestigua los combates)

 

miedo a tus pasos que recorren inútiles calles y avenidas

en tanto los pasos de los otros avanzan firmes y seguros

miedo cuando oís hablar de golpes exilios y torturas

estupor cuando los otros se ponen de pie sobre el nombre de tus hijos

para arremeter contra tu muerte

miedo en tu rostro que se ha visto, por primera vez,

desnudo:

todo lo que pudiste ser y fuiste acumulando torpemente

obedece, en nosotros, a la necesidad impostergable

de fijar una estatura que alcancemos todos

o sea:

adelantarnos a la hora que se acerca

y empuñar los ojos, la nariz, el cuerpo,

los zapatos

como quien empuña el arma

el entusiasmo

el abrazo

 

agrandás el espacio de tu casa y de tu ropa

como quien pide auxilio

pero te has ido desvaneciendo hasta ocupar de tu propio rostro

pálido de insomnio

inútilmente desnudo ahora que el tiempo presagia primaveras

temblando entre los árboles.

 

Leonor Garnier Poeta de la segunda generación de poesía posvanguardista costarricense, nació en San José el 9 de octubre de 1945. Autora de Líneas ... LEER MÁS DEL AUTOR