Como el espejo loco
INVOCACIÓN
Bien. Por fin hoy la poesía
desanudamos los vestidos
de mil años, con leve cuerpo amante
propicia incurrirá en mi cama.
El bello rostro distraído al aire,
húmedo espejo el silencio cómplice,
el encendido seno tras el velo
que urden el sueño de la rosa
y el escandido aroma, su vigilia,
templados sus rocíos;
la dulce y casta poesía, digo,
irrumpirá en mi lecho.
Oh Dios de los ejércitos,
impide que mis manos tornen
el vicio delincuente del pasado
y así en lugar de acariciar sus hombros
o concordar con los hoyuelos
destinados por Venus a sus nalgas
la azucena que lleva en su cintura
al cálido laúd de sombra inquieta
y a los rubíes de sus pechos,
más bien cual comadrejas hurguen
en busca de monedas su escarcela,
cualquier cosa por mínima que sea,
que baste a sufragar las costas
de una noche de amor con mi enemiga.
COMO EL ESPEJO LOCO
Como el espejo loco sus imágenes
transforma en humo -esfera y eco. Canto
a la embriaguez tras el demonio azul-,
tu música implacable al entonarla
en flauta afónica tu Marsias,
más aún que a himno sonó a réquiem;
porque bañada en sangre por los puercos,
echada en el camastro referiste
quién fue de los devotos pretendientes
el más experto buscador de trufas,
antes de acuchillarlo por el hígado.
MUSLO MÍO
Muslo mío, en el hecho irrevelable
inscrito a sexo y furia en ascuas,
de ordeñar las téticas de una rosa
-apenas nube-en el espejo adúltero,
tu gemebundo amante comprendió
que un viejo dios espiroqueta
rige ciego tus órficos oráculos.
Hasta hoy entiende como lo destinas
a guardador de piaras,
en tanto pudren sus lamentos
tus ácidas axilas donde yacen,
esperando quien les dé piadosa tierra,
las rosas muertas por asfixia
en las llagas -diademas de tu cuello.
ARDER SIN CESE
La soledad lleva tu nombre.
Tu sexo. La hierba. Mi persona.
Rumorea luces perdidas. Delira
y al soñar camina en llamas.
Alto destino arder sin cese.
Pero la soledad, tu soledad,
la mía, la de siempre. Toda.
Pero la soledad describe limbos
y memorias. Aturde ecos. Ondula.
Repite voces dilatadas
arpegiándote, modelando mano
de instantánea aparición y parte.
Eco ondulatorio como agua ciega;
esperanza de llegar a tierra,
mi soledad. La tuya, Mar dormido.
Su sensitivo diástole amoroso.
Más allá, en tierra. Soledad
sitiada por el cielo bajo, en sueños.
Se violentan ondas terrenales,
peticiones a la carne, el ruego,
como si ardieran, como si barca
o barro de ecos despertaran.
Palabra dormida, al fin; soledad
la miniatura pendiente, muros
en diástole a mitad del fuego
con saturados corazones polvorientos.
Como hierba, tu nombre. Olvido
volviendo el rostro hacia la sombra.
Tú y yo sobre el mundo. Dándonos,
huyendo hacia el claror arbóreo.
Su destreza signando ramas navegantes.
Y tú, nuevamente, como el mundo y yo.
Devotos ambos de fetiches azules,
mitad peces, mitad perros de hastío,
doblemente tristes al amarnos
y poblarnos con transparencias:
llagada soledad cautiva al aire
donde trazas soles y altas nubes.
Tu nombre va conmigo y me ensueñas,
pienso, asimilándome a surco llameante.
Detienes el reflejo entre dos pieles,
destilas mi frente sobre vasos
que fueron un día laborioso júbilo.
Me abandonas en tus costureros
mientras disecas cosas tristes
como soledad fugaz de la estación.
Me reiteras, dícesme nombres
aún países puntuales, tantas luces,
calles anegadas de pasos,
aquellos parques sensitivos. Laicos,
como nuestros corazones devorados
por ángeles oprimidos bajo una rosa.
Inquirido fantasma la flor celeste,
radiante hacia tu sien. Crepusculares
presencias sólo entrevistas en soledad.
a la hora del gemido nocturnal.
La soledad lleva tu nombre.
Y tú has olvidado el mío.
A PLENA LUZ
A plena luz. A hurto y sombra,
ensayo a escribir tu nombre.
No acierto con las letras.
Vacilo en el aroma. Me ilumina.
su rosa trascendiendo.
¿Cuántas auroras morirán
antes, amor, de que termine,
ya ciego y loco, de escribir tu amante
amor o amor, acaso, amor,
a cambio de tu nombre, amor,
que olvido sin saber si lo recuerdo?
EN DULCE TIERRA
En dulce tierra escribo la palabra
Adiós con excedido estilo;
mas pronto enmiendo letra y mundo
al escribir a llanto y frío,
allí donde yació un momento el alma,
el nombre de la Muerte.
Pero empeñoso en la agonía
rescribiré de nuevo, amor, armado
de vida permanente,
otra sutil y sabia: Amor,
fiero de tierra en la palabra amor,
recobrado el olvido del amor,
los dilatados odios,
o hallada su memoria en sombra
al recordarme objeto
enloquecido de la luz trocada
en ciego lazarillo; hoy amor
cuando te escribo Adiós
para cegarme siempre.
CON SOLAMENTE EL FUEGO
Con solamente el fuego es otro nombre
olvido el agua si en cenizas hierve
áurea verbena azul
el ruiseñor ayer mi sombra, amor.
Amanecía sobre el aire.
heces de luna
en el fondo del vaso
el nombre al fuego daban
tiñendo sus corolas desiguales y frías,
y al tomarme en tus brazos
como un ayer de llamas que declinan
moríamos en vida,
igual al ciego que presiente
en su rostro la luz de los colores.