José Agustín Solórzano

La literatura no salva a nadie

 

 

 

Asunto: colaboración para su importante revista cultural

 

Me piden que envíe una selección de poemas que me represente

una semblanza y una fotografía de frente, en blanco y negro

 

siento decirle, apreciado pero no por eso ingenuo,

gestor de la poesía y de la mentira

que nada de lo que he escrito me representa

 

que mi semblanza es más falsa que los poemas que anexo

que nada de lo que presumo me lo gané yo mismo

 

soy un plagiario o lo que es lo mismo: literato

 

en la foto sólo puede verse a un imbécil

que, como cualquiera, quiere aparentar cierto interés por el mundo

pero por dentro se está cagando sobre Dios

y sobre todos sus buenos hijos.

 

 

 

porque hay un poeta tendido en la vía

y hay que esperar por el inspector para que determine

si la culpa es del maquinista distraído o de Atila Jozef

Si el tren pasó sobre el poeta

o fue el poeta quien pasó bajo el tren

L.R. Nogueras.

 

Hagan todos los cálculos posibles

acérquense al límite de la verdad

tóquenla si pueden

el mundo, desgraciados, soportará sus mediciones

 

podrán hacer puentes, trenes, balas

pero nadie conocerá jamás

la arquitectura del Universo

 

podrán encontrar el área del círculo

recitar en algún ridículo encuentro de poesía

los primeros mil decimales del número

 

intenten cuanto quieran

acercarse a la belleza

inventen un nuevo verso

escriban la nueva épica

rehagan el álgebra

pasen de análogos a digitales

cuantas veces quieran

sean continuos o discretos

hijos de perra o perros sin madre

 

sobre el tren o bajo el tren

la luz      esa bestia sin amaestrar

que a veces es onda y otras partícula

que a veces tiene cola y otras un par de cuernos

 

ese tierno animalito que nos muestra el mundo

la luz

nada tiene de humana

no es el tren el que atraviesa el puente

ni el puente el que cruza el tren

 

es el poeta

cruzado de brazos

el que mira la luz sobre los rieles

mientras el tren   manso    lo atraviesa

 

aprende algo Einstein.

 

 

 

La literatura no salva a nadie

cuando perdí mi empleo la literatura no me salvó

nada pude pagar nunca con literatura

ni la renta ni la despensa

 

ni uno sola de las hojas que he leído

pudo salvar a mi padre de la enfermedad o la vejez

ningún poema ni ningún verso

le devolverá el ritmo al corazón analfabeta de mi padre

 

ni el consuelo de la biblia ni el nihilismo de Arthur

me libraron de la hipoteca y la bancarrota

no me dieron más casa los libros que estas calles

silenciosas y fétidas

pero más luminosas que un volumen de Verlaine

 

no soy si no un culto vagabundo

un hombre que carga      además de culpas

kilos de palabras sobre su espalda

 

odio la literatura porque todavía           ahora

desnudo y apretando puñados de tierra entre mis dedos

escribo estos versos

 

y lo único seguro frente a mí es una biblioteca de silencio

 

la literatura no me salvó

como no salvó a Melville de morir en el fracaso

o a Ahab de la ballena blanca

como no libró a Job del sufrimiento

 

nada, salvo la literatura

pudo evitar el suicidio de Pavese y no lo hizo

porque sin su muerte Cesare sería solo un poeta más

sin las pelotas para meterse un tiro

 

la literatura no salva a nadie de nada

es hacha sobre el suelo helado

un huracán luego de la tormenta

el semen del cadáver en el cementerio

el oscuro secreto de la luz

 

nadie va a salvarme de las palabras

porque quien podría salvarme de la poesía

me dio este cuerpo

y le prendió fuego antes de abandonarlo

 

hoy yo intento a apagar el incendio

con papeles que parecen decirme algo

y lo que dicen es:

 

Si aprendes a arder aprende a apagarte

y si te apagas ya aprenderás de nuevo a arder

 

la poesía no salva a nadie de nada

odio la poesía

porque odio a los poetas

 

y yo soy uno de ellos

 

el mejor de todos

el más odiado de todos

el insalvable

 

quien mira al tiempo colarse por los huesos

las cuentas por pagar

la factura de la luz eléctrica

el riñón agonizante de su padre

la demencia senil de su madre

el cáncer que, de espaldas, recorre el calendario

 

quien bebe una cerveza y toma un libro

sólo para lanzarlo contra el muro de su biblioteca

 

sin resultados

sin rasguños

 

porque las palabras

a pesar de lo que dicen los imbéciles de buena cuna

no duelen tanto como los golpes

y si te duelen es que no te han golpeado lo suficientemente fuerte

 

somos un cuerpo

al igual que los libros

ardemos

y fin del tema

 

no vine aquí a discutir sino a prenderme fuego.

 

 

 

Libro de Job (fragmentos)

 

vau

 

si mi cuerpo es el templo de tu nombre

por qué maldices mis huesos y tendones

 

si mi cuerpo es el palacio de tu aliento

por qué soplas inclemente contra mi barca

 

si mi cuerpo es el castillo de tu orgullo

por qué te avergüenzas de mis carnes miserables

 

dime    hijo de la Nada

por quien todo fue hecho

 

si mi cuerpo es el tuyo a imagen y semejanza

por qué te empeñas en cubrirlo de podredumbre

 

habla   hijo del Silencio

entra al templo que soy y escúchate

 

inclínate ante ti y respóndeme

el eco del dolor rasguña mis paredes

 

dime    padre de la primera luz

¿y si yo tomara tu mano para asesinarme

me la darías?

 

respóndeme    eyaculador de la primera sangre

¿me darás la llave para abrir la puerta de tu madre?

 

por qué no dejar a la Nada vivir entre nosotros

si el Silencio está tan solo y tú    hijo de su cópula

 

sólo sabes hacer muñecos de barro

para alimentar a los gusanos

 

dime    hijo mío

¿ahora que soy Nada podrías venir

y acomodarme el Silencio sobre los labios?

 

 

 

zayin

(apología de Leviatán)

 

ser como la bestia que en su inmensidad

ignora de dónde viene su apetito pero lo sacia

 

alimentarse como la bestia inmisericorde

que abre las fauces al hambre todos los días

 

ser esa colosal bestia de terrible odio

poner el pan del odio a la mesa cada mañana

 

y acostarse sobre la almohada del odio

como sobre un cardumen de sombras

 

probar con lengua de bestia todas las aguas

y escupir un mar salado y negro por la boca

 

porque el amor no es un animal de buen tamaño

apenas un cordero para ofrecer en holocausto

 

pero el odio es una ballena inconmensurable

un manjar que a todos terminará saciando

 

 

 

José Agustín Solórzano (México, 1987). Autor de los libros de poesía Dos versiones del libro que no escribí (Abismos, 2017), Ni las flores del mal ... LEER MÁS DEL AUTOR