De los viajes y el regreso
ENTRETEXTOS
para empezar: no moriremos de poesía
nadie tiene la palabra aunque hablen
o todos la tienen aunque callen
poetas de su tiempo llegan a destiempo
me voy con los que parten y no regreso
anuncio a los que nada anuncian
el ojo del poeta se adueña del mundo
que reaparece
condenados a la realidad por la realidad
que inventamos
(realidad, realidad, no me abandones)
LA LATA
yo estoy fuera de la literatura
yo no escribo sino con sangre
yo sólo escribo por raptos (de sabinas)
yo desprecio el oficio cuando oficio
yo no hablo de la eternidad (ella habla por mi)
soy el soplo de las edades
las edades del soplo
el soplo sin edad
etc etc etc
TRANSPARENCIAS
No bañado sino penetrado de luz. No lo que nos refleja,
Sino lo que vemos. El cristal, no el espejo: una imagen vista
sin través: nítida, pura, absoluta en sí misma, sin destello.
Una imagen que es imagen. Un rostro que es un rostro
-sobre todo por sus ojos, por su mirada.
El tiempo es una ráfaga. Es también una hoja suspendida
entre el verano y el otoño, que nunca veremos caer. La
respiración en vilo no admite arrebato ni memoria. Somos
lo que es el animal sobre la tierra: la costumbre de ir devorándose
en su propia piel. La luz nos frota como la arena en
una playa donde nos vamos quedando solos. Con el mar y
la noche. El viento. La sal que secretamente se extiende.
HAY LA CABEZA QUE NACE EN EL ESPEJO PULIDA POR
el pensamiento
aparece como la música que regresa después de
un largo olvido
la luz que la dibuja desvela la noche de donde
emerge
remota como el pájaro que late en nuestras
manos
la piel quemada por las cicatrices de la
intemperie
es la cabeza amada que yace en los acantilados
al fondo de los años
la sal se destroza y se dispersa en su pelo
la playa que antes de abandonar el sol ilumina
se despeja en su frente
sus ojos fijan la fría fulguración de quien
despierta en medio del sueño
y ya no reconoce el mundo.
DE LOS VIAJES Y EL REGRESO
I
Me esperaban los crepúsculos sobre el mar.
El mar que glorifica los desastres y sella los enigmas
El mar erguido en sus violencias, sus instintos,
inacabado e inabordable en su eternidad.
Debí atravesar sus resonantes dominios, poseído
de silencios y de blasfemias.
Las aves que asumían la distancia me abandonaban
a los destellos de los atardeceres.
Los delfines se cruzaban, sagrados, nupciales,
como espadas: en ellos reconocí
la furia o el amor.
Y el olor de brea de los buques era ya la ausencia:
puertos y ciudades – ¡oh memoriosas
imprecaciones de la piedra!-
que se acumularon en mi corazón.
Ciudades impenetrables o sensibles a la noche que
se ilumina como un hangar.
Entre las duras aguas un orden sistemático moría,
Una raza de lamentos.
Un orgullo de ídolo en el ocaso sobre la faz del
Mundo.
Se esfumaba una red de palabras como una
dinastía de sal.
Había tanta fosforescencia, tantos soles caídos en
las espesas olas,
y luego ese martirio de la luz devorándose a sí
misma,
aquella cadena de sonidos prolongando la muerte.
Oh vigor inmóvil saciado en sus cenizas, límite
más allá de los límites,
materia jadeando de materia,
¿quién me arrojaba en tus parpadeantes sueños,
irisados de lámparas, de vigilias:
el rayo de la muerte rápido como un deseo o las
embriagadoras crisálidas de la vida?
…Más era el tiempo de partir.
El tiempo de arder, oh memoria, en la arboladura
de los navíos,
bajo la constelada dehiscencia de los cielos.
Se abrían los caminos del estupor, los grandes
nacimientos.
Y más lejanos que los sueños, sucumbían los recuerdos,
Mi adolescencia condenada a las espejeantes
Comarcas del estío,
El brillo o el secreto de aquellos seres en una
soledad de abismos y cometas.
Así, en la inminencia de la hora, como en la turbulenta
caída de las sombras,
fui penetrando aquella vastedad…
Me pertenecían aquellas costas desérticas.
Me dilataban aquellas olas salvajes y solemnes.
Y era acaso el destino, semejante a un fuego que
devora sus cenizas.
O la noche que irrumpía entre tantos reflejos.
O el alma ya deshecha entre los errantes reflejos.
Y heredero del futuro, hombre transitorio y volcánico,
dominado por los ademanes del mar,
imaginé entonces la tierra que habría de conocer,
y, evadido de la muerte o de mi propio lamento,
construí la ciudad del exilio:
su multitud de seres que se levantan y se destrozan
en medio de la fugacidad de los días.
DONDE EL VIENTO NO HA PODIDO VENCER
II
Somos, cada uno, toda la historia.
No el espíritu, el éxtasis
que lo embalsama y lo suspende
en sus radiantes jerarquías;
no la gracia de una edad con la púrpura
de su origen, flor ilusoria
como la eternidad;
no la sangre que, sin vivir, extinguida
violencia,
cada día se preserva
del fuego o del desastre,
sino esta cólera cambiante, esta ola
oscura y ardiente de la vida,
más la sal que la devora o la redime,
más las ruinas también,
esas congojas
que se acumulan en el fondo del tiempo.
ESCRIBO CON PALABRAS QUE TIENEN SOMBRA PERO NO DAN
sombra
apenas empiezo esta página la va quemando el insomnio
no las palabras sino lo que consuman es lo que va
ocupando la realidad-
el lugar sin lugar
la agonía el juego la ilusión de estar en el mundo
la ilusión no es lo que hace la realidad sino la ráfaga
escindida-
simulacros donde ocurren las ceremonias
intercambios del fulgor del vacío del deseo
ya no hay sitio para la escritura porque ella es el
sitio mismo- de lo que se borra
no descubrimos el mundo lo describimos en su terca
elusión
ya no volveré al mar pero el mar vive en esa ausencia
que el mar cuando la palabra lo dice
y se derrama sobre la página como una mano
ya no estaré en el bosque sino en la hoja que escribo
y entreveo su ramaje pasa el viento
ya no habrá más verano sino ese sol que devora a la
memoria
y viene la gran noche de la arena que cubre los
ojos y sólo podemos leer lo que no estaba
escrito.
INREFLEXIONES
In-
flexiones de la palabra: hacen de uno muchos objetos
sin tocarlos sin gastarlos: no los palpan
re-
flexiones del cuerpo: escritura del universo
un objeto que no sea sensación
una memoria que no sea recuerdo
vaciar el sentido
lenguaje: reloj de arena
lo demás es lo viciado: lo pleno
de sentido de poder
palabras que no nuestras que no poseemos
de repente al apenas decirlas ya nos poseen
el mundo es una dicción que no nos es dado
pausar pautar sino con el cuerpo
Las palabras tienen que seguir siendo lo que son
lo que siempre han dejado de ser
no hay dos lenguajes: la misma palabra que habla
es la misma que calla
pero hay dos silencios: la misma palabra que calla
no es la misma que habla
cada palabra desplaza a otra que nunca logramos
decir.
SINO GESTOS
Plume solitaire eperdue
Mallarme
Las notas que tomo en mi memoria
y luego olvido o traslado
torpemente,
desasistido ya
de ese relámpago que enardecía mi infancia,
las veo llenarme de ruinas, frases
que no logro hilvanar
con hechizo,
y así se deslizan,
discurren con crueldad.
Lo extraño: su tenaz compañía,
los gestos, los sueños que hacen
nacer en mí
y las furias, las cóleras
que en mí sepultan.
Para decirlo todo: añaden no
la confusión
sino el espejo
transparente
del fracaso.
Donde me miro y reconozco
mi rostro.
*
Arderemos lejos de ese fuego
de esa tierra
que te había prometido.
Penoso tal vez.
Pero lleno de desgracias es el aire
que respiro.
Enredado en los monstruos
que van tejiendo mis sueños
ya no atiendo a súplicas.
Dispongo de lo que me dispone.
ARBOLEDAS
A Pierre de Place
Ni la luz ni el cielo directamente
Sólo despunta en esos ramajes la conciencia
El otro sol
Lo compacto se ha vuelto rasgado destello
Hojas que el viento ramonea
La resplandeciente cola del verano pasa entre nosotros
En la noche ahí están las panteras emboscadas
Pantano de mil ojos de pronto se ilumina
Plumajes de un gran pájaro que se eriza
El terror sagrado en la casa de madera crujiente de mi infancia
La espesura original del lenguaje
Su rumoroso silencio de silencioso brillo
En lo alto cabrillea tu mirada
El único espejo en que me abismo
TELÉMACO
Había recorrido esta ciudad bajo otro cielo
Lo abrumaba la conciencia
Su rostro era lo desconocido
Respiraba en las calles un perfume insolente
El espejo detrás del deseo
El trato con la tristeza lo tornó rebelde
No vivía en el desamparo sino en la soledad
Todo viaje lo extraviaba
Ese sol que gira en las noches
Quién ardía detrás de su fuego
Ningún rostro ningún nombre
Sólo el origen el lenguaje de la muerte
Así vio quemarse todos sus sueños
“Padre, estas cenizas.”