Ivonne Gordon

Medusa sin vestimentas

 

 

 

 

La naranja todavía es ajena

 

recorro y vuelvo a calles que conozco

con sabor a naranja agria

de tapiales compartidos

y naranjas robadas de vecinos

vuelvo

retorno

al país

de naranja ajena

donde no se pela todavía

y saboreo el ácido del exilio

errante en la lengua

y vuelvo

y retorno

porque no se pela todavía

porque tu piel es cáscara del cielo

donde sembré mi corazón en tu polvo

y traigo un pedazo sin raíz

corazón en el norte

donde sangra por volver

a la trinchera de las pesadillas

y vuelvo

y retorno

a este camino

vuelvo al domicilio pavimento de mi infancia

en las preguntas que ya saben

me fui

y ustedes se quedaron

vuelvo arrugada de recuerdos

y mi ventana será de otra

y la guardilla con asombro de sueño y vigilia

será de otro

donde la lluvia será de otra

y vuelvo a las calles y me pierdo

vuelvo a los nombres que recuerdo

al cielo ojos de abrazo

donde la naranja

todavía es ajena.

 

De Colibríes en el exilio

 

 

 

Comienzo a salir de mí misma

 

I

me retuerzo

me escurro

por el cilindro de cera.

la duda relincha

y comienzo a escuchar a mi abuela

rezar el rosario.

Cada día camino hacia los aromas

canturreando ilusiones de travesuras en un columpio

cada día borro el día

como arcilla de barro abrazada al aire del destino.

Me hundo sin reflexión

me hundo sin pasado

me hundo.

Simplemente me hundo.

Me hundo más allá de la luz

y en el Kol Nidrei.

Antes del gran ayuno

la abuela reza el rosario

no come carne, ni huesos, ni silencio

solo mastica cada mullo del rosario.

Vibra sonora

piedras pulsantes

ondas humildes

y mi abuela reza el rosario.

 

II

Nos separa la palabra y el mundo

y el mundo y la palabra

el final del rosario está en la cola

de la serpiente encabalada.

Mientras escucho el Kadish

mi abuela reza el rosario.

Cada día camino hacia los aromas

de lo que soy

entre latidos y lapsos de silencio.

Me hundo más allá de la luz y en el Kol Nidrei.

Me hundo más allá

antes del gran ayuno

mi abuela reza el rosario

somos lo que pensamos

y la palabra crea el mundo

y nos enredamos en la punta de la cola.

 

De Manzanilla del insomnio, 2003

 

 

 

Con cautela

 

Con cautela

se mete dentro de sí misma

y busca

calladamente el sonido del corazón.

En el camino lleno de raíces

mastica semillas de girasol.

Se da la vuelta

dentro de su piel

y encuentra el brazo.

Con sosiego

se arrodilla

como si estuviera en medio de la niebla

extiende la pierna de atrás

dobla la rodilla de adelante

y sin pensarlo más

se vuelve paloma.

 

De Barro blasfemo, 2003

 

 

 

Silencio

 

Hay un silencio que no dice nada.

Hay un silencio que retoña en la madrugada.

Hay un silencio. Hay silencio. Hay.

Las campanas dicen algo deshabitado

del tiempo. Hay un silencio que grita

abolengos de robles enérgicos, fichas

de familia entre los geranios. Hay rocas

que hablan de silencio en las calles

blanqueadas de cal. Hay silencio

en el trino de un gorrión. Hay silencio

en el nido de la paloma peregrina.

Hay silencio entre los monjes.

Hay silencio. Hay tatuajes

en el silencio del amor.

 

De Meditar de sirenas, 2013

 

 

 

Las sábanas tienen olor a un amor dormido

 

Algunos duendes han pasado por este espacio obstinado y legendario.

Me obligan de manera incierta a ser propietaria de todos los espacios inexistentes..

 

Mi casa está llena de cosas que no vuelven.

 

No tiene antesala, sólo sueños que se columpian en el diván

de nuestros rostros, vivencias transitorias que barren la noche.

 

Las cosas de la casa hablan de un sitio que sigue intacto.

Las sábanas tienen olor a un amor dormido.

 

Cada día detrás de la ventana, los duendes con su dedos traviesos

consiguen que las sombras se impregnen en la pared de al lado.

 

Y luego sin apuro, nos sentamos en la puerta de la entrada a esperar el olvido.

 

De Ocurrencias del porvenir, 2018

 

 

 

Nunca escribí esa carta sin buzón…

 

Nunca escribí esa carta sin buzón

cigarras inquietas crujían dentro de mi piel

 

nunca pensé en lo que no debía pensar

nunca me quejé de lo que debía quejarme

y nunca envié esa carta

 

aunque me hubiera gustado ser

la que te enviaba esas cartas

que con tantas ansias esperabas

te aferrabas por horas y horas

vertías tus lágrimas en las sábanas blancas

y se volvían lagunas de dolor

 

yo te miraba

y envidiaba esas cartas

me sentía abandonada por las magulladuras

de tus lágrimas

me hubiera gustado que lloraras por mí

pero no podía evitar mi buen comportamiento

no me gustaba llamar la atención

pero sí añoraba secretamente tus galopes hacia mí

 

pero no podía evitar mi buen comportamiento

 

así que escribí una carta que nunca llegó

no fue a ninguna parte

 

porque ahora comprendo tu dolor

 

fue una alteración a tu herida

no te dejaron escoger tus pasos

ni te dieron tiempo para dejar reposar la madurez

 

todo se vino encima

 

y nunca tuviste el mismo buzón

que yo tengo

que se ahueca por el peso de los pájaros

que espera el canto de las cigarras

que se untan de milagros en el fondo de los centinelas

que se pasean en la madrugada

 

y me traen un café hirviendo de cielos

y colores de alcachofa

ahora en el sofá de mi propia madurez

 

ya no me duelen tus lágrimas

es lo que la madurez nos concede

la piedra del sol poniente y la ternura

de la cercanía de una luz perpetua

 

me hace falta tu presencia y me duele tu memoria

aplaco todo aquello

cuando te nombro

 

en la espina dorsal de mi cuerpo.

 

De El tórax de tus ojos, 2018

 

 

 

La fuga en el jardín

 

La memoria es igual que la embriaguez.

 

Teseo recibió una orden del destino

y los súbitos vientos le llevaron a Ariadna.

 

La diosa de las serpientes y del deseo

esperaba con paciencia los mensajes

 

de Teseo, sentía en el corazón y en las sienes

el temblor de un chopo de agua en la orilla.

 

Mientras las palomas hacían el amor

ella sintió en su carne el fuego ignoto por Teseo.

 

Por las noches paseaban por las esquinas

de un amor indócil, su cuerpo estallaba

 

como el brío de un caballo negro en la noche

perdido en la pólvora de las constelaciones.

 

Las plumas de las aves nacen de su vientre

para rebosar de perfume la multitud de la floresta.

 

 

 

 

Bajo el mirto sonámbulo

 

Entre las rocas que son mediodía de silencio

observa sus propios sueños.

 

Como gentil creatura

criada entre la maldición y la angustia

 

busca a Adonis en el camino abierto

donde yace un mirto sonámbulo.

En medio de mitos con olores a aurora, y olores

a sol de olivo, Perséfone se encarga de criarlo.

 

Afrodita lo reclama, quiere que esté cerca

de los pétalos de los pájaros.

 

Desde sus entrañas vacías

de condena

 

atraviesa tempestades vacías de rastros

y alcantarillas llenas de humo.

 

Descansa un instante en el paño

del horizonte lleno de palmeras cretenses.

 

Busca a Zeus

desesperada en el vuelo de las aves.

 

Zeus entrega a Adonis

a dos madres que se entienden.

 

Afrodita se regocija desde lejos

al oír la respiración de su hijo.

 

Adonis en las selvas inmersas del bajo mundo

habitado de sombras, se encuentra con un jabalí disfrazado.

 

Y sin caer en cuenta

del amor incontenible de su sangre

 

se vuelve a encontrar

con su otra madre.

 

Dos madres que libran el lenguaje

de las epifanías, y extienden la lumbre de su destino.

 

Perséfone vuelve a soñar

con el fuego de la espiga.

 

 

 

 

Medusa sin vestimentas

 

Todo mito es la bebida tibia de la herencia.

 

Medusa aparece en la copa de cáliz

sus cabellos señalan el sentido del viento

y son el navío itinerante de las ballenas.

 

Su mirada puede convertir a los hombres

en piedra. El mundo no es visible

así lo prefieren los dioses.

 

Sus cabellos revelan los cantos de los arrecifes

es bella y escueta como el silbido de Melteme.

 

Medusa dispersa las ondulaciones de mil culebras.

En su vientre se cocen las galerías de los ecos.

 

El río corre. La piedra inmutable del bosque

se viste de mil cabezas tatuadas en la belleza del sonido.

 

El horizonte cárdeno se viste de nubes indecisas

sus cabellos destienden la falta de esperanza

 

su mirada es fuerte como el mástil de los navíos

y desde el vértigo de las colinas convierte en piedra

 

al descreyente que se marcha por los caminos.

 

 

 

 

El paraíso

 

El paraíso consta de raíces

que se enroscan en los corales del pecho.

 

El paraíso huele a menta y sabe a molusco.

 

El mar arroja lienzos salobres a la cantera sagrada.

 

El paraíso yace en las plantas de los pies.

No hay adanes, ni evas, ni culebras, ni manzanas.

 

Los dioses andan al acecho.

El paraíso existe. No hay duda.

 

Ahora, sólo resta esquivar a los dioses

y no aceptar costillas ajenas.

 

De Diosas prestadas, 2019

 

 

 

Parque de perros

 

El mar Pacífico entró por la puerta

la puerta se cerró sin llave, la calle se empapó

por esperar delante de la puerta, y la lluvia repentina

empujó al salero que cayó al mar. La casa se cruzó

por un parque de perros que furibundos ladraban a la casa,

los pichones volaron a esferas celestes,

la buena suerte llegó sin que me diera cuenta,

porque la paciencia de la calle y de la puerta

me dieron bríos para ver los días que se van con lluvia,

con agua ordenando ya la soledad

porque la soledad es preferible a perder horas, minutos

hablando disparates para perder el tiempo

es preferible la soledad cuando nadie aparece

y las olas de la tormenta silban en la oscuridad.

 

Mi loza está llena de letras que deletrean la dulzura

de la ironía, mi piano es una espiga de centeno

y la arena invoca cantos sagrados que invocan

un futuro en la repentina ciudad de agua.

 

Ahora soy dueña de mi casa

de mi porvenir, soy la furia de las profundidades

no tengo el menor temor a los faunos marinos,

mi familia es ahora, mujer, hombre, hijo

somos parientes de Neptuno y Anfitrite

somos huellas de agua, estamos cargados de humedad

de soledad y no tememos la melancolía,

hemos tocado la profundidad del vacío

hemos aprendido a no morir por nuestra propia boca,

 

somos el huerto de manzanas de la inmortalidad,

estamos dentro y fuera del agua

porque poco a poco nos hemos ido desprendiendo de la fuente

en este mundo nuestro, alimentado de memorias nuestras

que no existen, que nunca las poseemos

mientras los perros ladran de hambre,

y nosotros masticamos el recorrido del tiempo

donde no nos conformamos con menos que todo,

porque tenemos un ojo en la boca del sueño

 

que aún no termina por nacer.

 

De Casa de agua, por salir

Ivonne Gordon Nació en Quito (Ecuador). Obtuvo su doctorado en Filosofía y Letras con especialización en poesía latinoamericana y teoría literaria. E ... LEER MÁS DEL AUTOR