DOCUMENTA | Escenario crítico de la poesía en Brasil: Jorge de Lima

 

DOCUMENTA | Escenario crítico de la poesía en Brasil: Jorge de Lima

 

 

Organización y traducción de Floriano Martins

 

En esta serie documental que el poeta, ensayista y traductor Floriano Martins (Brasil, 1957) preparó especialmente para la revista Altazor, de la Fundación Vicente Huidobro, contamos con una suma de textos del más alto orden (memorias, ensayos, manifiestos, entrevistas) que permitirá al lector encontrar un registro relevante de la tradición poética brasileña, un amplio territorio que abarcará los ángulos más valiosos, los relatos y opiniones más reveladores y formativos de la historia de toda una cultura. Esta entrevista fue realizada por Homero Senna, publicada originalmente en la revista de O Jornal, el 29/07/1945 y republicada en su libro: República das letras. 3ª ed. Río de Janeiro: Civilização Brasileira, 1996, de donde fue extraída, autorizada por su hijo-heredero. Homero Senna (1919-2004), escritor, periodista e investigador fue, ante todo, un incansable trabajador intelectual. Sobre la profusa inquietud de su alma, Jorge de Lima declaró una vez que tenía una gran hambre, hambre de lo eterno, de lo esencial, de lo universal. No llego a la fase actual de mi poesía porque fracasé como modernista. […] Tengo verdadera hambre de lo universal. Además de novelas, ensayos y obras plásticas, aquí están los títulos de su poesía: XIV Alexandrinos (1914), O Mundo do Menino Impossível (1927), Poemas (1927), Novos Poemas (1929), Poemas escolhidos (1932), Tempo e Eternidade (1935, com Murilo Mendes), A Túnica Inconsútil (1938), Anunciação e encontro de Mira-Celi (1943), Poemas Negros (1947), Livro de Sonetos (1949), y Invenção de Orfeu (1952).

 

 

JORGE DE LIMA | Entrevista histórica a Homero Senna

 

Sin lugar a dudas, Jorge de Lima es uno de los casos más curiosos de la literatura brasileña, si no de las artes brasileñas, ya que su talento sumamente original, no se conformaba con los límites de la poesía, la novela y el ensayo, que eran estrechos para él, invadió otros campos, como la escultura y la pintura, donde ha ido realizando experimentos que llenan a unos de emoción y a otros de extraordinario placer.

A los diecisiete años, fue autor de unos sonetos parnasianos impecables, con hemistiquios, encabalgamientos, llaves de oro y todo, sonetos que dejaron con la boca abierta a uno de los críticos más feroces y erróneos de la época: un precursor de la línea recta de Elói Pontes – Osório Duque Estrada. De esta época data su famosa obra “O acendedor de lampiões”, recogida en antologías. Probando otro género, pronto escribió una novela, Salomón y las mujeres, y poco después, La comedia de las equivocaciones, un volumen de ensayos que recibió excelentes elogios del maestro João Ribeiro, sobre todo por la pureza de su estilo.

Sin embargo, pronto se cansó de todo esto y, hacia 1925, comenzó a escribir excelente poesía modernista, utilizando principalmente motivos folclóricos del Nordeste –su región– y recuerdos de su infancia. De esa época datan algunos de sus poemas más populares, como “Essa negra fulô”, “O Mundo do menino impossível”, “Bangüê”, “Madorna de iaiá” etc. Fueron los poemas de esta fase los que llevaron a José Lins do Rego, en un lúcido ensayo, a saludar a Jorge de Lima como una de las voces más expresivas de la poesía brasileña de todos los tiempos. Y los versos modernistas de fondo folclórico del letrista alagoano tienen mayor repercusión no sólo en Brasil sino también en el exterior, donde ilustres críticos los tratan. Aunque estaba lejos de cualquiera de los pequeños grupos que aquí, en São Paulo, en Belo Horizonte y en otros estados llevaron adelante el muy saludable movimiento modernista, que culminó en la famosa Semana de 1922, y actuando solo por iniciativa propia, Jorge de Lima estaba construyendo, en la tranquilidad provincial de Maceió, una obra de la mayor importancia.

Al poeta, sin embargo, no le gusta quedarse en lo ya hecho, y por eso, después de “Essa negra fulô”, y de los poemas nacidos de su contacto con la tierra, los ríos, las casas, las tradiciones, las supersticiones, las leyendas de su región natal, deja por un momento la poesía, que vivía entonces, en la frase de José Lins do Rego, como creo que todavía vive hoy, revolviéndose por todo su cuerpo, y vuelve al ensayo, ahora ofreciendo al público dos interpretaciones originales, una de la novela de Proust y otra de la poesía moderna (véase Dois Ensaios, Casa Ramalho Editora, 1929). Respecto de Proust, no sería exagerado decir que fue el primero en escribir en Brasil, y es, indiscutiblemente, uno de los mayores conocedores de la obra del autor de En busca del tiempo perdido.

Trasladado a Río en 1930, continuó siendo uno de los autores más discutidos, y felizmente alimentó la polémica que surgió en torno a su nombre, ya que unos años después, al mismo tiempo que publicaba El ángel, una novela surrealista que ganó el premio de la Fundación Graça Aranha, pero que fue fuertemente opuesto, publica un estudio, escrito en alemán y publicado en Leipzig, sobre el problema del mestizaje en Brasil: “Rassenbildung und Rassenpolitik ill Brasilien”.

Pero sus aventuras no terminan ahí. Por el contrario, de esa época datan sus primeras esculturas y pinturas, realizadas estas últimas a menudo con materiales descubiertos por el propio pintor y utilizados por él por primera vez. Muchos de sus cuadros no son óleos, ni acuarelas, ni gouaches: son una sustancia que el propio Jorge prepara y que, según él, ha estado dando muy buenos resultados. Sin embargo, no es ésta la única manera de observar la inquietud del poeta en la búsqueda de nuevas expresiones para su riquísima sensibilidad. Con el tiempo, su poesía también experimentó un cambio profundo. Está perdiendo ese carácter regionalista y folclórico de la fase nororiental y ganando un acento profundamente religioso, místico y universal. Luego vienen los poemas de Tempo e infinito, escritos en colaboración con Murilo Mendes, y finalmente los de A Túnica Inconsútil, que valió el gran premio de la Academia de Poesía en 1940.

El consultorio médico del poeta, en el edificio del Café Amarelinho, en Cinelândia, es desde hace tiempo uno de los lugares de encuentro más populares entre escritores, poetas y pintores de Río. Allí, el novelista de Calunga atiende a sus pacientes, interrumpiendo a menudo los curativos o escuchando a un médico. un poco de lo que se está diciendo en la sala y da tu opinión. [1] Ahí fue donde lo pillé para esta entrevista, en tardes consecutivas. Como hacía muchos años que no frecuentaba su despacho, lo encontré un poco escaso de intelectuales y más solicitado por clientes que por escritores. Jorge me asegura, sin embargo, que todavía lo frecuentan muchos amigos, entre otros Murilo Mendes, R. Magalhães Júnior, J. Fernando Carneiro, Francisco Karam, Jaime Cortesão etc. En esos días, no sabía por qué, no habían aparecido. El único intelectual que ha estado allí es el escritor portugués José Osório de Oliveira, que tanta simpatía ha demostrado por Brasil. Pero el tiempo era realmente malo, mucha lluvia y mucho frío. Esa bien podría ser la razón por la que la oficina estaba vacía…

La entrevista había sido programada el día anterior y, sinceramente, no debo decir que el poeta intentó evitar hablar con el periodista. Con gran humor se ofreció a hablar conmigo sobre las preguntas del cuestionario que le presenté.

Respecto al inicio de su vida, señalo que nació el día de San Jorge – 23 de abril de 1893, en el municipio de União, Estado de Alagoas. La santa patrona de su ciudad natal es Santa María Magdalena, la pecadora poética que derramó perfumes sobre los pies de Cristo ante los escandalizados apóstoles. Por eso su padre, agricultor, comerciante y persona bien relacionada en la zona, no encontró, en el amplio círculo de sus amistades, una madrina más digna para su primer hijo que la Virgen de la Concepción. El nombre fue fácil de elegir: sólo había que mirar el calendario. Se ve, pues, que nació heredero de un destino místico, que tendría una poderosa influencia en su obra. Detrás de la casa donde nació y a pocos kilómetros, se encuentra la Serra da Barriga, donde Zumbi fundó su famoso quilombo. Al frente hay una plaza muy grande y al final de esta plaza se encuentra la iglesia de Santa María Madalena. La belleza de la Serra da Barriga, que él, siendo niño, nunca se cansó de admirar, aunque la temía, pues muchas eran las leyendas, fantasmas e historias aterradoras que sobre ella se contaban, tuvo una fuerte influencia durante toda su infancia. Tenía unos seis o siete años cuando sufrió de asma alérgica. Aislado en casa, con angustiosos ataques de disnea, mientras sus hermanos y amigos disfrutaban del baño en el río Mundaú o del canotaje, escuchaba a menudo de sus viejas tías la historia social de Serra da Barriga, donde Zumbi organizó una república para acoger a los negros escapados y ofrecer resistencia a los dueños de esclavos. Tenía ocho años cuando lo llevaron a visitar esta sierra por primera vez, y Jorge todavía recuerda que el pequeño grupo se perdió en el espeso bosque que rodeaba el antiguo reducto quilombola. Tuvieron que dormir en la casa rústica de un campesino y sólo al día siguiente, en una carreta tirada por burros, fueron llevados a la cima de la montaña. Recordando la aventura, añade:

JL | Sin exagerar, puedo decir que, en ese momento, por primera vez, me sentí tocado por la poesía. Todo el inmenso panorama que vi entonces – el río Mundaú, que según la leyenda nació de las lágrimas de Jurema, de un lado la Serra dos Macacos, del otro la llanura de Jatobá, los verdes campos de la terra-lavada, el Fundão, la Tobiba, los bangüês, la Great Western, las alfarerías y, a lo lejos, la iglesia de mi santa patrona y el caserón donde nací, todo eso entró en mis ojos deslumbrados de niño y nunca más me abandonó. Tanto es así que muchos años después, ya adulto, esos fueron los temas que busqué para algunos de mis poemas de la fase que podría llamar “nordestina” de mi poesía.

HS | ¿Y dónde hiciste tus estudios primarios?

JL | En la escuela de doña Mocinha Medeiros, donde no permanecí más tiempo que el necesario para aprender a leer y escribir, pasé después al Instituto Alagoano, cuyos directores eran dos Goulart de Andrade. Por esa época descubrí una vieja caja de música sobre una vieja cómoda de Jacarandá. Mi placer entonces era pasar largas horas repasando las cortas frases de Mozart que repetía el antiguo aparato. Este recuerdo de infancia me inspiraría en algunas páginas de la novela La mujer oscura, y creo que debo a la vieja caja de música, encontrada un día por casualidad, el verdadero fanatismo que aún hoy tengo por la música del genial compositor de Salzburgo. Sin embargo, yo ya tenía una gran hambre de misticismo, y esto me llevó a inscribirme poco después en el Colegio Diocesano de Maceió, dirigido por hermanos maristas. Allí realicé el curso de humanidades, rindiendo exámenes finales en el Liceu Alagoano, donde conocí a Jackson de Figueiredo, que entonces estaba haciendo sus exámenes en cuotas. Pero Jackson en ese momento no era el luchador católico del Centro Dom Vital y de La Orden. Todo lo contrario, era monista, ateo y anticlerical. Y mi contacto con el hombre que más tarde sería uno de los líderes del catolicismo en Brasil hizo de mí, que era un estudiante ejemplar, un rebelde contra la disciplina y los métodos de enseñanza de la escuela.

HS | ¿Dónde se publicó tu primera obra literaria?

JL | En un pequeño periódico que tenía en aquel colegio marista. Se llamaba El Corifeo y fue hecho casi en su totalidad por mí. En sus páginas aparecieron mis primeros versos, así como una novela de mi infancia. El Corifeo, sin embargo, sufrió una fuerte oposición por parte de los demás y un buen día, durante el recreo, quedó atascado, rompiéndose una edición entera (cien ejemplares), en medio de tremendos abucheos a su director.

HS | ¿Te importó mucho?

JL | A mí me importó, pero la rabia pasó pronto, porque entonces, más para fastidiar a mis enemigos, comencé a publicar mis versos en los mejores periódicos de Maceió, que siempre les daban excelente cobertura. [2]

HS | ¿Qué tipo de versos escribías en esa época?

JL | Versos de forma regular, en su mayoría sonetos elaborados. De esta fase es “O acendedor de lampiões”, que escribí cuando tenía diecisiete años. Este soneto se hizo muy popular, gracias, sobre todo, a la gran publicidad que le dio Duque Estrada. [3]

HS | ¿Dónde lo leyó el crítico?

JL | Se lo mostraron en Maceió, a personas interesadas en escuchar su opinión sobre mí. Osório Duque Estrada lo leyó, le gustó mucho y preguntó quién era el autor. Le dijeron que yo era un estudiante de diecisiete años y expresó su deseo de conocerme. Luego me llevaron ante su presencia. El autor de la letra del “Himno Nacional” se encontraba de gira de congresos literarios en el Nordeste y en Maceió se alojaba en el Hotel Nova-Cintra. Sintiéndome incómodo y muy confundido, me presenté al hombre que, en ese momento, gozaba de la reputación de ser uno de los críticos más feroces de Brasil. Pero de su boca sólo escuché elogios para mis versos y ánimos para seguir por ese mismo camino.

HS | Consejo que no seguiste, ¿verdad?

JL | Durante muchos años lo seguí. Soñé que no era una broma. Para daros una idea, basta decir que mis versos de esta fase, si se reunieran en volúmenes, tendrían un número de páginas mucho mayor que todo lo que publiqué después. Pero el gran público sólo conoce XIV alejandrinos.

HS | ¿Y la carrera de Medicina?

JL | La empecé en Bahía, pero vine a terminarla aquí en 1914. Sin embargo, todavía vivía en Salvador, cuando, en unas vacaciones de fin de año, de regreso en Maceió, aproveché para recorrer todo el río São Francisco, hasta Pirapora: es decir: conocí el sertón, la zona heroica, la zona del bandidaje, que antes era región de pastores, de bandeirantes y de misioneros. Crucé mi Estado hasta la franja ganglionar de lagos y ríos. Fue entonces cuando conocí la pobreza de los pescadores de sururú, comedores de mariscos, descendientes de los Caetés. La miseria observada entre estos pueblos geófagos me sugeriría más tarde el tema de la novela Calunga.

HS | | ¿Hasta qué año de la carrera de medicina permaneciste en Bahía?

JL | Hasta el tercero, como dije, vine aquí a terminar mis estudios. En aquella época los médicos todavía defendían sus tesis, y la mía trataba sobre el destino higiénico de la basura en Río de Janeiro, y fue aprobada con distinción por el tribunal examinador, presidido por el gran Miguel Couto.

HS | ¿Cómo era la Escuela de Medicina en aquella época?

JL | Para un entorno como el nuestro, fue muy bueno, porque, a pesar de ciertas deficiencias en la enseñanza, los profesores eran excelentes.

HS | ¿Cuáles te gustaron más?

JL | El más querido fue sin duda Miguel Couto, por quien los estudiantes tenían verdadera veneración. Pero había otros: Afrânio Peixoto, Aluísio de Castro, Antônio Austregésilo…

HS | ¿Te vinculaste más estrechamente con alguno de ellos?

JL | Yo era muy amigo de Miguel Couto, y lo sigo siendo de los otros que he mencionado. Pero el que más me acercó fue Afrânio Peixoto. Siendo todavía estudiante, me hice amigo suyo y fue por iniciativa suya que publiqué mi primer libro, dedicado a él: XIV alejandrinos, que he mencionado anteriormente.

HS | Después de graduarte, ¿a dónde fuiste?

JL | Regresé a mi Estado. Yo tenía entonces 21 años. Metí mi diploma y mis libros en la maleta, el anillo en el dedo y regresé a Maceió, donde comencé a trabajar como médico clínico. Fue al comienzo de la Primera Guerra Mundial. En la capital del estado también participé en la política, habiendo sido elegido diputado en tres legislaturas. Luego hice el examen para la cátedra de Ciencias Físicas y Naturales en el Gimnasio de Alagoas, ingresando así a la profesión docente, donde estoy hasta el día de hoy. Más tarde dejé de enseñar ciencias y comencé a enseñar literatura brasileña. Fue a partir de ahí y de la clínica que viví en Maceió hasta 1930, cuando me mudé a Río. [4]

HS | ¿Y dónde estabas durante la Semana del Arte Moderno?

JL | En Alagoas.

HS | ¿Entonces no participaste en el movimiento?

JL | No, aunque lo apoyé desde el principio. Y lo apoyé por una razón muy sencilla: lo que hacían los muchachos de São Paulo era lo que nosotros en el Nordeste también pensábamos que había que hacer. Había entonces un sentimiento generalizado de necesidad de renovación. Nosotros mismos, que éramos considerados por algunos simbolistas y por otros parnasianos, como Manuel Bandeira, Mário de Andrade y yo, pensábamos así, aspirábamos a una revisión del concepto entonces dominante de arte. Tal vez no sabíamos realmente lo que queríamos –como observaría más tarde Aníbal Machado–, pero sabíamos muy bien lo que no queríamos. De hecho, esta necesidad de renovación, que es algo biológico, se notará más tarde en el propio Modernismo, que no se limitará a la fase folclórica, regionalista y de poemas de chiste, sino que buscará otras soluciones más universales y permanentes. Que hubo una preparación psicológica en todo el país para el advenimiento de una nueva estética lo prueba el hecho de que el Modernismo surgió casi al mismo tiempo en diferentes lugares: en São Paulo, aquí, en Belo Horizonte, en Porto Alegre, en Recife etc. En Maceió también escribimos literatura modernista, aunque no estuviéramos unidos a los dirigentes de Río y São Paulo por un vínculo más estrecho que el que une a los escritores con las mismas ideas. Naturalmente, en los centros más grandes y poblados, el movimiento despertó mayor curiosidad y causó más ruido. En provincias pasábamos casi desapercibidos y sólo recibíamos ataques de viejos que pensaban que estábamos locos o las más sutiles risas sarcásticas.

HS | ¿Había un buen grupo de escritores en Maceió en aquella época?

JL | Si la hubo ¿por qué no? Baste decir que estaban, entre otros, Graciliano Ramos, José Lins do Rego, Aluísio Branco, Valdemar Cavalcanti, Raúl Lima y Aurélio Buarque de Holanda.

HS | ¿Se veían a menudo?

JL | En un lugar pequeño, los amigos están constantemente juntos, incluso si no lo desean.

HS | Pero ¿había un guía en el grupo o cada uno hacía lo que quería y actuaba de forma aislada?

JL | No, cada uno actuaba por sí mismo, hecho que se observó durante todo el Modernismo, donde, en general, no había líderes. No empezamos a escribir literatura modernista para imitar a nuestros colegas de São Paulo y de aquí. Abandonamos los viejos moldes porque también en Maceió, como en todo el Nordeste, en aquella época, maduró y tomó forma en el espíritu de los escritores el deseo de hacer algo nuevo y diferente de lo que entonces se perpetraba en todo Brasil, en la poesía, en la novela, en el ensayo etc.

HS | ¿Qué pretendías cuando, junto a Murilo Mendes, te propusiste restaurar la poesía en Cristo?

JL | Así fue: después de los Poemas Escogidos, aparecidos en 1932, comencé a sentirme insatisfecho con mi poesía y a anhelar nuevas soluciones. Entonces comencé a inclinarme ya no hacia el género de poemas que escribía, sino hacia otro; con un fondo místico. Y como no tenía compromisos escolares, me sentí completamente a gusto para emprender la ansiada renovación, habiendo comprendido ya que el plan más alto para ello sería una poesía que se restaurara en Cristo, que es la Poesía más alta, la Verdad más alta, nuestro propio destino, y no tenía una tradición regional o nacional, sino la más humana y universal de las tradiciones, que es la bíblica. Sucedió que, en una charla con Murilo Mendes, percibí que él estaba entusiasmado con la misma intención. En otra conversación surgió el pareado. Lo escribimos en el frontispicio de Tiempo y Eternidad. Eso fue suficiente para que lucháramos duro. Pero, sordo a los ataques que me hacían (y me siguen haciendo), continué caminando por el mismo camino. Después del libro escrito en colaboración con Murilo, publiqué A túnica inconsútil, que no es otra que la túnica de Cristo, la única que no se puede dividir. Hoy me doy cuenta de que éste era mi camino natural, inevitable, porque mi infancia me hizo mística. Es bien sabido lo mucho que marcan a una persona los primeros años de vida. A menudo, a través de mil errores, el hombre maduro acaba encontrando al niño que una vez fue. Algunos, más felices, se encuentran rápidamente, no se pierden en caminos equivocados. Para otros, encontrar su camino es lento y doloroso. Machado de Assis dijo una vez, en una frase que se hizo famosa, que el niño es el padre del hombre. Ahora bien, con todos los antecedentes a los que he hecho referencia anteriormente, mi poesía tendría que tener un trasfondo religioso.

HS | La conferencia se interrumpe porque llega un cliente que Jorge necesita atender. Y como estará ocupado el resto de la tarde, mientras se pone el delantal me pide que vuelva al día siguiente. El otro día le había pedido que me hablara del papel social de la poesía. Y esto es lo que me cuenta al respecto:

JL | Mi querido amigo, no le hemos dado roles deliberadamente a la poesía. Podemos asignarle funciones al teatro: educar, entretener, criticar. O para oratoria y política. Pero no para la poesía, que no es ni un maestro, ni un barbero, ni una reunión. Hace algunos años, José Lins do Rego escribió con razón que infelizmente en Brasil la poesía tenía tareas que cumplir, jornadas de trabajo programadas, horas de clases que impartir. Ahora hay que sostener el continentalismo, ahora hay que defender los intereses de tres tristes razas. Tan pronto como a la poesía se le da la tarea de mover los hilos en la dirección que quiera, deja de ser poesía. [5] Sin embargo, en todo momento ha tenido una función social muy importante, ya que el poeta ha sido siempre el heraldo de grandes reformas universales. Hoy más que nunca necesitamos poesía. Lo necesitamos como necesitamos canciones para ayudar en el trabajo pesado, verdaderas canciones de campo, de este inmenso campo que es el mundo actual, convulsionado por la guerra más grande de la historia. [6] Desconfiad de aquellos que salen a la calle anunciando que van a escribir poesía nueva, poesía burguesa, protestante, católica, social o monárquica, porque no hay poesía con esas etiquetas. No creas a los expertos en poesía. Esto permite prescindir de pancartas. Es como aquella nota del águila de la que nos habla el filósofo: el viento pasa, el águila lo sigue.

HS | La conversación me resultó interesante y mis notas eran tan ligeras que parecían garabatos casi ininteligibles. Pero el teléfono vino a cortarla. La secretaria del poeta le pasa el teléfono. Afortunadamente, es algo rápido y Jorge pronto vuelve a hablar:

JL | Podemos tomar un ejemplo de lo que ocurre hoy: se habla mucho hoy en día de literatura proletaria. Ahora bien, a pesar de que sus seguidores viven entre trabajadores, observándolos como los científicos observan a sus conejillos de indias, esta literatura no tiene, salvo raras excepciones, la naturalidad y la fuerza del águila del filósofo. Otra cosa será cuando el obrero o el intelectual proletarizado pueda escribir su vida, registrar en el papel, en cuentos, novelas, relatos, poemas, sus rebeliones triunfantes.

HS | ¿Pero qué destino prevés para la poesía? ¿Crees que habrá cada vez más libertad o la tendencia será volver a los viejos moldes?

JL | Debes saber de inmediato que no tengo ningún prejuicio contra lo que llamas moldes viejos. Dentro de ellos se creó muy buena poesía. Pero de ahí a pensar que lo que caracteriza a la poesía es el metro y la rima hay una enorme distancia. Después de que grandes escritores como Maritain y Henri Brémond aclararon el concepto de poesía, tal confusión ya no es aceptable. Por cierto, nada más esclarecedor que ese pequeño apólogo de Claudel –Animus y Anima–, que naturalmente ya habéis leído.

HS | De cualquier modo, cuéntanos la fábula.

JL | Claudel narra que Animus y Anima eran una pareja que vivía muy bien. Animus, es decir, el amante, simboliza la inteligencia, la conciencia, la voluntad. Y Anima, es decir, la esposa, la intuición, la sensibilidad, el subconsciente. El ménage fue pacífico. Sólo Animus pensaba que Anima no tenía inteligencia alguna, que sólo debía vivir para ocuparse de las tareas de la casa, preparar su comida, obedecerle y ayudarle con sus dones de intuición. Ahora bien, sucede que un día Animus llega temprano a casa, y cuando se acerca, ve que alguien dentro está cantando una canción como nunca antes había escuchado. Sorprendido, corre a comprobar quién cantaba, y descubre que el dueño de esa suave y rica voz no es otro que Anima. Éste, sin embargo, tan pronto como entra el amante, se queda en silencio. Animus le pide que continúe cantando, pero esto es imposible, porque Anima sufre una verdadera inhibición en presencia de Animus. Desesperado por volver a escuchar aquella canción que tanto lo había fascinado, Animus, valiéndose de una estratagema, se marcha nuevamente. Desde la calle vuelve a oírse el canto. Él regresa y Anima vuelve a quedarse en silencio. Aquí termina el extraordinario apólogo, que sirve para demostrar que cada vez que la inteligencia, la conciencia y la voluntad intervienen en el misterio laico de la poesía, éste no ocurre. La preocupación por contar sílabas, elegir rimas, decorar el verso, hace que Anima no cante…

HS | ¿Significa esto que debemos desterrar definitivamente estos adornos, que no son sólo inútiles, sino que suponen un obstáculo para la buena poesía?

JL | No digo tanto… Se pueden utilizar cuando ocurren naturalmente, espontáneamente, sin ninguna interferencia de la conciencia ni de la voluntad, porque de lo contrario el Anima estaría en silencio. De hecho, creo que lo que importa es el momento poético que vive el individuo. Porque creo que la poesía, la poesía verdadera, profunda, puede existir potencialmente dentro de cualquier persona, en un estado de pureza casi química. Escribirlo, arreglarlo, manipularlo, es secundario. A un libro de poemas lo llaman libro de poesía. Pero en realidad ¿quién es él? Una máquina sencilla, un pequeño motor, un átomo, diseñado para crear un estado poético en el lector. [7] ¿Y es éste el único objeto que tiene el don de lograr esto? Absolutamente. Los agentes más diversos son capaces de hacernos experimentar una sensación idéntica: contemplar la naturaleza, a un ser querido, la música e incluso sustancias tóxicas como el alcohol, la morfina, la cocaína, el opio etc. Se sabe, de hecho, que los poetas románticos utilizaban y abusaban de estas últimas, especialmente del alcohol, para crear estados poéticos. Baudelaire fue uno de ellos e incluso abrió una escuela de satanismo, que fue muy popular. Fue sólo el uso de tales venenos lo que causó la muerte prematura de tantos de nuestros románticos: Castro Alves, Varela, Álvares de Azevedo. La música, como ya he mencionado, también puede crear estados poéticos dentro de un individuo. La Sinfonía 41 de Mozart, por ejemplo, no es otra cosa que un poema maravilloso. No hay nadie que no se emocione al escucharla.

HS | En este caso, si lo que importa es la sensación poética, que puede ser provocada por otros factores, ¿qué interés hay en fijar la poesía?

JL | Hay un interés en fijarlo de manera que el estado poético experimentado por el agente repercuta, con mayor o menor intensidad según el lector, en un gran número de personas. Pero la función de un cuaderno de poemas es la misma que la de un volumen de fotomontajes, o la de un disco de Mozart, o la de un concierto de Cortot.

HS | Buscando esclarecer ciertos hechos vinculados a la revolución literaria de 1922, pregunté a Jorge de Lima cuáles fueron, en su opinión, los autores extranjeros que tuvieron mayor influencia en el movimiento modernista brasileño. Por cierto, y después de pensarlo un rato, cuéntame lo siguiente:

JL | Creo que es una falta de agudeza crítica pensar que nuestros modernistas deben mucho a Marinetti y a los llamados escritores franceses de vanguardia, como Apollinaire, Max Jacob y otros. Yo, al menos, no me siento en deuda con ellos. Por supuesto que hablo por mí mismo, pero un cabotino que nunca me sedujo fue el difunto Marinetti. Fui a ver la conferencia que dio en el desaparecido Teatro Lírico, cuando visitó Brasil. Pero no sentí ni un solo momento la más mínima inclinación hacia sus ideas.

HS | ¿Entonces usted no cree que hubo influencias extranjeras en el modernismo brasileño?

JL | Si examináramos cada caso, descubriríamos una infinidad de pequeñas influencias. Pero, en términos generales, hubo escritores que, aunque indirectamente, tuvieron un impacto mucho mayor en nuestros poetas y prosistas de la época que Marinetti y los franceses mencionados anteriormente. Influencias serias y decisivas, en mi opinión, fueron, por ejemplo, las de Proust y Pirandello.

Y, a través de estos dos, los de Freud y Einstein. [8] Lo cual, por cierto, no ocurrió sólo en Brasil, sino en todo el mundo. Obsérvese cómo, después del Modernismo, en nuestra literatura lo relativo empezó a prevalecer sobre lo definitivo. ¿A quién se debe esto, si no a Proust? Desde entonces hemos inculcado en nuestros escritos, tanto en prosa como en verso, la fragmentación de la personalidad. Antes de Proust, los personajes de las novelas siempre encarnaban una virtud, tenían un carácter único y rígido desde la primera hasta la última página y estaban colocados en los libros para desempeñar un papel específico. Podemos fijarnos, por ejemplo, en las criaturas de Balzac –el tío Goriot, Eugénie Grandet– o en las de Eça de Queirós –el consejero Acácio, la criada Juliana, Jorge, João da Ega–. Proust llegó y puso fin a eso. En su novela, un judío del primer volumen puede muy bien convertirse al catolicismo en el quinto. Swann, que al principio se muestra extremadamente celoso, al final ya no lo es. Sin duda, los tipos del autor de En busca del tiempo perdido conservan mucho más que todos los demás creados antes que él la relatividad y la inconstancia de la vida. Pero la influencia de Proust no sólo se sintió en Brasil a través del relativismo introducido en nuestra literatura. Esto se nota también por la gran importancia que nuestros escritores empezaron a dar a los recuerdos de la infancia, de los que puede servir de ejemplo Menino de Engenho, de José Lins do Rego. Nunca la infancia, con todas sus dimensiones y sus seres atemporales y proustianos, ha sido más explorada. Como usted sabe, un volumen entero –Du côté de chez Swann– nace como un hechizo, un truco de magia, de la sensación gustativa que una galleta mojada en té le proporciona al escritor, que le quita todos los recuerdos perdidos de su infancia, pasada en Illiers. [9] Porque este proceso de recuperación del tiempo también sería utilizado en gran escala por los autores brasileños del Modernismo. Pero espera un minuto. Vamos a ilustrar lo que cuento con algunos ejemplos.

HS | Se levanta, desaparece por el pasillo y pronto regresa, llevando algunos volúmenes en sus brazos.

JL | Sin embargo, la influencia de Proust no se sintió sólo en la novela. También se puede ver en la poesía. Uno de mis poemas incluso se titula “Poema relativo”, y tiene versos como éste [abre uno de los libros que trajo y lee]:

Ven, oh amado,
Porque, como te dije,
Si no hay pájaros en mi parque,
Podría ser, si el viento
No soples fuerte,
Deja que vengan las mariposas.
Todo es relativo
E incierto en el mundo.
También tus cejas
Parecen alas abiertas. [10]

Hablé hace un rato de Pirandello. Porque en un sencillo verso de Ismael Neri, que podéis leer aquí en este otro libro: Dios mío, ¿por qué pusiste tantas almas en un solo cuerpo? – se siente la influencia del escritor italiano: después de la fragmentación de la personalidad, la tragedia de la reconstitución de la unidad, cuando en el mismo poema exclama: – ¡Oh Dios extraño y misterioso, a quien sólo ahora comprendo! / Dame, como lo tienes, el poder de crear cuerpos para mis almas. [11] El subconsciente, el sexo y los sueños también cobraron gran valor para nuestros escritores, gracias a Freud. Un libro del excelente João Cabral de Melo Neto se llama Pedra do Sono. Además, después del 22, notamos en nuestras cartas fenómenos de multiplicación de la personalidad, abstracción del tiempo y ubicuidad, que llevan la marca del genio de Proust. Mário de Andrade, por ejemplo, tiene un poema titulado “Tengo trescientos”. Y en otro exclama: Estoy pensando en los tiempos anteriores a mi nacimiento.

Yo no nací a principios de este siglo, yo nací en el seno del Eterno,

son los dos primeros versos de “Vocação do Poeta”, de Murilo Mendes. [12] La ubicuidad, la simultaneidad de Ronald de Carvalho, en su poema “Brasil”, es alarmante. En este poema de Ronald se siente la velocidad del poeta moderno, que anula el tiempo y el espacio. Otro ejemplo de cómo nuestra literatura se ha relativizado está en los versos de Felipe d’Oliveira que les mostraré, donde se atribuye la relatividad a la posibilidad del daltonismo del conductor:

Longitudinal, centrífugo.
El tren se divide en dos mitades
El espesor de la oscuridad
Y, escupiendo por la boca de la chimenea,
Estrellas inútiles para la propulsión,
Se lanza desenfrenado
En las pistas libres.
Pero si el conductor era daltónico
La locomotora se habría detenido. [13]

HS | Dejando el volumen en el que había leído los versos, volvió a hablar:

JL | Freud y Einstein, los judíos, a través de la obra del judío Proust, nunca dejarán de lado a los modernos. Y gracias a ellos, nuestra literatura se enriqueció con posibilidades antes insospechadas. Ni las criaturas de Proust ni los poetas modernos podían moverse en el espacio limitado de Galileo en el que se movían los personajes de Balzac. Lo cual no quiere decir que los escritores brasileños modernos, cuando escribieron las obras que mencioné arriba, ya hubieran leído a Proust, Pirandello, Freud y estuvieran familiarizados con las teorías de Einstein. Se produjo un fenómeno curioso: las ideas que estos grandes hombres establecieron estaban de alguna manera presentes en las mentes de muchos de los poetas y prosistas que crearon el modernismo entre nosotros. Hoy podemos establecer una conexión entre sus obras y las de aquellos brillantes innovadores, pero es innegable que en muchos casos actuaron de manera inconsciente, llevados únicamente por la intuición.

HS | ¿Hubo otras influencias?

JL | Hubo una gran saturación rusa con su literatura social, que se manifestó entre nosotros en los innumerables poemas proletarios y sobre todo en las novelas revolucionarias que aparecieron en abundancia.

HS | En este punto sentí que ya habíamos hablado suficiente y que las notas que tenía servirían para una entrevista quizás incluso más larga que las otras. Sin embargo, no quería despedirme del poeta sin preguntarle antes cuáles son sus preferencias entre los diversos géneros artísticos a los que se ha dedicado. Su respuesta no se hizo esperar:

JL | Prefiero la poesía. Todo lo demás que he intentado, incluida la pintura, está subordinado al sol de la poesía, son caminos hacia ella, a veces simples ejercicios para darle nuevas dimensiones, otras veces profundidades.

HS | Si tuvieras que organizar hoy una antología de tus poemas, ¿cuáles elegirías?

JL | Es difícil responder de memoria. Para que la respuesta sea sincera y consciente será necesario releer algunas de ellas, hojear mis libros.

Déjame darte una pequeña lista más tarde.

HS | Días después recibí, de hecho, una lista de sus poemas favoritos, que transcribo aquí: de Poemas Escogidos: “Guerreiro”, “Boneca de Pano” y “Minha Sombra”; de Tiempo y Eternidad: “A noite desabou sobre o cais”, “Na carreira do vento” y “Eu vos anuncio a consolação”; De La túnica inconsútil: “Poema do cristão” , “Olha antes a semente” , “O nome da musa”, “Lâmpada marinha”, “A noite da louca”, “O grande desastre aéreo de ontem”, “Duas meninas de tranças pretas”. “O poeta que dorme dentro de vós”, “A ave”, “Cristo Peixe”, “Marta e Maria”, “Alta noite” e “Invocação a Israel”.

 

 

 

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NOTAS

(1)En un reportaje que escribió “En el décimo aniversario de la muerte de Jorge de Lima”, Valdemar Cavalcanti, que lo conoció en Maceió, recuerda que el ambiente de la oficina que luego montó en Río era más o menos el mismo que el de la que conservaba en la calle do Comércio, en la capital de Alagoas: En aquella época era conocido, en Maceió, como el médico de los pobres; porque atendía a los pobres con una solicitud sin igual, de día y de noche, atento a cualquier llamado, cobrando únicamente a los ricos. Tenía su despacho en la parte trasera de una farmacia, en la calle principal de la ciudad: había dos salas a las que se accedía a través de un largo pasillo, siempre lleno de gente. Allí Jorge de Lima daba consultas e inyecciones, leía y escribía, trabajaba como un moro con el aire más alegre del mundo, casi siempre silbando suavemente. Cuando llegó allí, todavía temprano, ya llevaba desde las cinco de la tarde recorriendo los barrios visitando a sus pacientes. Si el cliente no disponía de recursos, podía surtir la receta en la farmacia, de forma gratuita. En la oficina, el mínimo de orden. En los estantes, muestras gratuitas de medicamentos, en abundancia, mezcladas con libros de todo tipo. En un rincón, una pequeña mesa con un fogón encendido constantemente, hirviendo jeringas. Joven, yo iba mucho a ese consultorio, cuando no me ponía inyecciones hablaba de literatura: a veces calcio, a veces Proust; era bismuto y era Mário de Andrade en profusión. Jorge, nunca lo vi inquieto ni nervioso: siempre el mismo, inmutable, generoso y discreto, paciente con todos, a veces incluso dando la impresión de estar distanciado y distraído. Junto a la clientela del médico, la clientela del poeta. Una persona que siempre estaba ahí, en todo momento, era José Lins do Rego, que entraba sin llamar, hablaba mucho y salía cuando menos se esperaba. Mientras en una sala, a veces, Jorge atendía pacientes, en la otra se desarrollaba un acalorado debate sobre cuestiones culturales. Y la impresión que daba era la de un mago, por su manera de hacer las cosas, por su manera de ir y venir, por las sorpresas que causaba como una especie de prestidigitador. (En Correio da Manhã del 23-11-1963.)

(2)Estas y otras confesiones autobiográficas fueron ampliadas posteriormente en las memorias que publicó por capítulos en el Jornal de Letras, de octubre de 1952 a junio de 1953. Interrumpidas debido a la enfermedad que le costó la vida en ese mismo año de 1953, estas páginas llegan al momento en que se gradúa en Medicina, en Río (1914). El autor les dio un tratamiento eminentemente poético y constituyen una preciosa fuente de información sobre su infancia y juventud. Ahora se pueden leer en Obras Completas, vol. de Editorial Aguilar.

(3) Véase Obras Completas, cit.

(4)En el informe citado. Valdemar Cavalcanti se refiere así al traslado del poeta a Río: Objeto de persecución política (e incluso de atentado), cerró su oficina, hizo las maletas y, deshaciéndose de una de las casas más bonitas de Maceió, entonces en el borde de un río. Partió con su familia para iniciar un nuevo ciclo en su vida.

(5)Algo parecido diría Carlos Drummond de Andrade al poeta João Acióli, en una carta de 1948, al discutir, en relación con el libro de este último, La canción sin mañana, el problema de la poesía social: No sólo la poesía social, sino toda poesía nunca puede ser el tratamiento directo de los hechos. Para este tratamiento existe la prosa. La poesía es esencialmente la expresión indirecta de las cosas, en la forma transpuesta, elíptica, oblicua y mágica del poeta. (Magia en el sentido de prestar nuevos atributos al material común del lenguaje, mediante su uso especial, no en el sentido de milagro.) Y más adelante: La poesía no se hace con preocupaciones ajenas a la poesía misma; y si éstas se instalan dentro del poema, debido al tema seleccionado por el poeta, lo que se debe desear es que esta penetración de un cuidado extraño a la poesía no la perjudique. Solo. (Revista de Poesía y Crítica. Brasilia, S. Paulo, Rio de Janeiro, abril de 1978.

(6)La entrevista es de 1945.

(7)Una obra de arte es una máquina de producir emociones, ya decía Mário de Andrade (La esclava que no es Isaura, en Obra imatura, São Paulo, Livraria Martins, 1960). En 1981, escribiendo sobre la “estética de la recepción”, el crítico Wilson Martins tuvo ocasión de recordar el artículo que casi treinta años antes había publicado en la Revista Brasileña de Poesía (VI, junio de 1953). En este artículo, que era en verdad de una gran agudeza crítica, observaba, en conceptos que en cierto modo amplían y profundizan lo que Jorge de Lima nos decía en este extracto de su entrevista: El poema, la obra poética, no son, pues, más que una forma excepcional de excitación y la poesía que encontramos en ellos no lo es, en realidad, en sí mismos; Está en nosotros, y varía según lo que variamos, vale lo que valemos. Parece una paradoja gratuita sostener que la poesía está tanto en quien la recibe como en quien la transmite, tanto en el lector como en el poeta. Sin embargo, la verdad es esta. (Diario de Brasil, 25/07/1981.)

(8)Según Jaeques Riviere, las tesis psicoanalíticas ya estaban presentes –bajo diversas formas– en las novelas proustianas, antes del surgimiento de la teoría freudiana. (Apud Alcântara Silveira – Entendiendo a Proust, Río de Janeiro, Librería José Olímpio, 1959)

(9)Et dês que j’eus reconu lê gôut du morceaux de madeleine trempe dans lê tilleul que me donnait ma tante (…) ettout Combray etses environs, tout cela qui prend forme et solidité. est sorti. vil/e et jardins. de ma tasse de thé. (A la recherche du temps perdu, I, Du côté de chez Swann. Premiere partie, Paris, Gallimard, 1946)

(10)De Poemas Escogidos, en Obras Completas, cit.

(11)“Oración de I.N.”, en Antología de poetas modernos, organizada por Dante Milano. Río de Janeiro, Editorial Ariel, 1935.

(12)Antología, cit.

(13)“Líneas que se entrecruzan”, en Antología cit.