Lírica tristeza
Evocación avileña
Caraqueña: recuerdo la ventana entreabierta
desde donde cien veces me miraste pasar
cuando yo era dichoso y por ti sentía cierta
pasión que con palabras no te supe expresar.
Todavía mi mente a explicarse no acierta
por qué yo ni mi nombre te llegué a revelar,
ni en la tarde en que triste me alejé de tu puerta
con la vaga esperanza de poder retornar.
Cuando leas los versos de esta triste poesía
sabrás tú quién he sido y por qué todavía
otra vez a tu encuentro no he podido volver.
Pero acaso no creas que aún tu ausencia lamento,
ni que mientras te escribo, la emoción que yo siento
está haciendo la pluma de mi mano caer.
Lírica tristeza
Baja la tarde al campo. Los rumores
con que me arrulla la Naturaleza
me infunden una lírica tristeza
y despiertan en mí puros amores.
Ya la luna, a los pobres soñadores
derrocha de su plata la riqueza,
y hace olvidar del verso la belleza,
la prosa natural de los pastores.
Yo no quiero escribir, pero la luna
y la tarde me dan a soñar una
poesía que me hace sufrir tanto.
Que pienso mientras sueña mi alma inquieta,
que los mejores versos del poeta
son los que escribe con su propio llanto.
Cielo y mar
A José Antonio Ramos Sucre
En este panorama que diseño
para tormento de mis horas malas,
el cielo dice de ilusión y galas,
el mar discurre de esperanza y sueño.
La libélula errante de mi ensueño
abre la transparencia de sus alas,
con el beso de miel que me regalas
a la caricia de tu amor risueño.
Al extinguirse el último celaje,
copio en mi alma el alma del paisaje
azul de ensueño y verde de añoranza;
y pienso con obscuro pesimismo,
que mi ilusión está sobre un abismo
y cerca de otro abismo mi esperanza.
Azul
Azul de aquella cumbre tan lejana
hacia la cual mi pensamiento vuela
bajo la paz azul de la mañana,
¡color que tantas cosas me revela!
Azul que del azul del cielo emana,
y azul de este gran mar que me consuela,
mientras diviso en él la ilusión vana
de la visión del ala de una vela.
Azul de los paisajes abrileños,
triste azul de mis líricos ensueños,
que me calma los íntimos hastíos.
Sólo me angustias cuando sufro antojos
de besar el azul de aquellos ojos
que nunca más contemplarán los míos.
Poema de la espera de la muerte
Cuando a mi lecho por la vez primera
la triste muerte se acercó enlutada,
con suplicante voz le dije ¡espera!
me ha prometido un beso mi adorada.
Deja, importuna, que amanezca el día,
irme no quiero con la noche obscura.
Espera unos instantes todavía,
que un beso nada más tan poco dura.
Y la enlutada, pálida y hermosa
por mi súplica amante, conmovida,
se alejó de mis labios y piadosa,
como esperanza me dejó la vida.
No quiero lauros, nada más un beso.
Ni prendas, ni tesoro codiciado,
quiero sentirme entre tus brazos preso
y más tarde yo diré, adiós, estoy pagado
Todas las flores tienen un rocío,
todos lo años tienen primavera,
déjame a solas con el sueño mío,
¡Oh, muerte!, buena amiga, espera.
Pasan los meses tristes y pausados.
El dulce beso a mi cariño, niega;
y pensando en los labios dorados
le pregunto a la muerte, ¡cuándo llega!
Mirándonos
A Conchita Bruzual Serra
Entre tus ojos de esmeraldas vivas
te miro el alma, de ilusiones llena,
como entre dos cisternas pensativas
se ve del cielo la extensión serena.
El colibrí de tu mirada riela
sobre el agua enturbiada de mis ojos,
y de tus célicas mejillas vuela
un crepúsculo rosa de sonrojos.
Hilo por hilo la ilusión devana
y urde sueños de fina filigrana
la araña de mi vaga fantasía.
Porque cuando me miras y te miro,
sale volando tu alma en un suspiro
y embriagada de amor cae la mía.
Bienvenida
Para el alto poeta Andrés Eloy Blanco
Un pobre poeta, que casi no existe,
de los que han quedado, como ayer dijiste,
aquí con sus llagas, que no olvida Dios,
perfumadas siempre de flor de poesía
un tierno e ingenuo saludo te envía
que por ser tan triste parece un adiós.
Desde mi sombrío y eterno retiro,
esta tarde, el buque donde viajas, miro,
y sufro mirándote ante mí pasar,
pues quiero y no logro dar unas palmadas
con mis dolorosas manos mutiladas
que ya ni la pluma pueden empuñar.
No sé por qué, viendo tu buque, he pensado
en el barco donde me vine abrumado
de la misma pena que debe sufrir
el que para siempre se ha despedido
de todas las cosas que más ha querido
con una infinita ansia de morir.
No creerás que, en tanto tu buque al golfo entra
acá en la ribera del norte se encuentra
un bardo que mucho lamenta no estar
con el noble pueblo que hoy va a saludarte,
para con el pueblo también aclamarte
con la voz que nunca habrás de escuchar.
Mientras que sus versos mi musa te canta
la queja que a veces sube a mi garganta
con una sonrisa logro contener;
y el corazón mío palpita tan duro,
que a mí me da miedo, porque me figuro
que dentro del pecho se me va a romper.
Yo hubiera querido, hoy en mi aislamiento,
hacer, olvidando la pena que siento,
lo que en su clausura hace el ruiseñor,
que a pesar de su ansia de espacio y follaje
trina tan alegre como en el ramaje
que oyó sus primeras canciones de amor.
Llegas a tu cuna cuando muere el día
y nace la hora de la poesía.
Cuando más nos pesa del duelo la cruz,
y finge el lucero triste de la tarde,
en el cielo, un cirio fúnebre que arde,
y al sol que agoniza envía su luz.
¡Cómo evoco ahora tu gran “Canto a España”
que tanta belleza poética entraña!
Yo siento, evocándolo, el goce interior
que se siente ante una risueña pradera
donde hay mariposas, y por dondequiera
un pájaro vuela y se abre una flor.
En él las estrofas parecen diamantes
y fingen los versos hermosos cambiantes,
y todo el poema semeja un joyel.
No tienen las perlas más ricos fulgores,
no pinta paisajes con más bellas flores,
la luz que en el lienzo derrama el pincel.
Poeta: eterna será tu memoria.
Más grandes laureles reserva la gloria
para coronarte. Ve de ellos en pos,
mientras yo me quedo aquí con el alma
ya sin ilusiones y una sola palma
la que da a los mártires la mano de Dios.
Paloma bélica
En remotas edades, sobre el mar en bonanza,
en la hoja de oliva de luciente verdor,
con la paz condujiste la divina esperanza
perfumando la brisa con fragancia de flor.
Otro tiempo en el mundo tu alba imagen alcanza,
por los campos floridos a anunciar el Señor,
y más tarde tu vuelo en el céfiro avanza
conduciendo azucenas en misivas de amor.
Hoy, odioso destino te han confiado en la tierra,
pues con vuelo sonoro los mensajes de guerra,
entre nubes de humo, sólo sueles portar;
mas yo sueño, ave tierna de las alas sedosas,
que en el pico le llevas a mi amada las rosas
que a sus plantas mis manos no le pueden llevar.