Joseph Brodsky

Poemas de navidad

 

 

(Traducción de Svetlana Maliavina y Juan José Herrera de la Muela)

 

 

 

ESTRELLA DE NAVIDAD

Durante los hielos, en un lugar más hecho al calor
que al frío, y a la llanura que a la montaña,
un niño nació en una cueva para salvar al mundo;
nevaba como sólo puede nevar en el desierto.

Todo le parecía grande: el pecho de su madre;
el hálito dorado de los ollares del buey,
los Reyes Magos (Melchor, Gaspar, Baltasar), sus presentes.
Él solo era un punto.  Y un punto era la estrella.

Atenta, sin parpadear, entre las escasas nubes,
al niño acostado en el pesebre, desde lejos,
desde lo profundo del Universo, desde el otro extremo,
la estrella en la cueva lo miraba.  Y aquella fue la mirada del Padre.

24 de diciembre de 1987

 

 

24 DE DICIEMBRE DE 1971

V.S.

En Navidades todos somos un poco Reyes Magos.
Empujones y barro en los abastos.
Por una caja de turrón de café,
gente cargada con montones de paquetes
emprende el asedio del mostrador:
cada cual hace de Rey y de camello.

Cestas, bolsas, paquetes, envoltorios
corbatas torcidas, gorros.
Olor a vodka, a pino y a bacalao,
a mandarinas, a canela y a manzanas.
Un caos de caras, y no se ve, entre la nieve,
el camino que lleva a Belén.

Y los portadores de estos modestos presentes
saltan a los transportes, se abalanzan sobre las puertas,
desaparecen en os huecos de loa patios,
sabiendo, incluso, que el portal está vacío:
no hay animales, ni pesebre, ni Aquélla
sobre quien brilla un nimbo dorado.

El vacío es absoluto.  Pero sólo el pensar en ella,
ves de pronto una luz que viene de no se sabe dónde.
Si Herodes supiese que, por más riguroso que fuera,
el milagro sería tanto más cierto, inevitable…
En el rigor de esa ley está
el mecanismo clave de la Navidad.

Y lo que se festeja ahora por todas partes
en Su Advenimiento, que pone juntas
todas las mesas.  Aún, quizás, no necesiten la estrella;
aunque la buena voluntad de los hombres
se distingue de lejos,
y los pastores encendieron las hogueras.

Cae la nieve; no echan humo sino suenan las trompetas
de las chimeneas en los tejados.  Y las caras son manchas.
Herodes bebe.  Las mujeres esconden a los chicos.
¿Quién se aproxima?-nadie lo sabe:
ignoramos cuál es su señal, y los corazones
puede que no reconozcan al forastero.

Pero, cuando en el umbral el aire disuelve
la espesa niebla nocturna
y surge la figura con manto,
al Niño y al Espíritu Santo,
los sientes dentro de ti sin avergonzarte;
miras al cielo y ves la estrella.

Enero de 1972

 

 

UNO DE ENERO DE 1965

Los Reyes Magos olvidarán tu dirección.
No habrá estrellas sobre tu cabeza.
Acaso sólo el ronco bramido del viento
entiendas como en otros tiempos.
A tus hombros cansados les quitarás la sombra.
cuando apagues la vela, antes de acostarte,
pues el calendario nos promete
más días que velas.

¿Qué es esto?  ¿Tristeza?  Tal vez sea tristeza.
Una canción que te sabes de memoria.
Que se repite.  Pues que se repita.
Que se repita desde ahora.
Que suene también a la hora de la muerte,
como gratitud de labios y ojos,
hacia lo que, a veces, nos obliga
a perder la mirada en la lejanía.

Y mirando en silencio al techo,
porque el calcetín, claro, está vacío,
comprenderás que la avaricia sólo es garantía
de que eres demasiado viejo.
De que ya es tarde para creer en milagros.
Y alzando tu miranda al cielo,
sentirás de repente que tú mismo
eres un regalo sincero.

Enero de 1965

 

 

PRESEPIO

El Niño, María, José, los Reyes,
los pastores envueltos en pieles,
animales, camellos, sus guías…
Todo convertido en figuritas de arcilla.

Sobre la nieve de algodón, rociada de purpurina,
arde la hoguera.  Y apetece tocar con el dedo
el papel de plata de la estrella; con los cinco mejor,
como entonces lo quiso el niño de Belén.

Entonces en Belén todo era más grande; pero la arcilla,
con el baño de plata por encima
y el algodón esparcido alrededor,
gustaba hacer el papel de lo que había desaparecido.

Ahora eres más grande que todos ellos.  Tú,
como un transeúnte a media noche, desde inalcanzable altura,
te asomas a la ventana del cuartucho–,
y contemplas desde el espacio estas pequeñas figuras.

Allí la vida sigue, igual que unos disminuyen
con los siglos en su volumen,
y otros crecen –como ocurrió contigo–.
Allí luchan con los copos de nieve las figuritas,
y la más pequeña prueba el pecho.
Y uno tiende a cerrar los ojos, o… abreviar el trecho
que le separa de la otra galaxia, dónde tú desprendías
luz en un sórdido desierto –como en las arenas de Palestina.

Diciembre de 1991

 

 

25.XII, 1993

M.V.

¿Qué hace falta para un milagro?  A una zamarra de pastor,
un granito de ayer y una pizca de hoy
y mañana, añádales a ojo
un trocito de espacio y una miga de cielo.

Y el milagro se hará.  Porque los milagros
gravitan en torno a la tierra y guardan
nuestras direcciones.  Y tanto es su afán por encontrarnos
que incluso en el desierto dan con quien lo habita.

Y, si dejas tu casa, al despedirte,
enciende la estrella de cuatro velas
para que ilumine el mundo vacío, y te siga
con su mirada por los siglos de los siglos.

1993

 

 

 

-Joseph Brodsky
Poemas de navidad
Traducción de Svetlana Maliavina y Juan José Herrera de la Muela
Colección Visor de Poesía
España, 2006

https://www.visor-libros.com/tienda/poemas-de-navidad.html

 

Joseph Brodsky Poemas de navidad

Joseph Brodsky Nació en 1940 en Leningrado. Durante su juventud, Brodsky fue expulsado de siete escuelas y a la edad de 15 años fue a trabajar en una fá ... LEER MÁS DEL AUTOR