Juan Andrés García Román

Las Piedras del Espejo y otros poemas

 

 

 

 

PER CAPITA

 

El primer rey era deforme;

nació con una protuberancia sobre el cráneo que llamaron corona,

pero esa deformidad le confirió poder.

Ésa fue la única corona de hueso, la única auténtica corona:

una sola corona de verdad en toda la historia de los hombres.

A partir de entonces, el resto de los reyes simulaban la deformidad

con coronas de arcilla acero oro.

 

 

 

HAY, HAY, HAY

 

Hay amores que huelen a trigo trigo trigo,

amores de las sienes rozadas por los pájaros

y el cielo azul que tarda en

ponerse color vino vino vino.

 

Hay amores que descabalgan vidas vides vidas,

para que así los hombres apeados

de sus propios destinos tinos trinos

los huelan como a rosas como a rosas

salvajes y perdidas.

 

Hay novias que preguntan, le preguntan al viento

¿Eres tú mi vestido? Mi vestido, ¿me llevas a mi boda?

Ay vestido ondeado, ay mecido y brizado, revolcado

o corriendo corriendo como un animalillo

al maizal de los días infinitos

 

infinitos. Amores que huelen a trigo y a maíz

y a hierba y lo demás no son amores, uno

y otro por las montañas

libres perdidas. Ay,

amores, que os encuentren

con las mejillas rosas rosas rojas,

revolcados en cijas en pajares,

o espantando a los pájaros los pájaros,

tirantes tirolinas de cielos infinitos

infinitos. Cantad, novias, aquello de Yo tengo

un vestido que baila

con el viento y con todos y conmigo

y que acaba diciendo Entre las tumbas

y tumbas. Ay, amores,

 

oled, oled a trigo y a camisa

inflada por el viento,

que choca las cerezas las cerezas

que caen blando en la tierra en la Tierra. Para siempre.

 

 

 

LAS PIEDRAS DEL ESPEJO

 

Qué poco que tardaron

en regresar aquellas risotadas censuradas antaño

por parecer de brujas

y asociarse en tratados de anaqueles

 

inalcanzables a lo

maquínico y perverso: caballeros

de una fe intransigente

no faltaron para batirse el cobre

contra los murciélagos de tales

risotadas eléctricas.

Al fondo palpitante de grabados

tenebristas los tenéis,

guerreando hasta recular

al más sombrío rincón

 

del cuadro. No es difícil

oírlas al pasar junto a abiertas ventanas.

Ahí están, hierba son

chillona que despunta. Y, en efecto,

mala hierba que entre la buena

se cuela con la manida

excusa del equilibrio:

 

diablo pesando un alma en

la romana de un cuerpo, embadurnando

lo divino con orín de verraco;

materia opaca que su interesado

asiento otorga a las luces del mundo,

pues de otra manera –explican las reidoras–

no serían, ya que un peso

brillante sólo –y abren

sus manos esqueléticas–

¿puede darse en la tierra?

El peso de lo brillante, ¿no es un sol?,

–sacudida resignada de la cabeza horripilante –,

¿y alguien vive en el sol? Ejem, ejem,

risa que acaba en tos y en un gargajo.

 

El lazo de arpillera anudado a la flor

más bella, el bien

definido en la sustancia

más ajena; ése es su lugar,

no las piedras del fondo de los ríos,

sino las del espejo: aquellas piedras

que podrían, o podrán

–porque el mal no se va a rendir jamás

y flaquezas habrá tarde o temprano–,

arrojadas contra él, hacerlo añicos.

 

 

 

IMPERATIVO DE PASADO

 

Su mano tembló en la mía y la apretó mucho más
de lo necesario. –Che volete, dijo con una voz sombría
y turbada, ¿che volete mi? ¿Qué quiere usted de mí?
R. Barthes cita a P. LOTI

 

Tuvistí conmigo

distemí la mano

 

–le dice en una lengua

 

le habla en imperativo

de pasado

Vinistí distemí

 

la mano

 

Distimilá

Hay ciertos ruiseñores

por los que mana de mañana

el canto de la noche

y viceversa

 

Era uno de ellos Uellos

nidios mis ojus

 

Y con tanta rabia

llora que hace ondear

un lienzo bajo las montañas

 

¡Eso tenía!

Que le enfermó el pasado

No hay salida ni hay soledá

abrirunse los dias

Entraremus

al pasado

 

como las bezbas

entran a las floris

i de las floris

van a las celdas

i vuelven a las floris

 

 

*

 

Lago en la isla

¿probarás el océano?

Lo probaste Será

o fue es

 

Un terremoto

es menester Un terretemblo

Ojus de la color

que gotea pupila

de lo que falta

 

Falta menos Un velo

mus aparta Sacastemí

el velo Mus aparta

morir Distemí la mano

 

 

*

 

¡Distimilá!

Esta herida

en el otro mundo

es una flor

 

de otro mundo

Pupilas dilatadas Se levanta

Camina por el jardín

En esta escena

cantan los ruiseñores

 

cantan tan fuerte

que se van a morir

que hasta se saliniza

 

el lago

de deseo Y cuando cree

que amanece

 

¿Quién va eres tú

todavía eres

tú (y quería decir

Eres ya tú)

 

amor mío?

 

 

*

 

Los ojus i las manos

Lo que fuera

que veía tenía

 

Cáliz que delimitan

dos rostros enfrentados

Ya estáis

Besaos la frente

el tiempo

 

los ojus y la boca El corazón

 

ya está

ya tiene el vino

 

 

Para Katie

Mírate toda

llena de arruñazos

Eras blanca y pareces

una mancha roja

 

Cierva ciega de andar

 

entre espinos

y puntas

de estrellas Yo te quiero

 

De puro dañar

el daño con tu daño

Te quiero Eres la única

 

cosa que quiero

 

*

 

Como el viento de las grutas

mi amor que no sabes

 

y no puedes no puedes

porque está

todo fuera

 

Afuera

 

Una mañana

nítida nieve

de todos los colores

 

del verano Eso eso que quiero

amor quiero nacer

 

Juan Andrés García Román (Granada, España, 1979). Se dedica a la poesía, la traducción y la enseñanza. Es autor, entre otros, de El fósforo astillado ( ... LEER MÁS DEL AUTOR