Epitafio y otro textos
(Traducción al español de Antonio Cisneros)
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Llamar suave al tiempo, Lila,
es consentir que es tarde. Mi nuca
mi brazo derecho y el pulso de platino, nunca
los llamó así la tierra, como en diciembre –no la tierra
que invade las entrañas indefensas, sino aquella
cuyo destierro sobre es el flujo es el flujo de la sangre
¡tan floja! allende los poros en pos
de algún surco más férreo –vivos
por sortilegio de lo insensible, sin más
imperio que pasar los dedos
por ladrillos blancos, como
un hilo de barba o menguante de uña
disueltos en un vaso: alquimia del llanto.
El soplo y la sangre crean, no
resucitan. Los muertos
aborrecen los llamados de esperanza. Los niños
turban el orden. Los poetas
conmueven el caos, afligen
el vientre de las mujeres. Y decir
suave al sueño, es consentir: Tarde tus senos, Lila,
son muy tarde, los senos con que ahora
Epitafio
Decio Pignatari niño inmenso y castaño con temblores
nacido bajo el signo más sincero y para per y por y sin ternura
quièn te dirá del dominio sobre tus cabellos
de los amigos rápidos y las veloces mujeres y los que comen de tu plato
Estás cansado como avasallada enorme puerta
abierta y al abrir de tus brazos reposas los hombros en amplios arcos de pájaros vagarosos
Lento y hondo es el aire de tus tardes en tus poros
y en él se desenredan hondos y atentos hasta los esfuerzos más asiduos
y si sumerges tu mano en el agua tranquila al agua añadirás la mano y el agua
Decio Pignatari niño castaño y mío como un perro grande
que cruza el portón sereno a pocos floreciendo en el jardín su garbo
con la calma grandiosa de las nubes que en la tarde se abren lentas para envolver el aire
despacio tu cabeza desea despacio la superficie sin temores
y tus párpados se inclinan al efluvio de la siesta mundial de inmensos paquidermos
que abultan en la sombra como grandes bulbos insonoros en cavernas dormidas
Mansa dinastía de gestos en las ruinas
dulcificando las intemperies de la memoria
descansa cual cortejo de crepúsculos antiguos
en la turbia cordillera de la semana
Creciente como el cielo de marzo en las almenas de las torres elevadas y redondas
y a tu propia sombra en el mundo que perdiste descansa Pignatari.
Vivir es frío –sin el cansancio abierto
a la tarde, final y vagarosa, y en viaje
sin velas-sin el feliz murmullo
de las vísceras como constelaciones de rumbo susurrantes
para Vésper –y a lo ancho, a lo ancho
de la insistencia mordiente de un día sin piedad,
-frío sin término al final de cada día, cuando
las figuras de proa, desesperan los remos
viciados en las horquillas, los enmarañan
en cabellos, como dedos en la arena, fríos,
y las lampreas del asco, lustrosas
constelándose en los flancos
El agua y la boca (¡Retornarà!) y la fina fuga de las esclavas
son aire, o sangre del aire, al mar en los miembros. ¡Náusea! y de rodillas
doblado y desnudo, mis barbas saladas sobre las manos, como copa
que otra vez tórnase flor, envían –a lo largo de tus brazos-
a tu cuello, el temblor delicado de mis labios
Se cuelga
por un momento, en las más altas ramas
del aire sin amenaza, como nubes o frutos serenos el aliento
magnánimo y carnal de las epopeyas. Supiese el aire, una vez más, de las ánforas
donde el vino del viaje ha de ser, vino con poros al sol, lejano y fuerte, como en cipreses –pájaros,
“y un cordero que bala
en la línea de los dioses fugitivos, la elegía violeta
del crepúsculo” detiene, antes del sol,
el último balido frente a una pica roja
en campo de presagios: ¡Retornará!
Retornará con dádivas y dardos –y Nadie
Polumetis, como un arco,
Desarmaría su nombre en tus rodillas.
Huye la tarde de nosotros como un exilio
lento. Lilas y bronce –nubes-
retienen el largo viento sobre el mar. Posan
las flores, como si a lo lejos,
las devorase nostálgico el ladrido de un can.
Silencio
en el agua y boca en las palabras: trémulo
polen del hombre desnudo, a la hora
en que los vestidos nupciales, a la orilla del mar,
son bañistas doncellas, y en sus nalgas
el sol es piel que siente: ¡suave!
Así, no pronuncies:
-Tú eres el náufrago, y a la sal de tus pulmones
Envejecen los pájaros – pues el aire distingue
como a las naves mi rostro con los vientos favorables,
de viajes infinitos, tal me encanta la música
generada en mi oído, navío musical
que singlan los mares infecundos, singlan
sin náusea de naufragio, izando, como velas,
nubes, oh fuga delicada, tarde
la nave y la boca, la brisa, ¡oh agua-Nausicaa!