

Continuamos esta nueva sección con tres textos del destacado poeta mexicano.
Eduardo Casar
CONJURO Y CONTIGO
Hoy me toca ser viento. Ten cuidado.
Refuerza tus ventanas con maderas y con golpes firmes.
Con las maderas dibuja la inicial de mi nombre.
Dicen que si lo haces arrojarás hacia la paz,
lejos del estremecimiento,
al portador del nombre que dibujas
con maderas apuntalando tus ventanas.
Dicen que no hay más eficaz conjuro
que enfrentar consigo mismo a quien ataca.
Dicen que es eficaz, pero no sirve.
Sabré encontrar resquicios
para llegar hasta tu pecho.
Y mañana me tocará ser agua.
Ten cuidado.
Porque mañana es muy probable
que nazca dentro de ti
una sed peligrosa y es verano.
LA FORMA EL DESEO
El deseo no tiene forma: da forma, pero es
un viento oscuro (se mueve siempre, hierve
sin evaporarse, concentra algunas veces
su ebullición en los rincones
que pone en evidencia), una densa
oscuridad, espiral o seda insoportable.
El deseo no tiene forma, pero asciende,
levanta pezones inadvertidos,
los aprieta, los oscurece,
dolorosas condecoraciones,
válidas para dos cuerpos que contienden
queriendo disolver fronteras,
ganar regiones
que a nadie pertenecen, tierra de nadie,
abierta, humedecida para defenderse
de la sequedad que invade la garganta.
El deseo no
tiene forma, pero da un eje
a la flexibilidad de otra cintura, pone brazos
a la mitad del cuerpo, pone cuerpos
a señalarse labios.
Es oscuro pero aclara la sangre.
Te recorre a ti pero también,
como un pulso sin muñecas, sale a recorrer
la madrugada.
DEJA QUE EN TU SUEÑO
Deja que en tu sueño sucedan
imágenes del agua
en nombre de un alfabeto
que nadie más entienda.
Despierta en nombre
de la noche que acaba.
Mírame para quitarme
la ceguera.
Deja que caiga por amor al sol
la tela que te cubre.
Deja sólo las sombras
de tu cuerpo.
En el nombre del mar,
por un inmenso amor
al bosque que se mueve,
acércate desnuda.
Suelta en mi nombre tu cabellera recogida.
Muévete por amor.