Daniel Quintero

Parte el pecho el tren que pasa

 

 

 

 

Nunca conoceré los Cayos de la Florida

 

a Victor Cabrera

y prepárense para lo que pueda ocurrir,
porque vendrá de todos modos,
así sea para velar por la paz de sus almas,
o bien,
para levantarles la tapa de los sesos.
Pavel Oyarzún

 

Víctor Cabrera tiene una amiga que asegura

que me parezco a Hemingway

yo que nunca salí de caza

que no tengo escopeta

que jamás le dispararía

al animal equivocado

pero insiste

debe ser por los pelos canosos

que hacen centro entre mi camisa

echando pecho y fortuna

no será por el Daiquiri en La Floridita

la tarde que pasé estaba cerrada

y no hice más que volver

una y otra vez por el mojito al bar

del 307 de la calle Empedrado

al margen de toda literatura

no podría ser un anciano en el mar

ni abandonar las armas

ni responder por las campanas que doblan

apenas imaginar los vientos en Cayo Hueso

participar en el concurso de parecidos

añorar la casa que jamás tuve en La Habana

ni siquiera en los días lluviosos

estaría a resguardo de los huracanes

de las inmensas jarras de cerveza

del whisky artero

de la cirrosis

de morir en Madrid

en honor a mi abuelo gallego

que no tuvo

su retorno inmigrante

al margen de toda guerra

no podría satisfacer la semejanza

con que la amiga insiste

yo que no pesco ni cazo

ni junto trofeos ni medallas

que no tengo escopeta

pero soy ese animal preciso

que de un poema certero

espera a que le vuelen la tapa de los sesos.

 

 

 

Parte el pecho el tren que pasa

Algunas veces un tren atraviesa mi cuarto
y debo levantarme a deshoras para dejarlo pasar.
En la última ventanilla está mi madre
y me arroja un ramito de nomeolvides
.
Olga Orozco

 

Se refleja en un instante

el registro distorsionado de la historia

la evolución del paisaje asomado al vidrio

el suceder de los gobiernos

los amores.

 

Se nace predispuesto al paso de los trenes

aclamando el hierro

la contradicción

su paradoja.

La metáfora del camino.

 

/el silbato del guarda rompe el ensueño

 

¿Qué tan próxima estará mi estación

a qué paisaje le daré la respuesta del vértigo

de esta vista veloz parcial subjetiva

qué líneas de acero tendrán las palmas de mis manos?

 

El niño que va contando las luces

advierte a lo lejos su punto de llegada.

 

Aún no reclama mejor suerte.

 

 

 

 

Llover

 

Parece que repetir la lluvia

fuera pecado

que a nadie le interesa

la religión del agua

se dice llueve

como si fuera sufrir

el cielo no sufre sus pérdidas

acá abajo es donde

la lluvia clama su nombre

y la lluvia sigue repite

verbo impersonal le dicen

como si no fuera naturaleza

humanidad o poema.

 

 

 

 

El poeta escribe para el hallazgo

para que se sepa

que ilusión lo abandona

a qué defecto le rinde su caos

escribe y se nota su aparición

manía de letra remendada

la prepotencia de su verbo

el fanatismo con el que incita

a todos a que vivan

a que no se dejen atropellar por la noche

el poeta escribe para que descubran

su obsesión

para que limpien la mugre

que deja a los costados

sin más naturaleza

sin otro estorbo que la propia muerte

el poeta escribe de un solo plagio

sobre el papel de corrido

el reflejo de toda su inmundicia.

 

 

 

 

Pobre y precario

 

Dicen que había un país

más rico que la Reserva Federal

que cuando brillaba el sol

sobre su oro daba de lleno

pero no de comer

que tenía ríos

montañas deudas

y pronósticos alentadores

que se desperezaba

por las tardes

hacía crujir huesos

y opositores

que blanqueaba capitales

y sepulcros que tenía

su propia biblia escrita sólo

de antiguos testamentos

que llevaba a los niños de la mano

de paseo de merienda

de vacunación y vacaciones

que no le costaba gritar

ni pedir perdón o dinero

que todo lo enterraba

con sus muertos a futuro

dicen que había un país

mordido hasta el hueso

y que sus habitantes

dividían sus osamentas

mientras el mundo reía

o era “el carnaval del mundo”

dicen también que estaba

condenado al éxito

que nadie había que le tire

o desparrame que lo ignore

le dedique epitafios

o reguetones

había sí y estaba

precario y pobre

como una lámpara

de pocas luces

como un anden

sin enamorados

una postal de olvido

encontrada entre los trastos

de quien está a punto

de pedir su último deseo

y jamás permitió

que le revisaran

los bolsillos.

 

 

 

 

Noción de arquitectura

 

La ciudad ideal está armada

con partes de todos los viajes

la escalinata de un templo

el edificio de correos

un banco de plaza

un puente

la luz que cada tanto resucita

en ese bar de buena muerte

las boticas los almacenes

las carnicerías

los colegios

el consultorio del dentista

las dudas las caricias

una boca de tren subterráneo

un ala de avión en el esfuerzo

el casting para una película muda

de bajo presupuesto

las manos nombrarnos hacer fuego

un campanario el cementerio

la casa derrumbada

de un último poeta

las ferias las bocas de tormenta

las maternidades

las fondas los copetines

los ciclos de poesía

las puestas de sol

zancadillas

gritos

terminaciones

besos al aire en los andenes

palmadas en la espalda

todos los vuelos

el deseo colgando de los balcones

la incertidumbre del crepúsculo

no más de tres perros

rascándose las pulgas

como si la vida fuera algo

que sucede a lo lejos.

Como si se tratara del olvido.

 

 

 

 

Mujeres de pollera

 

Las veo caminar de medio lado

como si tuvieran el sol

entre su pelo

trenzas atadas al cielo

y esa bronca de andar

mascando rabia y certidumbre

con la paciencia

que ningún dios les dio

les brota la lluvia desde el cuero

calle abajo entre las piedras

sal de acusi y lágrimas

dulce el color de los sombreros

las veo por Oruro

bailando entre comparsas

la verbena las nombra

en el carnaval del pueblo

bajan y suben de las minas

sus pies alcanzan

para tanto altiplano

cubren de ternura la geografía

la altura de la sangre

sus dichas más legítimas

suenan con la música

de cientos de bronces encantados

como ángeles recibidos

en este paraíso

yo las vi parir sus sueños

entre sus ropas de encaje

con sus hijos alzados

bajar del Potosí

con las venas hinchadas

al frío de una tarde

que las acariciaba

luciendo en la sonrisa

el brillo de toda la mañana

las escuché bien decir

en las ferias de El Alto

gritar sus viajes de sembradoras

y allá en las islas de aquel Gran Lago

santificar los astros

armar con juncos su fe a flote

la confianza de sus manos sueltas

ahora que las veo

me desamparo

entre las balas y la guerra

sufre en hilachas su whipala

un arcoíris de dejarlas quietas

sus polleras se expanden

y entre la niebla

la libertad acuna al niño

que duerme a sus espaldas.

 

 

 

 

Iremos a vivir a Brooklyn

en ese edificio

que tiene un bar en la terraza

vista al puente que cruzaremos

todas las mañanas

entre un café y esa foto

que nos gasta de cansancio

después de todos estos años

ya tendremos visa y aduanas

para radicarnos de sangre

en cualquier mapa

el viento llegará del mar

dibujará en las estatuas una sonrisa

como de feliz cumpleaños

acortará la caída de las lágrimas

la sal en los ojos

todas las piedras de la ciudad

nos quedaremos a vivir

entre los peces de colores

para dibujar con sus fragancias

paisajes que salten desde el agua

como cuadros chorreados

por la mano de un pintor aprendiz

seremos vecinos de nosotros mismos

dos a los que la vejez no los sorprenda

ni el frío les dañe huesos y poesía

nos alcanzará el amor

aunque te quejes de que pida otro whisky mientras te escribo.

 

Negaremos todas las sombras.

Lejos muy lejos a otra luz.

Daniel Quintero Buenos Aires, Argentina, 3 de diciembre de 1959. En 1987 se radicó en Ushuaia, provincia de Tierra del Fuego. Participó en diversos evento ... LEER MÁS DEL AUTOR