Fernando Valverde

Los hombres que mataron a mi madre

 

 

 

 

 

Nuestra madre

 

Una tumba sin nombre.

 

Alguien había escrito: NUESTRA MADRE.

 

Pienso en ti,

pienso en el horizonte,

en la casa del mar donde soñabas

morir

porque la muerte podía ser hermosa,

podía haber llamado con ternura

y haber abierto el mar en tu camino,

un cambio de sustancia,

un abrazo con pena por el mundo.

 

Jamás volveré a verte,

trato de recordar aquella casa,

tu mirada perdida

buscando el horizonte,

el dolor en tu rostro pegado como sombra.

 

Busco en la soledad más solitaria,

en el dolor más íntimo,

detrás de la tiniebla que me habita,

y allí descubro ahora

una tumba sin nombre:

nuestra madre,

tantas veces violada

tantas veces

rota por la obediencia.

 

 

 

 

Mujer sangra una herencia

 

Quiero olvidar tu muerte,

quiero olvidarte,

amanecer un día sin este miedo antiguo

parecido a una herencia

tantas veces cargada y recibida

en la desgracia,

tantas veces cruzando

una noche tras otra

para llenar de angustia

la vida

de una mujer o un pájaro.

 

Quiero olvidar tu muerte,

salir a caminar sin encontrarte

por las calles más grises

a las que debería

no regresar

para olvidarte,

para cerrar el curso

de la sangre que fluye

buscando una abertura:

otra oportunidad para la vida,

otra oportunidad para la muerte.

 

 

 

 

Madre entra en el mar como en la muerte

 

Y la niebla besaba largamente
aquel rincón del mundo en que te hallabas.
Francisca Aguirre

 

Es la fosa del mar,

la tiniebla que habitas:

la noche que revela

el último misterio.

 

Nada persigo,

nada quiero saber

porque todo es dolor.

 

Solo el olvido busco.

 

Solo quiero olvidar,

frente a la pobre tumba de mi madre,

 

el mar que fue la dicha deshaciéndose,

 

las olas una a una arrepentidas

de su propia mecánica

regresan al abismo,

 

vuelven a ti,

se inclinan vagabundas

como lo hace la pena.

 

 

 

 

Madre aparta el veneno de mi boca

 

Y me cayó en la boca… más veneno:
yo no he bebido nunca en otro vaso…
Alfonsina Storni

 

Lo que hicieron tus manos fue salvarme

de la furia del mar.

 

Lo que hicieron tus manos fue romperse,

diluirse en el ácido.

 

Hubo sangre en las uñas,

hubo también tinieblas como espinas

clavadas en los dedos

por salvarme del mar y de los hombres.

 

Maldita sea la tierra

con su lengua rabiosa.

 

Maldita sea la estirpe miserable

de las buenas costumbres,

 

la familia

 

disuelta en el veneno

que limpiaban tus manos de mis labios

deshaciéndose allí como una sombra.

 

 

 

 

Mujer entra en el templo

 

Es domingo.

 

En el templo los lobos

redimen sus pecados,

 

en sus bocas el cuerpo

quita el sabor a sangre,

 

suave es la gloria,

más suave es el perdón,

alcemos las plegarias,

pidamos al Señor por el eterno

descanso, pidamos por la luz;

convertidos los siglos en ceniza

probaremos la muerte,

 

es esa misma muerte:

 

se deshace en la boca

 

y guarda una palabra,

un juicio de tiniebla,

porque el pecado es siempre una mujer.

 

Los lobos están listos,

ya sujetan las piedras

—sobre esta piedra, Pedro—

puedes fundar    la ira.

 

 

 

 

 

-Fernando Valverde
Los hombres que mataron a mi madre
Colección Visor de Poesía
España, 2023

 

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Fernando Valverde (Granada, España, 1980). Fue elegido por críticos de más de un centenar de universidades (Harvard, Oxford, Princeton, la Sorbonne y Colum ... LEER MÁS DEL AUTOR