Presentamos tres textos claves del célebre poeta colombiano.
José Asunción Silva
Edenia
Melancólica y dulce cual la huella
Que un sol poniente deja en el azul
Cuando baña a lo lejos los espacios
Con los últimos rayos de su luz
Mientras tiende la noche por los cielos
De la penumbra el misterioso tul.
Süave como el canto que el poeta
En un suspiro involuntario da,
Pura como las flores entreabiertas
De la selva en la agreste oscuridad
Do detenido en las musgosas ramas
No filtra un rayo de la luz solar.
Mujer, toda mujer ardiente, casta
Alumbrada con luz de lo ideal…
Radiante de virtud y de belleza
Como mi alma la llegó a soñar,
¿En sus sueños de cándida ternura
Así la encontrará?
La calavera
En el derruido muro
de la huerta del convento,
en un agujero oscuro
donde, al pasar, silba el viento,
y, como una dolorida
queja a las piedras arranca,
hay, en el fondo, escondida
una calavera blanca.
De algún fraile soñador
de vida ejemplar y bella
y dedicada al Señor,
en el mundo única huella.
Abre los ojos, sin fondo,
como a visiones extrañas,
y del vacío en lo hondo
forjan telas las arañas.
Húmedo musgo grisoso
recubre la antigua grieta,
donde, en supremo reposo,
descansa ignorada y quieta.
Pero hasta aquella escondida
mansión la brisa ligera
lleva murmullos de vida
y olores de primavera.
Golondrinas, que en sus marchas
dejaron el patrio río,
huyendo de las escarchas,
de las brumas y del frío,
cuando la luz del Poniente
filtra por el hondo hueco
y hace parecer viviente
el cráneo rígido y seco,
desde las negras ruinas,
alzan sosegado vuelo,
en sus vueltas peregrinas
tocan las ramas y el suelo,
como buscando en el prado,
ya por la tarde, sombrío,
el espíritu elevado
que habitó el cráneo vacío.
Muertos
En los húmedos bosques, en otoño,
Al llegar de los fríos, cuando rojas,
Vuelan sobre los musgos y las ramas,
En torbellinos, las marchitas hojas,
La niebla al extenderse en el vacío
Le da al paisaje mustio un tono incierto
Y el follaje do huyó la savia ardiente
Tiene un adiós para el verano muerto
Y un color opaco y triste
Como el recuerdo borroso
De lo que fue y ya no existe.
En los antiguos cuartos hay armarios
Que en el rincón más íntimo y discreto,
De pasadas locuras y pasiones
Guardan, con un aroma de secreto,
Viejas cartas de amor, ya desteñidas,
Que obligan a evocar tiempos mejores,
Y ramilletes negros y marchitos,
Que son como cadáveres de flores
Y tienen un olor triste
Como el recuerdo borroso
De lo que fue y ya no existe.
Y en las almas amantes cuando piensan
En perdidos afectos y ternuras
Que de la soledad de ignotos días
No vendrán a endulzar horas futuras,
Hay el hondo cansancio que en la lucha
Acaba de matar a los heridos,
Vago como el color del bosque mustio,
Como el olor de los perfumes idos,
Y el cansancio aquel es triste
Como el recuerdo borroso
De lo que fue y ya no existe.