Ivonne Gordon

La poeta que camina sobre las huellas del agua

 

 

 

Entrevista con Berta Lucía Estrada

 

Conocí a la poeta ecuatoriana Ivonne Gordon en el Festival Internacional de Poesía de Curtea de Argès (Rumania, 2017); y si bien escuché su poesía atentamente no me acerqué a ella. Éramos alrededor de treinta poetas de diferentes países, Arabia, Turquía, Alemania, Estados Unidos, Irlanda, El Salvador, Bolivia, Portugal, España, Canadá, Colombia, Argentina, Israel, Túnez… y la lista continúa…; así que hablar con cada uno de los poetas invitados no era tarea fácil; ya, que como pasa siempre, rápidamente se formaron pequeños grupos que de una u otra forma ignoraban a los otros. También es cierto que el tiempo libre para hablar entre nosotros, y para descansar, no era muy frecuente; y por supuesto, también estaba la barrera de la lengua. Debo aclarar que solo hablo castellano y francés; y como casi todos los poetas se comunicaban entre sí en inglés, pues yo misma me excluí de las conversaciones que se dan en un encuentro como éste. No obstante, dos años después Ivonne Gordon me contactó por las redes sociales; y es gracias a esta herramienta tecnológica que pudimos establecer una relación de amistad y de aprecio mutuo que no deja de crecer y de fortalecerse. Es así como he podido leer y analizar tres de sus poemarios; a saber: Diosas prestadas, Casa de Agua e Inventario Íntimo de las Cosas.

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-Tú vienes de una familia en la que la poesía es el eje principal; me refiero, por supuesto a Jorge Carrera Andrade. ¿Podrías hablarnos un poco de él? ¿Quién era, que rol tuvo en la poesía y en las Letras ecuatorianas y cómo ha sido tu relación literaria con la suya? ¿Cómo la has vivido? ¿Se vive como una condena que se rechaza o como una influencia literaria a la que hay que tomarle el pulso y ponerla en la línea del horizonte?

Jorge Carrera Andrade fue una importante presencia, no solo para mí, pero para la familia en general. Diría que era una figura mítica, era un titán que daba pasos que resonaban, me recuerdo en mi niñez su presencia, lo vi en pocas ocasiones, porque vivió en diferentes países en sus cargos diplomáticos. Era muy alto, imponente, lo veía como una figura exótica, de pelo negro engomado, ojos rasgados, y vestido impecablemente. En mi imaginación se convirtió en un personaje importante en mi vida, ya no era sólo un pariente, era un titán de las letras. Que luego en mi vida adulta confirmé lo importante que es no solo en las letras ecuatorianas sino en las latinoamericanas. Mi madre en su biblioteca tenía todas las primeras ediciones de sus libros, cuando niña yo iba a la biblioteca y leía su poesía y no podía entender nada. De alguna manera estas lecturas prematuras de Carrera Andrade se impregnaron en mi piel, en la fluidez de la letra no escrita. Él fue diplomático la mayor parte de su vida, y vivió fuera del Ecuador la gran mayoría del tiempo, y siento cierta afinidad con él por el hecho de ser una poeta ecuatoriana que escribe desde fuera, porque tanto Carrera Andrade como yo llevamos la tierra natal en nuestras entrañas, y de ahí surge el reto de acercarse a la tierra desde otra orilla. Gracias a que Jorge Carrera Andrade volvió al Ecuador como ministro de Relaciones Exteriores tuve la oportunidad de convivir con él y su hija. Yo era todavía muy joven para poder dialogar con él, nunca me hubiera imaginado en ese entonces que la poesía se volvería una parte significante en mi quehacer literario y en mi vida, y que el apellido de mi madre pudiera habitar mi mundo poético como una herencia bienvenida. En uno de los Encuentros de Paralelo Cero, que se hizo en la universidad Central de Quito, el rector abrió la lectura de poetas, mencionando a Carrera Andrade como uno de los grandes poetas ecuatorianos, y nunca se imaginaron que yo estaba presente y además que era pariente de Jorge Carrera Andrade, y leí un poema dedicado a él que dialoga con uno de mis poemas favoritos, que se leía en la clausura del Festival de Poesía en Medellín, titulado El combate poético. El poeta Daniel Día me regaló ese poema que tiene gotas de cera, y ahora ese poema forma parte de mí y de mi contorno. Es un honor llevar ese apellido y esa herencia ya que como crítica literaria concuerdo con otros críticos que es una de las voces más importantes del S XX.

-Tengo entendido que tu padre era judío y que escapó a La Shoah. ¿Cómo se vive con un pasado que pesa en cada palabra y en cada respiración? Lo pregunto porque en tu trabajo poético su presencia está en todos lados. Además, tienes una relación muy íntima con tus abuelas. Leyendo tu trabajo uno constata que el cordón umbilical nunca se cortó; y eso que desde muy joven las imitaste al emigrar y quedarte a vivir en el exilio.

El dolor es algo que se incorpora en el cuerpo y tenemos opciones para tratar ese dolor. Para mí la fuente de ese dolor se convierte en creación literaria, en este caso la poesía, es un retoño que crece y se dispersa, y se vuelve inagotable. Mi padre y mis abuelos huyeron del Holocausto y fue un tema que nunca se trató en mi casa, había un silencio obligado. Siempre fui curiosa, y tenía mucha curiosidad de saber del pasado de mi padre, de sus orígenes, pero siempre me contestaba con silencios. En mi libro Manzanilla del insomnio, que ha sido estudiado por algunos críticos literarios, en especial Manuel Medina de la Universidad de Louisville que tiene un libro sobre mi obra titulado El eterno peregrinar, señala: “explica de manera lírica la identidad…lo que implica navegar las diferentes identidades dentro de diferentes contextos culturales”. Otro crítico, Dan Rogers de la Universidad de Wabash, señala del mismo libro que “la poesía de Gordon es un acercamiento al tema de la transgresión de fronteras lingüísticas y culturales”. Tengo justo en ese libro un poema cuyo oyente es mi padre, y le pregunto sobre la guerra, pero él calla, y es ese silencio lo que hizo que yo buscara respuestas y orígenes de ese lado de mis raíces. Y es a partir de Manzanilla del insomnio que comienzo a indagar esa herencia la cual es una rica parte de mi creación. También el hecho que este tema fue vedado y silenciado en mi niñez y adolescencia, es un tema que me gusta explorar como heredera de ese dolor y falta de humanidad que se creó en esa monstruosa guerra. Se ha vuelto un tema de infinita exploración.

Las abuelas son personajes centrales en mi poesía en especial en Inventario íntimo de las cosas porque son nexos históricos, lingüísticos y culturales que enriquecen el paisaje lírico de mi poesía, las abuelas son de continentes diferentes, tradiciones, idiomas, religiones distintas que poco a poco van poblando ese quehacer poético que se va construyendo a partir de Casa de agua. Y lo que más me ha llamado la atención es que los poemas pueden ser contados como un cuento. A partir de Casa de agua voy construyendo otras voces líricas donde ya no soy yo, son las abuelas, las herederas de la sabiduría y del balance. Poco a poco esas hablantes líricas van cobrando diferentes voces que me ayudan a descubrir secretos de la historia de la humanidad y de mi propia historia personal. El alejarse de la tierra de uno es una forma de acercarse a ese lugar que guarda un encantamiento misterioso, lleno de riqueza. Ya no son recuerdos, son momentos de conjuro y creación poética. Ese exilio me ha ayudado a trascender fronteras literales y metafóricas. Mi escritura devela el viaje que inicio al cruzar territorios que se convierten en metáforas para traspasar la vasta experiencia de la conciencia.

El tema que comencé con Manzanilla del insomnio y lo elaboré más profundamente en Casa de agua, y luego en Inventario íntimo de las cosas no está agotado, recién he ido descubriendo nuevas formas de llegar a la esencia. Por el momento es una veta que se ha abierto en mi poesía, y en mi formación literaria. Siempre he sido de la opinión que la literatura debe escribirse desde la experiencia, dilucidar sobre temas que no provienen de la experiencia se vuelve artificial y falso.  Vendrán otros libros que seguramente se irán desarrollando estas temáticas de forma diferente , explorando nuevas formas de expresión para traspasar límites de barreras ya sea en el lenguaje o la imaginación.

-La presencia del agua es una constante en tu poesía. ¿Es el agua amniótica, ese océano al que le debemos la vida y que en cierta forma jamás abandonamos, al que te refieres permanentemente como si además fuese una casa? ¿La casa que desaparece en la furia del huracán que barre los recuerdos? ¿Cómo recoges los pedazos diseminados en Kms. a la redonda?

El agua es un símbolo vital, y si no fuera aburrido para las lectoras/lectores de poesía seguiría siendo el único leit motif, pero ahí viene la función del oficio, y como poeta debo indagar otros leit motifs, y otras formas de llegar a la médula de la creación. El agua, como primer contacto íntimo en el vientre maternal, me lleva a sentir el agua en todas las posibilidades simbólicas y lingüísticas en la lírica. Yo crecí rodeada de montañas, volcanes y nevados, cuando muy pequeña mi padre me llevó a ver el mar, y todo en mí se transformó, fue un momento de alquimia, de magia que me marcó para siempre, recuerdo las caminatas a las orillas del mar, recogiendo conchas de la mano de mi madre, y así se fue construyendo ese mundo marítimo dentro de mí. Casa de agua representa ese espacio de mar/agua donde la hablante se sumerge en un mundo fantástico poblado de agua, donde la casa desaparece al fondo del mar. No recojo los pedazos, los difumino como briznas de ceniza que vuelan con un solo soplo, y poco a poco aparecen en los poemas y cada pieza tiene su esencia, el baúl, los aretes de mi madre, los cajones, los tenedores, todos tienen un valor intrínseco dentro de la expansión y esparcimiento.

-Tu obra es sólo una. Escribes un eterno poema con la diferencia que lo reinventas en cada verso. Háblanos un poco de ese proceso.

Borges ya lo dijo: “que siempre estamos escribiendo un poema”, creo que ese es mi caso, mis poemas están en varios libros, pero hay un solo poema infinito que se sigue escribiendo, soy yo la que escribo, pero el poema infinito se escribe solo, y yo me atengo a eso. Lo que me gusta de escribir el poema que el mismo se escribe es que me permite empujar los límites del lenguaje, crear metáforas insospechables, ir donde nunca me imaginé llegar, los limites desaparecen y es un mundo vasto para la creación. Escuché la entrevista de Almudena Grandes en Pegando la Hebra, y ella dijo: “que escribió 6 libros sobre un tema”, y voy por ese camino, no hay un fin a la vista, el panorama está totalmente despejado, donde vendrán otros que sigan insistiendo en el tema. Los genocidios ocurridos en el S XX han marcado de cierta manera nuestra manera de acercarnos a la humanidad, es un nuevo acercamiento a lo real, entonces en el S. XXI debemos tener cierta conciencia de las posibilidades ya sean positivas o negativas de la capacidad humana. Por eso, ese tema no está cerca de ser agotado en mi poeisis, me obsesiona la idea de crear, de contar eventos familiares, personales que hablan de la pérdida y es lo que me define como un ser que se conecta con la visión de un cosmos que ya no es lo consabido, sino algo que debe crearse e imaginarse. Mi reto no es el tema, sino construir algo que parecería imposible lograrlo. Lo más importante es tener oficio, amarlo, tener mucha rigurosidad en el lenguaje, y crear algo que encierre la belleza y esencia de las cosas que de alguna manera pueda asombrar al lector, pero lo más importante es correr riesgos que me lleven a otros niveles de comunicación sin buscar la aceptación de otros, pero únicamente la intención de transformar los miedos, los dolores, las alegrías en algo desconocido que traspasen todos los limites conocidos.

-Para terminar, quisiera que nos contaras que otra faceta tuya es importante para ti como ser humano en general y como mujer en particular.

El cúmulo de experiencias del ambiente en que crecí fue la arcilla que fue construyendo mi esencia como ser humano. Crecí en un hogar multicultural, multilingüe, con muchas ricas experiencias culturales, ya sea en ritos o tradiciones. Mis padres siempre me inculcaron la lectura, ambos eran asiduos lectores. Mi madre me leía a Bécquer a los cinco años, y esas Rimas se fueron grabando en mi ritmo poético. Algo que me marcó mucho fue el migrar a otro país, fue como si me despertara de la inocencia. Siempre tenemos un antes y un después, eso fue para mí inmigrar, perder la inocencia, un verdadero rito de iniciación. El vivir la cotidianidad en otra lengua, sentir la discriminación, me hizo entender la importancia de la tolerancia y apreciar el valor de hacer de la humanidad algo verdadero. Tuve el acierto de estudiar literatura latinoamericana, así que mi entorno es en español; y como la mayoría de mis estudiantes son de descendencia latinoamericana pude ver que se pueden crear realidades dentro de otras realidades. Mi experiencia como inmigrante me da la habilidad para empatizar con los inmigrantes no sólo de los Estados Unidos, sino de todas partes del mundo. Entonces mi quehacer poético no se centra en un entorno, sino que abarca el mundo, y eso hace que mis límites sean traspasados constantemente. El quehacer poético es un paralelo a la enseñanza. Es importante que en una clase de literatura los estudiantes aprendan a pensar, sean honestos consigo mismos, y tolerantes con su entorno. Lo que es importante para mí como poeta es tener la responsabilidad de decir las verdades, de ser ética y bondadosa. No lo digo como algo que quiero pregonar, sino como una verdad que me es necesaria indagar a diario. No me gusta que sea el ego el que haga al poeta, la vida ofrece demasiada belleza y demasiado dolor para desgastarla. La poesía para mí es un don, es una aliada, me da vigor para estar consciente de las necesidades de la humanidad y a través de la palabra poder ejercerla. El hecho de ser mujer en una sociedad patriarcal es algo de lo cual estoy consciente y sé muy bien a lo que debo enfrentarme, dediqué casi toda mi carrera académica a la obra de Gabriela Mistral, porque me fascinó cuan fácil fue etiquetarle de mujer frustrada, y un sin fin de adjetivos, que solo se le podía adjudicar a las mujeres, se supo más de los particulares de su vida, ignorando por completo esa magnánima obra literaria, rica y compleja. Ese trabajo intenso de investigación y lectura fue lo que me dio las herramientas para entender muy bien que no importa la calidad de la obra, importa más el género y que se adquiera a los patrones patriarcales. Como dijo la gran poeta chilena, Teresa Wilms Montt “…aunque nací cien años antes que tú, mi vida no fue tan distinta a la tuya” … Estas palabras son la clave en que me relaciono con el mundo y con la humanidad. No soy tan distinta pero lo soy, y eso me da la riqueza para enfrentarme de otro modo al mundo. Mi único reto es crear un espacio imaginario que lleve a ser quien soy en mi indolencia para correr todo tipo de riesgo  de manera exagerada, y pesar que es muy difícil ser auténtica en mi quehacer poético como en mi vida diaria.

Ivonne Gordon Nació en Quito (Ecuador). Obtuvo su doctorado en Filosofía y Letras con especialización en poesía latinoamericana y teoría literaria. E ... LEER MÁS DEL AUTOR