La tragedia que cede su lugar
Grandes voces de la Argentina
Por Luis Benítez
Para quienes aún no accedieron a la obra de este imprescindible autor del género, su poética se caracteriza por el empleo de la ironía y la comicidad para dar cuenta precisa del registro de la época, ya que el hombre entendido por Lamborghini no es una entidad al estilo de la metafísica alemana, flotante por encima de la historia, un arquetipo neoplatónico inmune a los cambios, las contradicciones y sofocones ocasionados a la condición humana por las luchas por el poder, las injusticias y la voracidad sectorial, la violencia política propia de todo tiempo y lugar, sino todo lo contrario.
Su Homo sapiens no siempre es del todo sabio, pero sí consciente de su tiempo y acusa en su fragilidad epocal, sin distancia de los sucesos que lo conmocionan, los efectos del relato contemporáneo cuya crudeza y manifiesta crueldad sortea echando mano del humor que varía de colores según la ocasión: en su ir y venir desde la apelación escatológica hasta la negrura más intensa, es Lamborghini un maestro de la ironía concentrada, invariablemente con fines de exploración y ahondamiento en las causas que originan el atentado generalizado contra el individuo contemporáneo.
Desde luego que el recurso paródico no deja de ser otro instrumento de su arsenal preferido, pero con un empleo que muy bien ha discriminado el ensayista, crítico literario y traductor argentino Mario Nicolás Rosa (1), refiriéndose específicamente al poemario titulado Odiseo Confinado: “no parodia, hace de la parodia una trasfiguración religiosa, a medias gauchesca, a medias psicalíptica (…) Leónidas quiere convertir a la parodia en un gesto desaforado, parodiar un texto es arrebatarle sus entrañas, o lo que tiene de más entrañable, aunque el gesto no sea bondadoso”. Aunque la tópica central de buena parte de sus poemas sea un drama específicamente argentino, el lector extranjero no dejará en percibir, emotiva e intelectualmente, cuánto los versos de Leónidas Lamborghini le hablan de otras crisis que ha vivido en carne propia o está próximo a tener que sobrellevar, por esa capacidad que posee el autor para proyectar lo micro, la anécdota, el clima general y el particular, la secuencia y el episodio, a la escala macro donde reaparecen en otras latitudes y temporalidades o son anticipados como un escalofrío.
Definitivamente el Homo de Lamborghini es un Homo ludens, el hombre que juega, pero que lo hace con el lenguaje y los hechos que abarca con su discurso sin dejar de lado que sus ironías, sus sarcasmos y singulares parodias transfigurativas son el prisma necesario para contemplar el horror sin rendirse definitivamente ante él. Conoce que está jugando lingüísticamente con el centro mismo de lo siniestro, das Unheimliche, lo ominoso que, debiendo permanecer oculto para que las cosas en apariencia sigan con su ritmo normal, se ha vuelto visible de un modo definitivamente insoslayable. Y eso -Leónidas Lamborghini lo supo siempre muy bien- es para siempre.
El autor
Quisieron las circunstancias que empeñosamente propicié, que tras su retorno a Buenos Aires pudiese yo entrevistarme con Leónidas Lamborghini en algunas contadas ocasiones. Primeramente en la hoy desaparecida confitería Richmond, de la calle Florida 468, entre Lavalle y la Avenida Corrientes, la misma donde solían encontrarse los escritores gestores de la revista Martín Fierro, y que por ello recibieron el nombre de Grupo de Florida. Tras esos breves encuentros iniciales, nuestros cónclaves se trasladaron a algunos restaurantes del centro de la ciudad, pero un factor común señaló siempre esas espaciadas reuniones: invariablemente Leónidas llegaba tarde, con un récord en cierta ocasión de 1 hora y 10 minutos. Resignado, lo que yo hacía era pedir un aperitivo y aguardar.
El ritual, tras su llegada, indicaba que inicialmente se mostrara reservado, para que luego, paulatinamente, desgranara sus abundantes respuestas acerca de lo que fuese yo a preguntarle. De su exilio mexicano, entre 1977 y 1990, por ejemplo, no guardaba los mejores recuerdos, no solamente por el hecho objetivo de que había tenido que dejar forzadamente nuestro país, sino también porque allá en el norte no encontró terreno propicio para la publicación y difusión de su poética, por completo diferente de lo que se estilaba en ese entorno y en aquellos tiempos. La referencia a este período era recurrente en él y le achacaba esa suerte de “exilio dentro del exilio” a la omnipresencia del Premio Nobel Octavio Paz y su modo particular de entender el género, según su opinión acatado por la mayoría de los autores del país y que nada tenían que ver con las propuestas estéticas afines a Leónidas. Así lo explicaba: el asunto era que en México estaban acostumbrados a un sistema de autoridad piramidal, desde antes de la llegada de los españoles, que posteriormente continuó vigente hasta el mismo presente en diversos órdenes de la actividad humana, incluyendo la literatura. En cierta ocasión y a ese respecto, le recordé que la palabra náhuatl tlatoani, uno de los títulos de los antiguos gobernantes aztecas, significa “el que habla” y le agradó la asociación de ideas con lo que me estaba volviendo a referir, que inevitablemente se clausuraba con el recuerdo del conocido dicho: “en México la poesía está en Paz”.
Hombre de una amplia cultura –de la que sin embargo no hacía gala adrede, como sucede con tantos otros, sino en las ocasiones en que la conversación así lo ameritaba- era asimismo propietario de una sorprendente lucidez política y capaz de análisis brillantes, con argumentos de una solidez incontrastable. A ello sumaba chispazos, siempre espaciados, de un humor aplastante, que variaba desde lo chistoso propiamente dicho hasta el sarcasmo contundente y hondamente esclarecedor, en sí mismo, de aquello a lo que se estaba refiriendo.
Nuestro autor nació el 10 de enero de 1927 en el barrio porteño de Villa del Parque, hijo de un floreciente ingeniero y empresario industrial. En 1946 comenzó sus estudios en la Facultad de Agronomía, los que abandonó en 1949 para desempeñarse como obrero tejedor y luego como encargado de telares. En 1955 ingresa como redactor en el diario Crítica y su vida se vuelca definitivamente hacia el periodismo y la poesía, con la publicación ese mismo año de una plaquette: Saboteador arrepentido, que por un lado recibió el apoyo ferviente de figuras como Leopoldo Marechal, Oliverio Girondo y Juan Laurentino Ortiz, y por el otro violentas críticas por parte de aquellos que, sin comprender la novedad que esas pocas páginas traían al género, hasta lo acusaron de “mancillarlo”. En Argentina 1955 es un año clave, el de la caída del peronismo, seguido por un feroz represión de todos sus seguidores, incluyendo a los escritores de esa filiación.
Dos años después, con 30 en su haber, Lamborghini publica su segundo poemario, Al público. Años difíciles: desempleado, vive en una casilla de chapas y cartón en Llavallol, Provincia de Buenos Aires. Contra viento y marea continúa escribiendo, mientras en el país se alternan frágiles gobiernos democráticos y otros de facto. En 1973, bajo la presidencia de Héctor J. Cámpora, el mismo año en que se produce el retorno de Perón a la Argentina, se integra a la Secretaría de Cultura de la Provincia de Buenos Aires. Con la llegada al poder de la sangrienta dictadura militar en 1976, un año después el poeta tomaría el camino del exilio, residiendo en México D.F. durante trece años y ganándose la vida como publicista. Su retorno al país en 1990 fue acompañado por el pleno reconocimiento de su obra singularísima, tanto por la crítica académica como por el interés de los lectores en conocer más y mejor una de las trayectorias poéticas más personales y originales del género local.
Leónidas Lamborghini falleció en Buenos Aires el 13 de noviembre de 2009, a los 82 años de edad, y sus restos fueron velados en la Biblioteca Nacional.
Notas
(1)Rosa, Nicolás. Los confines de la literatura o los hermanos sean unidos, pág. 201, en: Veinte episodios de la historia de la literatura argentina del siglo XX, VV.AA., compilación de Martín Prieto, Centro de Estudios de Literatura Argentina, Centro de Estudios de Teoría y Crítica Literaria, Editorial Municipal de Rosario, Rosario, Provincia de Santa Fe, Argentina, 2020.
Poemas de Leónidas Lamborghini
La moral del bufón
–La verdad del Modelo, es su propia
caricatura, y ésta revela
la mentira de su falsa perfección.
Viéndonos, así, caricaturescos,
nos entendemos: espejo somos,
de lo deforme que el Modelo oculta.
Vida como parodia de la vida,
risible senda en la que el suicidio,
su idea, ronda hasta el bebé.
La mezcla, el remedo y el disfraz
que a nosotros el Modelo inspira,
anuncian, desde siempre, la tragedia.
Desde el reír, lo trágico mirado;
la tragedia que empieza en la parodia,
sigue en caricatura y da en grotesco.
La tragedia que cede su lugar
a esas tres formas y, con ellas,
se confunde en violento carnaval.
En ese albur, es claro, estamos todos;
somos batracios de una misma charca,
con un croar que nos identifica,
el croar de la época: un griterío,
que expresa nuestro horror que causa risa
y nuestra risa que provoca horror.
Así, el torniquete de la historia
sentir nos hace su chiste a carcajadas,
que devolvemos con más locura y crimen.
Y trágicos por cómicos y cómicos
por trágicos, en este laberinto
de horror y risa, sea nuestra guía
la moral del bufón: sus comiqueos.
Vincent
–en camino: el dibujo del sendero bordeado de espinas.
me he dicho: ¡surgirás!: garabateo. ¿estéril?
la Naturaleza se resiste. espinas del sendero. la
Naturaleza
con tenacidad: hay que reducirla: captarla. una lucha. las
líneas principales. me he dicho: ¡surgirás todavía! ¡parirás!
¡de la miseria parirás! ¿jamás?: me he dicho: de
las energías de la miseria. ¡surgirás! ¿no? ¿lo lograrás?: de
la energía que las espinas. la
Naturaleza: hay que poner un poco del alma humana
allí. la
Naturaleza: se resiste. espinas. una lucha. una
tenacidad. con tenacidad: es necesaria. mano
firme. el lápiz más dócil. un poco. ahora. más de acuerdo.
garabateo. me digo: ¡hay que poder!. el estudio
constante. el estudio cuidadoso. el estudio repetido. el
dibujo: una lucha tenaz. con
el tronco tenaz del esqueleto tenaz: una lucha. con
la cabeza tenaz del esqueleto tenaz: una lucha. con
las piernas. con la pelvis tenaz. una lucha. ahora: poco
a poco. más
de acuerdo. en camino. el
camino es: estrecho. la puerta es: estrecha. la Naturaleza: se
resiste. ¡hay que reducirla! ¡hay que captarla! hay
leyes: ¡aprendo a ver las líneas principales! me he dicho:
¡hay que poder!. me he dicho: ¡no te dejes despistar!: las
líneas. las principales. buscar. buscar. ahora el lápiz más de
acuerdo. más y más. ese sauce. me digo: concéntrate
en ese árbol. me digo: ¡atención! me digo: no
te dejes despistar: ¡es un ser vivo! me digo: ¡hay
que poner un poco del alma humana allí!: esa herida.
Circus
Como el que
en círculos
—atento—
trota y da vueltas
en la pista.
Como el que
atento,
alrededor
de ese centro
da vueltas
y trota.
Como el que
trota y da vueltas
en la pista
atento:
olfateando su hocico
el terror del tormento.
Comiqueo de la foto hablada de Ruanda
– Mamá ya cruzó el puente y nosotros,
sus tres hijos, quedamos de este lado:
la muerte nos pisa los talones.
Mamá, del otro lado, abre los brazos
pero es en vano; quiso el destino
que ella cruzara y nosotros no.
O: delante de ella, ella creyó que íbamos,
cuando nosotros íbamos detrás;
o: se olvidó de nosotros y corrió
sola para salvarse sólo ella;
o: del lado de su miedo la empujó
su miedo que no pudo refrenar;
o: pudo más ese miedo que sus hijos;
de su sangre el miedo nos borró
y se abrió paso espantada del espanto;
o: creyó ella que en una pesadilla
cruzaba el puente y, cuando despertó,
ella lo había en realidad cruzado.
La solución por 1 millón de muertos.