Jorge Palma

Los niños no saben lo que pasa
en la casa de los muertos

 

 

 

 

 

LOS NIÑOS NO SABEN LO QUE PASA
EN LA CASA DE LOS MUERTOS

 

Ahora que las ventanas se empañan

y es difícil ver el rostro de la luna,

ahora que tan rápido aumenta

el peso en las camas

sumando más y más cobijas,

es bueno recordar, para distraer al hambre,

que los niños no saben

lo que pasa en la casa de los muertos.

 

Los niños no saben

lo que pasa en la casa de los muertos.

Solo ven bajar a su madre de la azotea

con la ropa que ha doblado la tarde,

que ha doblado prolijamente

el viento de la tarde.

Y a su padre, guardando en la cocina

con entusiasmo, todo lo que le han dado

por ser un hombre bueno.

Los niños no saben

lo que pasa en la casa de los muertos.

Por qué al vecino

le cambiaron la pierna

por otra de madera.

Por qué los bromistas del barrio

dejaron sin neumáticos

al auto de Federico.

Los niños no saben

lo que pasa en la casa de los muertos.

Ahora que las tentaciones

están a la orden de la piel.

Ahora que la sabiduría

duerme en hermosos relicarios.

Ahora que el sentido común

perdió totalmente el sentido.

En la casa de los muertos

el paisaje es lunar

y los adultos andan despacio

con velas en las manos.

Sobre el corazón de la noche

rumia una pena honda

que no llega a tocar las cobijas.

 

En la casa de los muertos

los niños no saben lo que pasa.

 

 

 

 

ALGUNOS DATOS SOBRE LA ETERNIDAD

 

Ahora que el relámpago

cruza el cielo

y lleva en la frente

un estandarte,

hago un alto, un silencio,

por todos los que hoy

nos dejaron.

 

Los relámpagos no conversan

con el cielo. No tienen trato angelado.

Les tiembla la voz, y el cuerpo

se estira hasta volverse un sollozo,

en medio de la oscuridad.

 

Siempre anuncian despedidas.

 

 

 

 

DIME, MADRE, CON QUÉ SOÑABAS
CUANDO TODAVÍA NO TENÍAS UNA FAMILIA

 

¿Dime, madre, con qué soñabas

cuando los cielos de verano

danzaban en tu pecho?

 

¿Dime dónde tengo que buscar?

Porque no son suficientes

las fotos de las cajas.

Quiero el aire, el sonido,

saber cómo se movían tus manos,

subiendo a tu cabello negro

de las mujeres del Sur.

 

¿Dónde tengo que buscar?

Los sueños no responden

y tú ahora estás muy lejos.

 

¿Dime, madre, dónde busco?

¿En qué collar del cielo te escondes?

¿En qué racimo celeste te has dormido?

 

Porque desde aquí abajo

todas las estrellas

son iguales.

 

 

 

 

EL MOVIMIENTO DEL TRUENO Y DE LA LLUVIA
LLENAN LA ATMÓSFERA

 

Dando un salto, el relámpago

subió a las ancas del trueno

y cabalgaron juntos

a lo largo y ancho del cielo.

 

¡Esto no se había visto nunca! dijo

el aire de tormenta.

 

Y la tierra, que los había visto

recorrer el mundo desde el comienzo,

afirmó temblando: “¡y todavía no hemos

visto nada!”

 

-¿Cómo puedes saberlo?- dijo el viento.

 

Está escrito en los párpados

de la lluvia,

en la frente del relámpago,

en los poderosos muslos

del trueno,

a lo largo y ancho del cielo.

 

¡Todo cambió!

 

 

 

 

TODAS LAS COSAS ALCANZAN
EL ESTADO NATURAL DE LA CONCIENCIA

 

Un rayo de sol dormido

sobre la hoja de un álamo

es más poderoso

que un ejército de 100 mil hombres.

 

Mi mano derecha, detenida ahora,

sostiene un viejo lápiz, pronto

para finalizar este poema.

 

Es verdad: un rayo de luz

es más poderoso

que un ejército de 100 mil hombres.

 

Jorge Palma (Montevideo, Uruguay, 1961). Poeta, narrador, periodista y divulgador. Ha publicado seis libros de poesía: Entre el viento y la sombra ... LEER MÁS DEL AUTOR