Enrique Lihn. Mester de juglaría

 

Presentamos uno de los textos más emblemáticos del reconocido autor de La pieza oscura.

 

 

 

Enrique Lihn

 

 

MESTER DE JUGLARÍA

 

Ocio increíble del que somos capaces, perdónennos

los trabajadores de este mundo y del otro

pero es tan necesario vegetar.

Dormir, especialmente, absorber como por una pajilla delirante

en que todos los sabores de la infelicidad se mixturan

rumor de vocecillas bajo el trueno estos monstruos

nuestras llagas

como trocitos de algo en un calidoscopio.

Somos capaces de esperar que las palabras nos duelan

o nos provoquen una especie de éxtasis

en lugar de signos drogas

y el diccionario como un aparador en que los niños perpetraran

sus asaltos nocturnos

comparación destinada a ocultar el verdadero alcance de

nuestros apetitos

que tanto se parecen a la desesperación a la miseria

Ah, poetas, no bastaría arrodillarse bajo el látigo

ni leernos, en castigo, por una eternidad los unos a los otros.

En cambio estamos condenados a escribir,

y a dolernos del ocio que conlleva este paseo de hormigas

esta cosa de nada y para nada tan fatigosa como el álgebra

o el amor frío pero lleno de violencia que se practica en los puertos.

Ocio increíble del que somos capaces yo he estado almacenando

mi desesperación durante todo este invierno,

trabajadores, nada menos que en un país socialista

He barajado una y otra vez mis viejas cartas marcadas

Cada mañana he despertado más cerca de la miseria

esa que nadie puede erradicar,

y, coño, qué manera de dormir

como si germinara a pierna suelta

sueños insomnes a fuerza de enfilarse a toda hora frente a

un amor frío pero lleno de violencia como un sargento borracho

estos datos que se reúnen inextricables

digámoslo así en el umbral del poema

cosas de aspecto lamentable traídas no se sabe para qué desde

todos los rincones del mundo

(y luego hablaron de la alquimia del verbo)

restos odiosos amados en una rara medida

que no es la medida del amor

De manera que hablo por experiencia propia

Soy un sabio en realidad en esta cosa de nada y para nada y

francamente me extraña

que los poetas jóvenes a ejemplo del mundo entero se

abstengan de figurar en mi séquito

Ellos se ríen con seguridad de la magia

pero creen en la utilidad del poema en el canto

Un mundo nuevo se levanta sin ninguno de nosotros

y envejece, como es natural, más confiado en sus fuerzas que

en sus himnos

Trabajadores del mundo, uníos en otra parte

ya os alcanzo, me lo he prometido una y mil veces, sólo que

no es éste el lugar digno de la historia,

el terreno que cubro con mis pies

perdonad a los deudores morosos de la historia.

a estos mendigos reunidos en la puerta del servicio

restos humanos que se alimentan de restos

Es una vieja pasión la que arrastramos

Un vicio, y nos obliga a una rigurosa modestia

En la Edad Media para no ir más lejos

nos llenamos la boca con la muerte,

y nuestro hermano mayor fue ahorcado sin duda alguna por

una cuestión de principios

Esta exageración

es la palabra de la que sólo podemos abusar

de la que no podemos hacer uso —curiosidad vergonzante—,

ni mucho menos aun cuando se nos emplaza a ello

en el tribunal o en la fiesta de cumpleaños

Y siempre a punto de caer en el absurdo total

habladores silentes como esos hombrecillos del cine mudo

—que en paz descansen—

cuyas espantosas tragedias parodiaban la vida:

miles de palabras por sesión y en el fondo un gran silencio glacial

bajo un solo de piano de otra época

alternativamente frenético o dulce hasta la náusea

Esta exageración casi una mala fe

por la que entre las palabras y los hechos

se abre el vacío y sus paisajes cismáticos donde hasta la carne

parece evaporarse

bajo un solo de piano glacial y en lugar de los dogmas surge

bueno, la poesía este gran fantasma bobo

ah, y el estilo que por cierto no es el hombre

sino la suma de sus incertidumbres

la invitación al ocio y a la desesperación y a la miseria

Y este invierno mismo para no ir más lejos lo desaproveché pensando

en todo lo que se relaciona con la muerte

preparándome como un tahúr en su prisión

para inclinar el azar en mi favor

y sorprender luego a los jugadores del día

con este poema lleno de cartas marcadas

que nada dice y contra el cual no hay respuesta posible y que

ni siquiera es una interrogación

un as de oro para coronar un sucio castillo de naipes una cara

marcada una de esas

que suelen verse en los puertos ellas nos hielan la sangre

y nos recuerdan la palabra fatal

un resplandor en todo diferente de la luz

mezclado a historias frías en que el amor se calcina

Todo el invierno ejercicios de digitación en la oscuridad

de modo que los dedos vieran manoseando estos restos

cosas de aspecto lamentable que uno arrastra y el ocio

de los juglares, vergonzante

padre, en suma, de todos los poemas:

vicios de la palabra

Estuve en casa de mis jueces. Ellos ahora eran otros no me reconocieron

por algo uno envejece, y hasta podría hacerlo, según corren

los tiempos, con una cierta dignidad

Espléndida gente. Sólo que, como es natural, alineados

Televidentes escuchábamos al líder yo también caía en una

especie de trance

No seré yo quien transforme el mundo

Resulta, después de todo, fácil decirlo,

y, bien entendido, una confesión humillante

puesto que admiro a los insoportables héroes y nunca han

sido tan elocuentes quizá,

como en esta época llena de sonido y de furia

sin más alternativa que el crimen o la violencia

Que otros, por favor, vivan de la retórica

nosotros estamos, simplemente, ligados a la historia

pero no somos el trueno ni manejamos el relámpago

Algún día se sabrá

que hicimos nuestro oficio el más oscuro de todos o que

intentamos hacerlo

Algunos ejemplares de nuestra especie reducidos a unas cuantas

señales de lo que fue la vida en estos tiempos

darán que hablar en un lenguaje todavía inmanejable

Las profecías me asquean y no puedo decir más.