La compañera y otros textos
LA COMPAÑERA
Así es mi compañera.
La he tomado de entre los rostros pobres
con su pureza de madera sin pintar,
y sin preguntar por sus padres
porque es joven, y la juventud es eterna,
sin averiguar donde vive
porque es sana, y la salud es infinita como el agua,
y sin saber cuál es su nombre
porque es bella, y la belleza no ha sido bautizada.
Es como las demás muchachas
que se miran con apuro en el espejo trizado por la aurora
antes de ir a sus faenas. Así es,
y yo no sé si es más bella o más fea que las otras,
si el vestido de fiesta le queda mal
o la ternura equivoca a menudo sus palabras,
yo no sé, pero sé que es laboriosa,
como los árboles teje ella misma sus vestidos
y se los pone con la naturalidad del azahar,
como si los hiciera de su propia substancia,
sin preguntarle a nadie, como la tierra,
sin probárselos antes, como el sol,
sin demorarse mucho, como el agua.
Es una niña del pueblo,
y se parece a su calle en un día de trabajo,
con sus caderas grandes como las artesas o las cunas,
así es, y es más dulce todavía,
cómo agregar más pan a su estatura,
más carbón a sus ojos ardientes,
más uva a su ruidosa alegría.
SI HE DE TENER CONTIGO UN HIJO
Si he de tener contigo un hijo,
que éste llegue
cuando nuestra casa sea toda la tierra.
Si hemos de dejar un heredero,
que éste venga
para mirar sin asco nuestro mundo.
Si he de hacerte madre,
que sea con amor
y no con vergüenza de vivir y de ser hombre.
Si hemos de traerlo, conquistemos para él
el derecho de ser libres
para que después no nos maldiga.
Conquistemos la tierra donde habrá de crecer,
para que después no nos olvide
al no encontrar nuestras raíces.
Conquistemos la paz en que habrá de construir,
para que después no nos desprecie
al impedírselo sus propios hermanos.
Que nuestro hijo rasgue en dos tu vida
y tu grito de dolor conmueva las estrellas;
hienda en dos mi canto, y por mi herida
entre el sol a todas las conciencias.
EL LOBO DEL HOMBRE
Soy el lobo del hombre, soy el perro del hombre.
Soy el frío del amanecer, la raíz del frío.
Soplo el fuego, soplo la hoja del cuchillo,
pero ninguno de los dos sabe mi nombre.
El perro me lame los pies, el lobo me lame las manos,
pero ninguno de los dos sabe mi nombre.
Sólo lo conoce la madre de todas las sentencias.
Odio mi cara con hocico de lobo, con ojos de perro.
Odio la mano con que me la cubro.
Odio y amo la maldición escrita en mi frente
porque me liberó de todo amor, de toda culpa.
Amé primero el ruego mudo en los ojos de las bestias
y después la mueca ciega en la boca de los hombres.
Escuché aullidos, rugidos, mugidos, balidos.
Y alabé al dios de los animales con un rostro como el mío.
Con una mancha morada como una herida abierta.
Amé ese dios de rostro desnudo y odié el de los hombres,
el del rostro cubierto con una mano.
Con mi propia mano manchada para siempre.
Nací con esta deuda y moriré sin pagarla.
DÍAS TRISTES / DÍAS FELICES
Viven tan poco los animales
y en cada uno de ellos
hay algo de mi vida que se niega a morir
y en cada uno hay un llamado mío
un oscuro deseo que ellos sólo conocen
porque son como el juego inventado por los días tristes
con los días felices.
Ellos aprendieron a ladrar y a maullar nombrándome
pero vivieron muy poco para seguirme desde lejos
hasta verme desaparecer en los caminos
y cada vez que me alejo de un lugar
yo los siento venir a mi garganta como un sordo
y dulce gemido.
Cuando los niños o los animales me olvidan
yo también me olvido por qué la lluvia y la nieve
me hacían tan feliz
yo también me olvido por qué he vivido hasta ahora.