Mira lo que has hecho
(Traducción al español de Raquel Lanseros)
JESÚS Y LOS PINGÜINOS
Me preguntas de qué escribo…
Bien podría ser yo Jesús comiendo
un panecillo y escuchando a los pingüinos
recitar el Credo de Nicea.
Te vi y mi piel se volvió
un mapa de carreteras se volvió un río se volvió
el suave brillo de Rembrandt o los sátiros locos
de Picasso. Los borrachos en el metro
veneran el chicle que masticas. Hay
mangos y dulce hierba
y té verde en tus ojos húmedos.
Hay una cíngara en la oscuridad
que engendra tu nombre.
Recorta el corazón de este poema y
déjalo bajar por tu garganta en silencio.
Te hablará en cada cosa que veas.
Por ti, barrería mi porche
y plantaría un jardín. Por ti, yo dejaría
una luz encendida en la oscuridad.
LÁTIGO
Si alguna vez me vuelves a dejar,
abandonaré mi pluma,
cerraré este libro que amo,
apagaré la música y moriré.
Sin duda, el amor es brutal a cualquier edad,
la rabia que sentí de niño
sigue en la tumba de mi madre
hoy: cicatriz sin tiempo, fuego lejano.
El látigo aterriza y otra alma
grita de dolor. No hay modo fácil
de aprender – aprendemos muriendo –
sabiduría de pago a plazos.
Préndeme fuego lentamente. Estos huesos
servirán para mantener tu cuerpo caliente
por un tiempo: son huesos amorosos…
No he nacido para perderte dos veces.
WILLIAM Y EMILY
Claro, yo me podría cansar de ti
en mi lecho de muerte tal vez con
una mano cuidando tu jardín
la otra extendida para llegar a dios
sabe qué tu sonrisa tu silencio
tu amor por la comida basura
todo lo que significabas para mí
antes de que significaras todo para mí
cuando el lenguaje falla lo único que
puedes hacer es mirar con asombro
cualquier cosa que se mueva o no
pero hay tanto que puedes ver
calcular las posibilidades y
luego callar y escuchar… ¿qué?
hay tanto que puedes oír
o sentir la espina te pincha
y sangras pero sólo puedes
sangrar tanto tiempo sólo doler tanto tiempo
el sabor de ese vino que casi
recuerdas el olor de ese jardín
gusanos en la lluvia y una oración. . .
FLEURS
Treinta años después de que escribieras
Les Fleurs du Mal
tus versos me recorren
igual que el vino amargo
que abandonan los amantes.
Oigo tu pluma arañar
el papel mientras escribes
estas palabras a solas en tu estudio.
El aroma a Jeanne Duval
está en todas partes.
La maldición de su carne,
la extravagancia de su pelo,
su saliva que perdura
como pétalos de rosa
bajo tus uñas pintadas,
el latido incesante de su corazón
contra su garganta y tus labios
te aprisiona y te fascina,
te hipnotiza mientras tus palabras
giran en el aire de la tarde.
Bebe profundamente del opio de sus ojos,
huele el hedor que la abraza,
las sábanas perfumadas, empapadas de sudor,
la hediondez en las esquinas del cuarto
donde lleváis a cabo vuestros rituales
y entretenéis a la serpiente danzante,
la bestia que tan sólo vosotros conocéis.
Ella es el oro pálido que fluye
a través de los ojos del niño Jesús
hacia tus labios mientras escribes estos versos.
No hay muerte más dolorosa
que esta lánguida espiral en tu abismo.
No hay sustituto de su gracia.
Eres un hijo agradecido a la leche de su madre,
la carne putrefacta de un cadáver, el amor que se corrompe
ante tus ojos, el rencor de una ciudad fracasada,
la rabia de una vida traicionada, una invitación a un paraíso
que sólo un conejo fumador de narguile podría conocer.
Llega el amanecer pero estas flores extrañas y perversas
languidecen en la oscuridad de tus ojos:
joven, exhausto, desvalido, abandonado a tu suerte.
-Gordon E. McNeer
Mira lo que has hecho
Traducción al español de Raquel Lanseros
Valparaíso ediciones
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