Demetrio José Fábrega

Cuerpo amoroso

 

 

 

 

 

CUERPO AMOROSO

 

I

 

Ven a llenar las blancas soledades,

el huerto donde la marchita

violeta alumbra el capitel perdido,

ven a llenar tus nombres

que he recogido por el mundo.

 

 

II

 

Siquiera un ademán, un signo,

Algo de ti repare mi desvelo.

algo además del temblor vago

que invade los lugares que cruzas;

mover la mano tímida siquiera,

algo que incendie, alguna

sílaba ardiente en las servidumbres

de los desiertos de la carne.

 

 

III

 

Llénate de músicas trémulas,

toma, mima la luz que hay en tus brazos

y que remoza estrellas, ansias, lirios.

 

Un arrebol en las domadas frondas

de tu cabello vi, llenándose

las libertades, lejos.

 

 

IX

 

No rechaces el ruego aparecido

como un gorrión en tu garganta.

 

Mira que los mastines del invierno

tras de la corza van de la edad tuya

de ruegos y ansias y azahar, y tú

no dejas que la corza busque amigo.

 

 

X

 

Iremos a los lagos abiertos

cuando la brisa en los caminos

suene jugando con tus ropas,

entonces, cuando en las quietas

horas el viento se llene de rastros,

a llenar tu regazo con los frágiles

aromas de las flores aún sin nombre.

 

 

XI

 

Hasta las rubias aguas boreales

yo seguiré la forma de tu huella.

 

Por ti trastornaría imperios,

removería épocas idas,

cruces con polvo,

tiempos gastados;

haría con un beso frágiles,

verdes, delgados potros de mentira,

para robar tu desnudez callada

volando más allá de ti.

 

 

XLII

 

Dame la mano.

Adiós.

Vístete.

Cubre tu cintura.

Repite el sol.  Ve por tiendas y plazas.

Tráeme las voces,

el mundo suelto, vivo.

Vuelve.

 

 

XLVIII

 

Tus manos contenidas,

la abierta rosa reposada,

y el terror de las formas que deshizo

tu breve adiós quebrándose en mi boca.

 

 

LII

 

Acomodarte con mi cuerpo

como la arena a un paso firme.

 

Así justo el amor,

eternidad robada.

 

 

LIII

 

Tu cabello en mi boca,

y el olor de los ángeles vencidos

por el cansancio, y más, más todavía

querer encontrar más,

cómo llegar más lejos,

más allá de los dioses,

de envidias olvidadas.

 

Huésped de hiel, inoportuno

dragón de amanecer e interrumpirnos.

 

 

LXXII

 

Loco mi cuerpo, y loca la azucena,

tu cuerpo busco por el monterío,

ávido aparto sombras, auras,

tres veces tu frescor huye mi abrazo.

 

Con las heridas de la noche quiero

un lago en el vivir que guarde

los nombres que hice para ti.

 

 

LXXIV

 

Así, contando seguiré los sitios

donde tu falda oí caer.

 

En la quebrada luz

digo el reino que toqué y perdí.

 

Demetrio José Fábrega Nació en Aguadulce, provincia de Coclé, el 14 de septiembre de 1932. Realizó estudios universitarios en los Estados Unidos de América y ... LEER MÁS DEL AUTOR