Cosas malas
(Traducción al español de Esteban Alonso Ramírez)
Cómo amar a un jardinero
para Rich
Amá como el castaño de indias ama el carbono,
como si el sol no estuviera a millones de kilómetros
o condenado. Amá como un abeto azul entre pinos blancos,
como una pala ancha que abre la tierra. Rebobiná
tus momentos favoritos en las cenas tempranas:
la correcta identificación de un olivo, escalar
los 20 metros de un tronco grueso, convirtiendo bolsillos de mochila
en casas para las hojas. Amá con la impaciencia de las semillas que brotan,
con el hambre de una cabra en la copa de un argán. Amá como si estuvieras
viendo una ardilla roja por primera vez. Sentí placer en tu floreciente
conocimiento del latín, de cortar madera, de la propagación. Amá con la facilidad con que
las raíces de flor de jamaica beben la lluvia. Respirá el olor
de las botas llenas de tierra. Saboreá el paso veloz
de fotos de faisanes y erizos y tritones.
Amá como una especie pionera. Amá como un sempervirens: siempreviva.
Amá como si cualquier cosa verde alguna vez plantada
fuera a vivir largamente y nunca arder.
Informe del seguro
Después del incendio, tuvimos 48 horas
para generar números exactos:
¿Cuántos tenedores?
¿Cuántos pares de calzones?
¿Cuántos artículos en la refri?
Incapaces de recordar cada objeto,
sólo estábamos seguros de lo que se había perdido:
el unicornio de cristal pintado
ese collar de la tribu Sioux
el último ladrillo de nuestro abuelo
Gritamos de dolor por estos tótems:
¿Quiénes somos sin ellos? ¿Quiénes somos?
Solo los inspectores respondieron:
¿Pero cuánto valían?
¿Cuánto?
Incendio provocado
Para ser considerado un incendio provocado, este
debe ser encendido con intención de causar peligro.
Si un edificio está ocupado y el incendio
mata gente dentro, esto es de primer grado.
Si un edificio está desocupado pero es destruido,
esto es de segundo grado. Si un incendio causa un peligro
(indefinido) pero nadie muere, y el edificio
no se quema completamente, esto es de tercer grado.
Pero los estatutos no son claros sobre qué sucede
cuando vivís en una familia de pirómanos y cada hogar
que ocupás se quema hasta los cimientos, una y otra vez,
y cada noche debés volverte más rápida en reconstruir,
en practicar la respiración superficial cuando el humo entra
a tu cuarto, y tenés que aprender el arte de la prevención:
recoger madera húmeda, trenzar cuerdas con sábanas para escapar por las ventanas,
echar arena para gatos en los tanques de gasolina. Los estatutos no son claros
sobre qué pasa cuando heredás un incendio provocado, cuando cortás
tu brazo y sangrás fuego. ¡Fuego!
Hermanos
Hablamos de lo que heredamos:
yo digo que tengo la voz atronadora de papá,
nunca llego a ser invisible. Digo
que su cuerpo redondeado refleja el mío,
hace que sea difícil saltar
del suelo a un caballo.
Nunca tuvimos un buen centro
de gravedad.
Vos decís que te drenás
por llamar la atención como él, necesitás
saber que sos amado
cada minuto. Si no: furia.
Decís que tus brazos son los suyos,
rosados y con marcas de agujas, demasiado débiles
como para levantar tu cuerpo atrofiado.
Cuando hablo con vos, hablo con él.
Cuando me hablás, le hablás a él.
Cuando nos hablamos, él viene
a mover nuestras bocas hasta que
apenas ya ni nos oímos.
Pasaje de desintoxicación
inspirado en William Brewer
Encontrás cucharas por todas partes:
debajo de los armarios de la cocina, dentro de los edredones,
hurgando entre los calzoncillos. Ayer,
te sentaste en el sofá y descubriste que las cucharas
habían reemplazado el relleno. Abriste lo cojines,
sacaste cientas de ellas. Este es un proceso de limpieza.
Solo soñás con el metal. El pastor te dice:
“Esto es normal. Simplemente tenés que deshacerte de las cucharas”.
Lo aceptás, pero el fregadero se sigue llenando de plata.
La ducha escupe argento. “Librate de la tentación,
hijo mío”. El pastor tiene los ojos verdeazules de nuestro padre.
Escuchás y asentís: hay que tirar todas las cucharas de la casa.
Le decís al pastor que podés hacerlo. Creés
que podés hacerlo. “Dios está con vos, hijo mío”.
Los espasmos en tus brazos y dientes comienzan
a desaparecer. Todo lo que tenías que hacer era deshacerte
de la tentación. Agradecés a Dios por la nueva fuerza,
inclinás tu cabeza para rezar por mejor,
más limpio, pero cada vez que cerrás
tus ojos
ves esa curva de plata
y te quedás ahí.
Recaída
Contás los minutos
hasta que, después de la cena, decís
que el estofado no te cayó bien,
subís las escaleras, cerrás la puerta con llave,
sacás de tu bolsillo una cuchara y una aguja
que guardaste tan fácilmente como un niño
desliza su lápiz favorito desde la cartuchera,
encontrás luego la vena correcta y despegás:
un leve olor a lavanda de baño es
la última delgada conexión con nuestro mundo.
Cosas malas
inspirado en Ellen Bass
Vas a mentirle a las mujeres que amás:
una con un bolso de lazo y un conejo de orejas caídas,
otra con cicatrices en el estómago y tatuajes en las muñecas,
ambas con padres muertos, como el nuestro.
Vas a aprender a beber, lentamente,
hasta que el vodka ya no queme, hasta que
después de seis tragos todavía podás conducir a través
de las calles llenas de venados de Durham.
Te vas a desmayar
en la máquina asfaltadora, la metadona
amamantará tus huesos hasta que estés demasiado débil
como para fraguar cemento. Dejarán de llamarte por trabajos.
Vas a perder tu teléfono,
terapeuta, casa, mujeres, y todo el tiempo
me escribirás para decir: “Estoy bien,
estoy bien”, decirme que todavía tenés algún lugar
cálido para quedarte, pero sabré que estás conduciendo
hacia la ciudad en un carro que se quedará sin gasolina
y entonces (como a los adictos a quienes les pasan
todas las cosas malas) vas a desaparecer.
Recorriendo Tenby con el hombre con quien me casaré algún día
Hablamos primero de leprosos, aquellos
que solían habitar el hospital-fortaleza
cerca de la playa. Leo
más tarde sobre sus dedos acortados,
miembros deformes, ojos arrugados
como mojadas toallas de cocina.
Apuntás hacia el pub lleno de soldados,
luego hacia una calle alterna entre
dos casas brillantes donde una vez,
de adolescente, chocaste un carro
y huiste de la policía, borracho de ron.
Escucho historias de niños echándose en los bolsillos
gruesos pedazos de chocolate Caldey, huyendo
de los monjes, el faro del otro lado de la isla
demasiado débil como para verlos regresar
a la orilla.
Hablamos, al final, de lápidas:
a quiénes pertenecen los nombres y qué nos trajo aquí
para conocerlos. Nos acercamos hasta que nuestras piernas se tocan
desde el hueso de la cadera hasta la rodilla, el olor
de la espuma de mar alimentando
nuestros pulmones hambrientos.
Monogamia
es la construcción que hacemos a oscuras:
colocar huellas frescas en la tierra, los postes de luz
brillando hasta el amanecer. Son los momentos
en que nos revelamos, decimos en voz alta:
tengo miedo al fracaso.
Esta labor nos lleva a algún lugar:
nuestros dedos se dejan llevar hacia las cálidas articulaciones
de nuestros cuerpos, descubriendo juntos
los secretos del montaje, hasta que lentamente,
tras muchas noches sin dormir,
aprendemos a confiar
en que construimos algo robusto,
en que no estamos solos en esto.
Doméstica
Lavo los cubaces,
tiro de las fibras
de sus vetas,
rompo sus costados
hasta que oigo su chasquido
y expongo
sus pequeños riñones, opacos,
cableados al muro interior
que es suave como fieltro,
reflectante como hilo,
y luego los deposito
en el agua caliente
que he hervido en un hogar
que jamás pensé
que tendría.