José Emilio Pacheco. El circo

Continuamos esta sección de Textos claves con tres poemas del renombrado autor mexicano.

 

 

 

José Emilio Pacheco

 

Los Payasos

Por los Payasos habla la verdad.
Como escribió Freud, la broma no existe:
todo se dice en serio.

Sólo hay una manera de reír:
la humillación del otro. La bofetada,
el pastelazo o el golpe
nos dejan observar muertos de risa
la verdad más profunda de nuestro vínculo.

Todo Payaso es caricaturista
que emplea como hoja su falso cuerpo deforme.
Distorsiona, exagera –y es su misión–
pero el retrato se parece al modelo.

Vuelve cosa de risa lo intolerable.
Nos libera
de la carga de ser,
la imposible costumbre de estar vivos.

Cuando se extingue la carcajada y cesa el aplauso,
nos quitamos las narizotas,
la peluca de zanahoria, el carmín,
el albayalde que blanquea nuestra cara.

Entonces aparece lo que somos sin máscara:
los payasos dolientes.

 

 

Siameses

Me llamo Tim y odio a Jim, mi hermano
gemelo -y algo más,
ya que nacimos unidos
por una membrana flexible
que otorga libertad de movimiento (hasta cierto punto).
Imposible cortarla pues la escisión
acabaría de golpe con nuestras vidas.

Tenemos dos cabezas muy diferentes.
Jim es glotón y sólo come cadáveres
Yo soy vegetariano, estoico, ascético;
mi rival vive esclavo de la lujuria.
Y cuánto me repugnan sus contorsiones
en mujeres de paga mientras yo, en vano,
hojeo una revista o finjo distancia
mirando en la pantalla videos idiotas.

Yo simpatizo con el pueblo doliente.
Mi ideal es anarquista y odio el poder.
Jim ama el capital, gana millones
pues tiene genio para invertir en la bolsa.

Él duerme como un niño. Yo soy insomne.
Leo todo el tiempo y Jim detesta los libros.
Me gusta hablar. Mi hermano es silencioso.
Aborrezco la casa. Él es experto en venados.

Nos hace millonarios nuestra danza grotesca,
los diálogos obscenos que improvisamos,
y los feroces juegos con espadas.

Dice la gente “Es el acorde perfecto.
Nunca se han visto hermanos tan idénticos”
¿Alguien se ha imaginado nuestra guerra interior,
la lucha interminable que libramos a solas?
(Ninguno de nosotros sabrá nunca
qué significa la expresión a solas).

No podemos creer que existan seres
por separado. Los consideramos
triste mitad de un todo inexistente,
mellizos de un fantasma o espectrales siameses
que alojan en un cuerpo la dualidad, la enemiga
contradicción de opuestos para siempre enfrentados.

¡Cómo anhelo vivir
sin este monstruo que me duplica y estorba!

Y no obstante de noche, conversamos
en nuestra propia lengua inventada.
Nadie será capaz de descifrar la clave imposible.
En presencia de extraños no se usa nunca,
la llamamos Desesperanto.
Arde en lumbre de rabia y odio hacia ustedes.

Si puedo hablar ahora es porque Jim
duerme su borrachera como puerco en zahúrda.
Despertará en un minuto
y entonces volveremos a la pugna incesante.

Oigan lo que les digo: de verdad
la convivencia es imposible.

 

 

Las Jaulas

Dejemos que termine el empresario del Circo:
En la arena del mundo somos tigres y leones.
Nacemos con las garras bien afiladas.
No hay nadie que no tenga agudos colmillos,
disposición para la lucha, talento innato
para la herida, para el desprecio y la burla.

Unos cuantos alcanzan el doctorado,
grandes torturadores o asesinos en serie.
Pero todos ganamos nuestro diploma
en la escuela del desamor,
en el colegio del odio,
el seminario de la intolerancia.

La inmensa paradoja es que se ha hecho justicia:
a nadie en el reparto de los males
se le negó su rebanada.
Daga es la mano, proyectil el puño,
flecha incendiaria y venenosa la lengua
y látigo los dedos que abofetean.
Todos nosotros somos ministerio de guerra,
ejércitos compuestos de una sola persona,
tropas de asalto contra el semejante
a quien nunca hallaremos desarmado.

El gran tema del mundo es la venganza.
Me haces algo, contesto, me respondes.
Perpetuamos el ciclo interminable.
Y si alguien se atreve a interrumpirlo
será siempre marcado a fuego y hierro
con el terrible epíteto: cobarde.
¿A quién honran los pueblos y las artes?
Al que deja montañas de cadáveres
para salvarlos de su error: ser distintos.

La vida sólo avanza gracias al conflicto.
La historia es el recuento de la discordia
que no termina nunca.
El zarpazo bestial es tan humano
como la dentellada.
El heroísmo auténtico sería
entender las razones diferentes,
respetar la otredad insalvable,
vivir hasta cierto punto en concordia,
sin opresión ni miedo ni injusticia.

Pero entonces, señores, no habría Circo,
no habría historia ni drama ni noticias.
No estaría bajando esa cuchilla
que ahora mismo cercena mi cabeza.