Leandro Calle

El ahogado y otros textos

 

 

 

El ahogado

La violencia del agua llegó a la isla
para llevarlo todo
hasta el último suspiro
y así también
se llevó la vida de aquel chico.
Entonces
miramos el agua marrón de la inundación
y supimos que en su estómago de barro
había un cuerpo.
Pero dónde, dónde buscar en esa masa de agua.

Una mujer trajo un pan
dijo que había que tirarlo al agua
que allí donde flotara
estaría el cuerpo.
Alguien arrojó el pan al agua
primero se hundió
desapareció
y luego salió a flote.
Entonces algunos se lanzaron al agua
y comenzaron a buscar.
Toqué algo, dijo uno de los hombres.
Se sumergieron varias veces.
Hay mucha corriente, dijo otro.
Apareció una soga
y otra vez se sumergieron.

El chico estaba hinchado
y el agua de la orilla
le besaba las uñas
como diciendo no me olvides
como diciendo, gracias por el pan.

 

 

Repasadores

Hervían los repasadores en la cacerola
burbujas de grasa y detergente.
Ahora, como un albino al sol,
cuelgan brillantes, secos y extendidos
sin historia ni rastros
absueltos de dolor y de cebollas.
Persiste alguna mancha original
que el hervidero de la alquimia
no supo quitar.
Penden ahora como ángeles ahorcados
en su propia pureza.
El agua hervida asume suciedades.
Algo de todo eso se evapora
algo de todo eso pide asilo.

 

 

Ellos castran la palabra

Ellos castran la palabra
y qué vamos hacer con una palabra mutilada
una palabra que no tiene
manera de agarrarse a la tierra
palabra sin esperma
vacía como un huevo vacío
cáscara
No se puede hacer nada
con la palabra castrada
pero se puede crear otra palabra
una palabra fecunda y plena
como la palabra árbol
y plantarla en el centro de la vida.

 

 

Con agua o fuego

Con agua o fuego
incluso con silencio,
he decidido
realizar mi bautismo
con el semen de dios
es decir
su palabra caliente
como la lengua
recién cortada
de un esclavo.

 

 

3

Al entierro del perro va mi padre
y detrás de mi padre mis seis años
y arriba de nosotros va la noche
con su cabello lacio sin estrellas.
La linterna, la pala y el dolor
hurgan perdidos en la noche oscura.
Mi padre cava un pozo mientras lloro
y el perro ya no muere, se está quieto.
El pozo es hondo, la tristeza es honda
y el animal parece que flotara.
La tierra es una boca gigantesca
ávida al fin de su ración de carne.
El perro hecho un ovillo, ya en la manta,
se hinchó de lejanía y de sosiego.
Una hormiga se adentra en el hocico
y comienza su viaje temerario.
El perro entra en la tierra. Con mi padre
entramos a una zona de dolor.
A un costado, la pala tiene sed
la linterna, a tientas, busca el agua
que anidaba por los ojos del perro.
El pozo es húmedo y profundo. Duerme
el perro. Mi padre descansa. Lloro,
mi llanto es sin consuelo porque entiendo
que la muerte me espera al otro lado.
No se puede escapar. Nadie se escapa.
La tierra hace un trabajo de silencio,
come huevos de luz, bebe la sombra.
Llega el momento de tapar al perro
palada tras palada va mi padre
tapando las costillas de la muerte
escupido de dios va construyendo
una memoria de sal. Un ladrido
humano. Muñón de sol tierra adentro.
El perro vive en nuestros corazones
pero entonces, si vive y se despierta
¿cómo podrá salir de entre la tierra?
Mi oreja en el piso busca escuchar
el latido del perro que despierta
pero el perro está muerto y el silencio
lame mi corazón con su cuchillo.
Ya no hay nada que hacer, ha terminado
la labor de mi padre. Muerto el perro
enterrado en el centro de la tierra
resta cerrar los ojos y olvidar.
Volvemos con la pala y la linterna
nos lavamos las manos y la cara.
Un beso en la mejilla y a dormir.
Me duermo. Sueño y en el sueño el perro
me habla de las flores y los frutos.
Luego se pone serio y se pregunta:
¿Qué vas  a darnos tierra, tu silencio?
Yo lo miro correr entre las nubes
él repite preguntas, las responde
luego llega hasta mí y me amonesta:
este país se hunde tierra adentro
en tierra está enterrado, lo velamos
y el olor a podrido nos asusta.
Recoge la linterna, sin tu padre,
alza la pala y cava, cava un pozo
en el medio de la noche y llora.
Busca un hueso de luz. Deja la sombra
no es el momento de enterrar los huesos
ahora es el momento de buscarlos.
Toma la pala y cava. Cava, cava
hay un país adentro de la tierra.

Cava.

 

 

*

 

la herida no cierra
el cirujano se cose la boca
y grita

 

*

 

Leandro Calle (Zárate, Argentina, 1969). Poeta y traductor. Reside en Córdoba.  Docente universitario. Sus últimos libros de poesía son: entonce ... LEER MÁS DEL AUTOR