Miguel Augusto Egas es el nombre anagráfico de Hugo Mayo, poeta dadaísta ecuatoriano nacido en la ciudad costeña de Manta en 1898, el mismo año que los modernistas Medardo Ángel Silva y Ernesto Noboa Caamaño, y muerto en Guayaquil a los noventa años. A la hora de firmar sus textos eligió rebautizarse con un heterónimo que condensa su actitud indómita: la combinación de Víctor Hugo y el mes de la primavera, ‘de lo nuevo, donde todo brota’, según sus propias palabras. No podía saber que la historia, décadas más tarde, iba a convertir ese mes en un ícono de la rebeldía juvenil.
Sus identidades, la personal y la literaria, fueron tan independientes que afirmó que Miguel Augusto Egas “nunca ha escrito nada, el que escribió es Hugo Mayo”. Como Miguel trabajó en la Dirección de Rentas de Guayaquil, pero como Hugo construyó un universo poético irreverente que le hizo fama nacional de individuo dislocado, solitario y extravagante, para quien se llegó a pedir el manicomio o la cárcel desde las páginas de algunas publicaciones quiteñas porque sus poemas desconcertantes llevaron a algunos a pensar que se trataba de un caso de patología mental. En su entrevista con el bibliófilo Carlos Calderón Chico, Hugo Mayo identificó el origen de esa rebeldía: haber atestiguado de pequeño los ecos de la revolución liberal anticlerical y la muerte de su caudillo, el general Eloy Alfaro, arrastrado y quemado por una turba enloquecida. Estos acontecimientos sacudieron al país y dieron cauce a su necesidad de escribir una poesía que se rebelara contra la sintaxis y la semántica tradicional. Esto significa que a la historiografía ecuatoriana se remonta la genealogía de su elección por las propuestas del Dadaísmo. Por otra parte, su acceso a bibliografía europea de publicación reciente se veía facilitada por su pertenencia a una familia acomodada de la ciudad.
Maples Arce lo incluyó en la lista de los “fundadores de la nueva poesía universal” en su Primer Manifiesto Estridentista y que en el extranjero lo han citado o publicado Alberto Hidalgo, Vicente Huidobro y Jorge Luis Borges en su Índice de la Poesía Americana (1926), José Carlos Mariátegui en Amauta –lo nombró corresponsal de la revista en el Ecuador–, Guillermo de Torre en Historia de las literaturas de vanguardia (1965), Martín Alonso en Ciencia del lenguaje y arte de estilo (1960), Sainz de Robles en Los movimientos literarios (1957), Simón Latino en Antología de la Poesía Ecuatoriana Contemporánea (1959), Teoría del Creacionismo de Antonio de Undurraga (1961), Historia de la Literatura Hispanoamericana de Julio A. Leguizamón. Más cerca en el tiempo se lo incluye en la Antología de la poesía latinoamericana de vanguardia (1916-1935) editada por Hiperión de España (1995) y en el año 2007 en la Antología de la Poesía Ecuatoriana del Siglo XX publicada por Visor, como parte de la colección “La estafeta del viento” dirigida por Luis García Montero. Mantuvo relaciones epistolares o contactos esporádicos con escritores europeos y latinoamericanos como la argentina Alfonsina Storni, Oliverio Girondo, Nicanor Parra, la poeta uruguaya Luisa Luisi –quien publica reseñas de sus obras en periódicos orientales–, la poeta peruana exiliada en esa orilla rioplatense durante el despotismo de Leguía, Blanca Luz Brum, también se carteó con Paul Eluard y Vicente Huidobro, colaboró en las revistas Cervantes (1916-1926), Grecia (1918-1920) y Creación (1921-1924).
Una amplia antología poética suya fue publicada en 2018 por editorial Pre-Textos con el título Una pupila cortada en la oscuridad https://www.pre-textos.com/escaparate/product_info.php?products_id=1837