En los barrios viejos
Ánimo a dos manos
—No saltes
sugieren las voces de paso
al recordar que allá no se diferencian las horas,
días y noches son paños
mudos y teñidos de barro
—Salta
arengan los días de tus días ya muertos.
Tu nombre olvido y todo tu exaltado yo
al llegar barrerá
la gente atormentada del andén
—No saltes
murmullo tras murmullo hemos visto en el humus
el lento deambular del gusano
que se aproxima a degustar las yemas de tus ojos
—Salta
somos las heridas y sabemos cuán inútil
se yergue la esperanza;
en mortaja, ya sabes lo que eres
—No saltes
esos presagios que te hablan
se escaparon de la vida
flácida,
sólo van de ventana en ventana
pidiendo limosna a los paupérrimos
que añoran el día plañidero
—Salta
tu viaje son escombros,
cenizas de polvo hechas ceniza,
ideas funámbulas que trataron de volar
con rocas en el cuello
y un mar de soles apagados en el bolso
—No saltes
hay pájaros que traen con el pico la estación
y el filo del sol en la memoria,
hablan en voz baja y sin embargo ruedan
contigo en la barca que te lleva
—Salta
el olvido es otra orilla que retorna
con los cánticos encendidos
de las voces apagadas.
Nada. Nada arde en otro mundo
salvo la sombra que aquí dejas vigilante
—No saltes
hay segundos que se pueblan
con el batir de albatros
que ríen y entierran la tormenta,
hay espejos que se abren
como árboles que cantan
—Salta
sentirás el brillo de la hierba
bajo el río centinela
que se lleva tus desgracias,
olerás en la raíz del origen
el aroma del pétalo de miel
Salta No saltes Salta No Saltes Salta No saltes Salta No saltes Salta No.
Van diciendo las voces en un lento diluir de tiempo entre las sobras
Inútiles, vanas, voyeristas, ignorando que siempre hago caso
Omiso.
*De Alas de cemento
Alas de cemento
Veo suicidas que usan zapatillas de cangrejo
y se deslizan bajo olas de azur como un secreto
que echa a andar los mecanismos íntimos;
veo suicidas que se tornan aeroplanos
y trasiegan de giro en giro
como una voz que lame fachadas tristes;
veo a los que cantan bajo la flor del veneno
nocturnos ritmos galopantes
y silban geometrías como trombas
que tienen sed de papalotes;
veo a los que llevan en la mano
la soga que eriza el viento,
para convertirse en suvenir de vías clandestinas.
Los veo en vitrales de visos diletantes
apaciguar la sed de los vivos
con sus alas de cemento bien extendidas.
*De Alas de cemento
Adivina
Ahora que tienes en tus manos
la nobleza del viento y la aguja del sol,
zurce con tus versos
la historia final de tus días.
Que nada te quede a la deriva,
aúna risa, mar y aroma,
pues todo cabe en el poema que te habita.
Reúne las cosas y dale música a tus días
con tus versos florecidos.
Acábese o no el mundo,
la fuerza que mana,
la fuerza que genera y da vida,
hacen de ti un ave encantada,
un ave de emocionados ritmos.
Toma el vuelo que yace a tu lado cuando ríes
y no mires atrás al emprender el viaje
hacia tu centro, que tu poema te llena de astros.
*De Tiendas del girasol
Cosecha mágica
Camino a la tienda siembro la luz entre las ramas
y bailo de viento con horas frágiles.
Siembro la luz en dos, en tres,
en todos los idiomas que callan el mundo.
La siembro en las macetas
que suben con la tarde
y se tornan sol desparramado.
Siembro la luz en la cifra oscura
que germina y se torna astro,
la siembro en las cimas que construyen las mariposas
al dibujar el aire,
en la jornada musical del cincel,
en el vaho que dejas al suspirar
dentro del féretro.
Siembro y siembro la luz
como alguien que ha perdido la esperanza.
De cuando en cuando recojo los frutos
para donarlos como un sueño
a los visitantes de las tiendas girasol.
*De Tiendas del girasol
Poesía
Arde porque es de agua
y se frita entre las hojas y las ramas.
Anda a tumbos por las voces
y pasa de grito en grito
hasta los confines,
hasta los más confusos lugares.
Arde como el cielo que chispea
mientras danza en los labios
el refugio de la muerte.
Se caldea, se crepita,
su canto labra en lava
las letras de fuego,
las palabras sobre las que se mece el universo.
Arde porque es de viento
y sabe a nube, a paso, a piso,
a las cosas leves que se llevan los cometas,
al verano que tararea la canción de los insectos
mientras el calor se duerme
sobre el polvo que trastean las horas.
Arde en frutos de libros encendidos
y nombra, y te nombra
mientras el poeta duerme en su regazo.
*De Tiendas del girasol
En los barrios viejos
Pobres gonococos, limosnean pacientes
en los andenes de los barrios viejos
donde sólo pasa la memoria contando anécdotas
sobre cómo paseaban ufanos por las venas de los artistas
para abrazarlos con orín de lija.
Pobres gonococos,
desde que apareció sor penicilina
pregonando letanías hipodérmicas,
se jubilaron a la fuerza.
Como ya no los aceptan ni en los prostíbulos baratos,
en los semáforos limpian vidrios de autos.
Limosnean, para que les den el mendrugo de un cuerpo,
les recuerdan que ya viene la gripa
a moverles la butaca.
Pobres Gonococos,
invadidos por la desesperanza
cayeron como caen todos los imperios.
*De Tiendas del girasol
Epifasia Mendía
A Elvia,
Señora de tintos en Casa de Poesía Silva
La paloma moribunda escucha desde el bronce de Silva fundido por Jim Amaral,
los gestos de los poetas en una foto.
Silva observa la bala a través de vidrios empolvados
María Mercedes Carranza dibuja Tengo miedo
Jorge Gaitán Durán escribe misivas de alas en máquinas de fuego
Rafael Maya imagina un Rincón de las imágenes
Aurelio Arturo invita a campos que ofrecen la extendida cosecha de belleza
Eduardo Carranza muestra un sueño de corazón abierto
Jorge Rojas traduce el vuelo de los ojos por páginas de abrazos
León de Greiff lanza Variaciones alrededor de nada.
Tuerta, como era, la paloma de la paz no atinó ni pico,
pero disfrutó Poemas de la tierra y de la patria de Carlos Castro Saavedra
Raúl Gómez Jattin cantó De lo que soy
Eduardo Cote Lamus voló entre estoraques
Eduardo Zalamea recostó su oído sin escalinatas.
Epifasia llegó a morir bajo el sol que subió cansado
Por las fotos de los poetas.
En el barandal el viento le cantó versos,
Romeros y geranios desplegaron sus aromas,
los helechos intuyeron.
Elvia animó a la paloma para que no muriera,
le brindó café entre sus manos.
La bautizó Epifasia Mendía.
Fina la tarde se empinó,
la paloma se esponjó con la muerte,
con qué ritmo y con qué música,
zureó los versos últimos de todos los agónicos.
*De Tiendas del girasol