Medusa sin vestimentas
La naranja todavía es ajena
recorro y vuelvo a calles que conozco
con sabor a naranja agria
de tapiales compartidos
y naranjas robadas de vecinos
vuelvo
retorno
al país
de naranja ajena
donde no se pela todavía
y saboreo el ácido del exilio
errante en la lengua
y vuelvo
y retorno
porque no se pela todavía
porque tu piel es cáscara del cielo
donde sembré mi corazón en tu polvo
y traigo un pedazo sin raíz
corazón en el norte
donde sangra por volver
a la trinchera de las pesadillas
y vuelvo
y retorno
a este camino
vuelvo al domicilio pavimento de mi infancia
en las preguntas que ya saben
me fui
y ustedes se quedaron
vuelvo arrugada de recuerdos
y mi ventana será de otra
y la guardilla con asombro de sueño y vigilia
será de otro
donde la lluvia será de otra
y vuelvo a las calles y me pierdo
vuelvo a los nombres que recuerdo
al cielo ojos de abrazo
donde la naranja
todavía es ajena.
De Colibríes en el exilio
Comienzo a salir de mí misma
I
me retuerzo
me escurro
por el cilindro de cera.
la duda relincha
y comienzo a escuchar a mi abuela
rezar el rosario.
Cada día camino hacia los aromas
canturreando ilusiones de travesuras en un columpio
cada día borro el día
como arcilla de barro abrazada al aire del destino.
Me hundo sin reflexión
me hundo sin pasado
me hundo.
Simplemente me hundo.
Me hundo más allá de la luz
y en el Kol Nidrei.
Antes del gran ayuno
la abuela reza el rosario
no come carne, ni huesos, ni silencio
solo mastica cada mullo del rosario.
Vibra sonora
piedras pulsantes
ondas humildes
y mi abuela reza el rosario.
II
Nos separa la palabra y el mundo
y el mundo y la palabra
el final del rosario está en la cola
de la serpiente encabalada.
Mientras escucho el Kadish
mi abuela reza el rosario.
Cada día camino hacia los aromas
de lo que soy
entre latidos y lapsos de silencio.
Me hundo más allá de la luz y en el Kol Nidrei.
Me hundo más allá
antes del gran ayuno
mi abuela reza el rosario
somos lo que pensamos
y la palabra crea el mundo
y nos enredamos en la punta de la cola.
De Manzanilla del insomnio, 2003
Con cautela
Con cautela
se mete dentro de sí misma
y busca
calladamente el sonido del corazón.
En el camino lleno de raíces
mastica semillas de girasol.
Se da la vuelta
dentro de su piel
y encuentra el brazo.
Con sosiego
se arrodilla
como si estuviera en medio de la niebla
extiende la pierna de atrás
dobla la rodilla de adelante
y sin pensarlo más
se vuelve paloma.
De Barro blasfemo, 2003
Silencio
Hay un silencio que no dice nada.
Hay un silencio que retoña en la madrugada.
Hay un silencio. Hay silencio. Hay.
Las campanas dicen algo deshabitado
del tiempo. Hay un silencio que grita
abolengos de robles enérgicos, fichas
de familia entre los geranios. Hay rocas
que hablan de silencio en las calles
blanqueadas de cal. Hay silencio
en el trino de un gorrión. Hay silencio
en el nido de la paloma peregrina.
Hay silencio entre los monjes.
Hay silencio. Hay tatuajes
en el silencio del amor.
De Meditar de sirenas, 2013
Las sábanas tienen olor a un amor dormido
Algunos duendes han pasado por este espacio obstinado y legendario.
Me obligan de manera incierta a ser propietaria de todos los espacios inexistentes..
Mi casa está llena de cosas que no vuelven.
No tiene antesala, sólo sueños que se columpian en el diván
de nuestros rostros, vivencias transitorias que barren la noche.
Las cosas de la casa hablan de un sitio que sigue intacto.
Las sábanas tienen olor a un amor dormido.
Cada día detrás de la ventana, los duendes con su dedos traviesos
consiguen que las sombras se impregnen en la pared de al lado.
Y luego sin apuro, nos sentamos en la puerta de la entrada a esperar el olvido.
De Ocurrencias del porvenir, 2018
Nunca escribí esa carta sin buzón…
Nunca escribí esa carta sin buzón
cigarras inquietas crujían dentro de mi piel
nunca pensé en lo que no debía pensar
nunca me quejé de lo que debía quejarme
y nunca envié esa carta
aunque me hubiera gustado ser
la que te enviaba esas cartas
que con tantas ansias esperabas
te aferrabas por horas y horas
vertías tus lágrimas en las sábanas blancas
y se volvían lagunas de dolor
yo te miraba
y envidiaba esas cartas
me sentía abandonada por las magulladuras
de tus lágrimas
me hubiera gustado que lloraras por mí
pero no podía evitar mi buen comportamiento
no me gustaba llamar la atención
pero sí añoraba secretamente tus galopes hacia mí
pero no podía evitar mi buen comportamiento
así que escribí una carta que nunca llegó
no fue a ninguna parte
porque ahora comprendo tu dolor
fue una alteración a tu herida
no te dejaron escoger tus pasos
ni te dieron tiempo para dejar reposar la madurez
todo se vino encima
y nunca tuviste el mismo buzón
que yo tengo
que se ahueca por el peso de los pájaros
que espera el canto de las cigarras
que se untan de milagros en el fondo de los centinelas
que se pasean en la madrugada
y me traen un café hirviendo de cielos
y colores de alcachofa
ahora en el sofá de mi propia madurez
ya no me duelen tus lágrimas
es lo que la madurez nos concede
la piedra del sol poniente y la ternura
de la cercanía de una luz perpetua
me hace falta tu presencia y me duele tu memoria
aplaco todo aquello
cuando te nombro
en la espina dorsal de mi cuerpo.
De El tórax de tus ojos, 2018
La fuga en el jardín
La memoria es igual que la embriaguez.
Teseo recibió una orden del destino
y los súbitos vientos le llevaron a Ariadna.
La diosa de las serpientes y del deseo
esperaba con paciencia los mensajes
de Teseo, sentía en el corazón y en las sienes
el temblor de un chopo de agua en la orilla.
Mientras las palomas hacían el amor
ella sintió en su carne el fuego ignoto por Teseo.
Por las noches paseaban por las esquinas
de un amor indócil, su cuerpo estallaba
como el brío de un caballo negro en la noche
perdido en la pólvora de las constelaciones.
Las plumas de las aves nacen de su vientre
para rebosar de perfume la multitud de la floresta.
Bajo el mirto sonámbulo
Entre las rocas que son mediodía de silencio
observa sus propios sueños.
Como gentil creatura
criada entre la maldición y la angustia
busca a Adonis en el camino abierto
donde yace un mirto sonámbulo.
En medio de mitos con olores a aurora, y olores
a sol de olivo, Perséfone se encarga de criarlo.
Afrodita lo reclama, quiere que esté cerca
de los pétalos de los pájaros.
Desde sus entrañas vacías
de condena
atraviesa tempestades vacías de rastros
y alcantarillas llenas de humo.
Descansa un instante en el paño
del horizonte lleno de palmeras cretenses.
Busca a Zeus
desesperada en el vuelo de las aves.
Zeus entrega a Adonis
a dos madres que se entienden.
Afrodita se regocija desde lejos
al oír la respiración de su hijo.
Adonis en las selvas inmersas del bajo mundo
habitado de sombras, se encuentra con un jabalí disfrazado.
Y sin caer en cuenta
del amor incontenible de su sangre
se vuelve a encontrar
con su otra madre.
Dos madres que libran el lenguaje
de las epifanías, y extienden la lumbre de su destino.
Perséfone vuelve a soñar
con el fuego de la espiga.
Medusa sin vestimentas
Todo mito es la bebida tibia de la herencia.
Medusa aparece en la copa de cáliz
sus cabellos señalan el sentido del viento
y son el navío itinerante de las ballenas.
Su mirada puede convertir a los hombres
en piedra. El mundo no es visible
así lo prefieren los dioses.
Sus cabellos revelan los cantos de los arrecifes
es bella y escueta como el silbido de Melteme.
Medusa dispersa las ondulaciones de mil culebras.
En su vientre se cocen las galerías de los ecos.
El río corre. La piedra inmutable del bosque
se viste de mil cabezas tatuadas en la belleza del sonido.
El horizonte cárdeno se viste de nubes indecisas
sus cabellos destienden la falta de esperanza
su mirada es fuerte como el mástil de los navíos
y desde el vértigo de las colinas convierte en piedra
al descreyente que se marcha por los caminos.
El paraíso
El paraíso consta de raíces
que se enroscan en los corales del pecho.
El paraíso huele a menta y sabe a molusco.
El mar arroja lienzos salobres a la cantera sagrada.
El paraíso yace en las plantas de los pies.
No hay adanes, ni evas, ni culebras, ni manzanas.
Los dioses andan al acecho.
El paraíso existe. No hay duda.
Ahora, sólo resta esquivar a los dioses
y no aceptar costillas ajenas.
De Diosas prestadas, 2019
Parque de perros
El mar Pacífico entró por la puerta
la puerta se cerró sin llave, la calle se empapó
por esperar delante de la puerta, y la lluvia repentina
empujó al salero que cayó al mar. La casa se cruzó
por un parque de perros que furibundos ladraban a la casa,
los pichones volaron a esferas celestes,
la buena suerte llegó sin que me diera cuenta,
porque la paciencia de la calle y de la puerta
me dieron bríos para ver los días que se van con lluvia,
con agua ordenando ya la soledad
porque la soledad es preferible a perder horas, minutos
hablando disparates para perder el tiempo
es preferible la soledad cuando nadie aparece
y las olas de la tormenta silban en la oscuridad.
Mi loza está llena de letras que deletrean la dulzura
de la ironía, mi piano es una espiga de centeno
y la arena invoca cantos sagrados que invocan
un futuro en la repentina ciudad de agua.
Ahora soy dueña de mi casa
de mi porvenir, soy la furia de las profundidades
no tengo el menor temor a los faunos marinos,
mi familia es ahora, mujer, hombre, hijo
somos parientes de Neptuno y Anfitrite
somos huellas de agua, estamos cargados de humedad
de soledad y no tememos la melancolía,
hemos tocado la profundidad del vacío
hemos aprendido a no morir por nuestra propia boca,
somos el huerto de manzanas de la inmortalidad,
estamos dentro y fuera del agua
porque poco a poco nos hemos ido desprendiendo de la fuente
en este mundo nuestro, alimentado de memorias nuestras
que no existen, que nunca las poseemos
mientras los perros ladran de hambre,
y nosotros masticamos el recorrido del tiempo
donde no nos conformamos con menos que todo,
porque tenemos un ojo en la boca del sueño
que aún no termina por nacer.
De Casa de agua, por salir