También sucede
UNA FECHA Y EL MAR
Una vez,
un pescador
se fue cortando al viento;
tiró la red,
la recogió vacía;
en tanto ensangrentado el sol
con todo el peso
de su cuerpo
se arrimaba en la tarde.
De pronto,
el mar
comenzó a sacudirse
como animal mojado;
el pescador cayó
en brazos de las algas;
en la espina de un pez
se fue su corazón,
aguas abajo,
y en la porosa playa
ese día encontraron
un pedazo de sal
semejante a una lágrima.
MÍA
Oh rota,
oh carcamal,
recontra mía,
hasta cuando no pueda más;
hasta la cacha mía;
en las malas y en las peores
pegada a mí,
a mí adherida;
pereciente ventosa,
liquen,
jarro viejo,
queloide,
que a veces da vergüenza acostarse
contigo.
Como los que no pisan en el suelo
yo renegué de ti,
yo te mandé a comer en la cocina;
al virar las esquinas te pateaba
pero tú me seguías;
para dejarte atrás
me ponía a volar
pero tú me seguías;
me emborrachaba y vomitaba
pero tú me seguías
y cuando me quitaba la peluca
de las buenas costumbres
y me tiraba de cabeza en el silencio
al lado me gemías como un perro.
Tú me comprendes,
las mujeres a veces,
te echaba a que durmieras en la calle,
me escondía de ti,
pero tú me seguías
y hasta hubo un momento
que llegué a creerme demasiado bueno
para ti,
pero igual me seguías.
¡Oh! miísima,
¡oh! contrahecha,
¡oh! patoja,
¡oh! tuerta,
¡oh! desdentada,
bacinilla de a perro,
¡oh! vida sarnosamente mía,
he regresado a ti
hasta que llegue el día
en que no puedas soportarme.
(De Un perro tocando la lira, 1977)
LA ADVERTENCIA
Un día
le regalan a uno
una palabra
y uno la pone al sol,
la alimenta,
la cría,
la enseña a ser bastón,
peldaño,
droga anticonceptiva,
garra,
analgésico,
brecha para el escape
o parapeto.
Uno le saca música,
la pinta,
la vuelve más pariente
que un hermano,
más que la axila de uno.
Uno la vuelve gente
y en los instantes débiles
hasta le cuenta
las cosas subterráneas de uno;
pero cría palabras
y un día te sacarán los ojos.
(De El cuerpo y los sucesos, 1970)
LA DROGA
La más inofensiva,
la más sana,
la que nunca produjo salpullido a nadie;
la que hasta ahora que yo sepa
a nadie le ha pasmado la alegría;
la pájara,
la pajarita
que nos hizo volar sin ser aviones;
la que a mansalva nos hizo sudar miel,
quedar absortos
hasta sacar en conclusión
que el mundo lo teníamos cogido
como a una lagartija por el rabo.
Ese licor,
o si usted lo prefiere
esa licora
que nos hizo espumear sin ser cerveza,
que nos hizo calor en pleno frío.
La rica,
la pura gozadera
que no daba adicción
ni efecto de rebote
ni sueño dependencia
y así todo al respecto.
La bizca,
la bizcacha,
la tuerta,
la tuertacha
que nos hacía ver todo bonito y de colores.
Esa descabellada primavera,
ese frescor sin nombre,
ese aroma sin cara,
esa borracha borrachera
que nos exacerbaba el apetito
para que devoráramos las fechas y las calles.
Esa droga, ese placebo
que no era cocaína,
ni peyote, ni crak, ni lsd ni marihuana;
esa droga que en nada coincidía con un ave
y sin embargo era más ave
que las aves.
Esa destartalada,
esa chúcara fruta
que nos hacía sufrir delirios de grandeza,
alucinaciones, vahídos
y sin embargo teníamos
más salud que los toros.
Esa recontramuerta,
esa enterrada viva droga de la juventud.
(De Ya paren de contar, 1991)
LIMPIEZA GENERAL
De un puntapié
acabar con la ventana.
Desde el último piso
tirar el terno nuevo,
el nombre, la lascivia;
despojarme del ansia y los papeles;
arrojar a la calle
las mentiras,
las muelas que me sobran,
los amigos;
botar la basura,
la calvicie
y por fin,
sin pagar el arriendo
sin avisar a nadie,
irme
donde me dejen ser
una página en limpio.
(De El rostro de los días, 1959 – 1961)
EL RETRATO
Yo le llamaba linda
y el nombre le quedaba
como vestido flojo.
Sus ojos
no tenían importancia,
su boca
no era más que una boca
y acostumbraba a recopilar retratos
como todos.
Empero
el dolor le dolía de otro modo;
frente a la soledad
era su soledad más sola
y sus palabras
entraban al oído
como avispas quemantes.
Puesta junto al océano
tenía algo de nave;
por coincidencia extraña,
como a mí,
le gustaban los viajes,
por eso aquella tarde
terminó envenenándose.
(De Voz desbordada, 1957-1960)
TAMBIÉN SUCEDE
A veces
el amor como un intruso,
como un pelo en el plato de comida.
A veces el amor
como enfermarse,
como estar ahogándose,
como si hubiésemos robado
y nos buscaran.
Otras veces con él
qué borrachera,
qué jubilosa azúcar
inundándonos,
qué tropel
en la venas,
qué cosa nunca vista,
qué fiebre de colores.
A veces el amor
como pudriéndose.
LOS AFECTOS
Un día
de tanto puro amor
te retuercen el cuello,
te muerden
en los puntos dolorosos;
quieren hacerte altoparlante,
te miden,
te limitan,
te ponen precios fijos
y te llenan
de rótulos la vida,
y eso más
no te permiten que revientes.
Así la soga
desde los pies al cuello,
desde que llegas
hasta cuando nos echan fuera;
así nos van matando
de tanto puro amor.
(De La inutilmanía y otros nudos, 1973)
EL PRÍNCIPE
Amanecer muriendo
te recordé
y me quedé pensando.
Por donde se lo mire
soy búho olvidadizo,
muchísima sed tengo de ti.
Me da curiosidad tus muslos de carrizo,
tu elegancia de cisne
el retrato hablado de tu carisma.
Para ti solita quieres Príncipe Azul,
Príncipe Plus, Príncipe rico.
En esta parte del desfile
me toca bostezar.
Estoy en la edad
en la que todo se ve feo.
No despegas, te hace falta soñar:
si es que no sueñas te intoxicas
y si sueñas también.
Ave sin alas,
calentura.
Te hace falta nacer,
te hace falta otra vez morir y reafirmarte.
Nada trajimos
nada nos llevaremos,
nada somos de los Somos.
También yo quiero para ti
un príncipe azul:
príncipe adinerado,
príncipe rubio,
con cara de muñeca,
con mucho pelo en la cabeza,
un príncipe alegre, ja-ja-ji-ji,
con anillos,
que sepa bailar salsa,
con tatuajes de rosas en el pecho.
Los grandes comedores de amor
saben de lo que estoy hablando.
No importa el tamaño del cerebro.
(De Delicatessen, 2011)
LA INTOCABLE
Dejándola para que se ahogara
en el anonimato de su propio nombre,
con sangre fría,
sin mover un dedo,
con estruendosos besucones
de sus labios muertos,
cantando niñerías
para disimular el golpe,
hablando de labios para afuera,
recopilando versos cursis,
con el almíbar de las palabras torpes
al desgaire,
sin proponérmelo
con mi sucia alcancía de hojalata
en que se oxida mi memoria,
repitiéndole la misma cantaleta:
que sí, que no,
que te amo, que mi amor,
que mi vida,
con lentitud lavándote el cerebro
te fui matando sin tocarte.
(De Los cochinones, 2015)
-Selección de textos de Xavier Oquendo