Carl Sandburg. Plegaria del acero

Presentamos tres textos claves del gran poeta estadounidense en la versión al español de José Vicente Anaya.

 

 

 

Carl Sandburg

 

 

Plegaria del acero

¡Colócame en un yunque! ¡Oh Dios!
Golpéame, martíllame en una pezuña de cabra.
Déjame atisbar en viejas paredes desvencijadas.
Permíteme sostener y destruir los viejos cimientos.

¡Colócame en un yunque! ¡Oh Dios!
Golpéame, martíllame en un perno de acero.
Introdúceme a las vigas de los rascacielos.
Sujétame, con remaches al rojo vivo,
en todas las vigas centrales.
Déjame ser el gran clavo que sostiene
al rascacielos en una noche triste
tapizada con blancas estrellas.

 

 

 

Felicidad

Pedí que me dijeran qué es la felicidad
a los maestros que hablan
del significado de la vida
y a los dirigentes famosos que ordenan
trabajar a miles de hombres,
pero ellos sólo movieron sus cabezas y
sonrieron pensando que
yo los creía unos tontos.
Tiempo después, un domingo en la tarde,
vagué por el río Desplains y vi
a un grupo de húngaros bajo los árboles
con sus mujeres y sus niños
y un barril de cerveza y un
acordeón.

 

 

 

Bosquejo

Las sombras de los barcos
se mecen encima,
sobre el brillo azul claro
del tardo y suave redoblar
de la marea.

La larga playa color de lana,
donde el cielo se moja,
forma un brazo de arena
sobre un trecho de sal.

Los pliegues infinitos y diáfanos
del agua, seductores,
se deslizan y se van.
Las migajas de las olas
y las blancas burbujas reventadas
lavan la playa.

Se mecen encima,
sobre el brillo azul claro,
las sombras de los barcos.